El rollo de la Torá perdido

7 min de lectura

Trayendo la Torá de vuelta a casa.

Los pequeños niños formaron rápidamente un tren, cada uno con sus manos en los hombros del niño de adelante. Se movieron enérgicamente, corriendo alocadamente por la periferia del shul mientras una multitud de gente bailaba en círculos concéntricos alrededor de la bimá. Algunos cargaban rollos de la Torá, adornados con coronas de plata y galas de terciopelo. Otros llevaban a sus hijos pequeños en sus hombros. Cuando terminaba una canción, sonaba otra a continuación, y nadie quería parar.

Observando la acción estaba una joven llamada Raquel, perteneciente a un grupo de niñas adolescentes que eran huéspedes en la casa del rabino Benzion Klatzko. Vestida a la moda, miraba la frenética escena con regocijo; esta era una experiencia por lejos diferente a cualquiera de las que había encontrado hasta ahora en el judaísmo. Para Raquel, el espíritu de la noche era una inyección de vida, un bálsamo para su alma afligida.

De repente, Raquel concentró su atención en su anfitrión, el rabino Klatzko, cuando éste se paró sobre una silla frente a la bimá sujetando fuertemente con sus manos un rollo de la Torá en miniatura. Tenía una historia para contar, y los hombres, mujeres y niños atiborrados dentro del shul estaban ansiosos por escucharla. Raquel se esforzó para escuchar cada palabra del cuento, porque sabía que podía estar hablándole a ella.

Todas las semanas, en mi casa, tengo el privilegio de recibir entre 30 y 40 personas para las comidas de Shabat. La mayoría de ellas son estudiantes universitarios judíos que nunca han tenido la posibilidad de experimentar un Shabat. Vienen de todo tipo de entornos y de todo tipo de lugares alrededor del país, y se reunen en mi casa y obtienen una idea de lo que es Shabat.

El problema es que muchos de ellos se sienten incómodos con la idea de ir a un shul tradicional. Prefieren quedarse en mi casa y esperar a que yo vuelva. El inconveniente en eso es que nunca tienen la oportunidad de ver la belleza de un rezo real de Shabat. Entonces decidí que lo mejor sería comprar un rollo de la Torá y un arca para el salón de mi casa. De esa forma, podría tener el rezo en casa, y ellos podrían participar de él sintiéndose cómodos. Además, le daría a muchos de ellos una oportunidad de recibir una aliá, algo que no han tenido desde su propio Bar Mitzvá. Y están aquellos que ni siquiera han tenido un Bar Mitzvá y nunca han sido llamados a la Torá en sus vidas".

La pregunta es, ¿cómo podría encontrar un rollo de la Torá kasher a un precio accesible? Y un arca también sería una gran inversión. Entonces parecía que, a excepción de un milagro, sería imposible que mi idea tuviera éxito. Sin embargo, Dios no hace milagros para ti sin que tú hagas nada al respecto. Tú tienes que hacer tu parte y esperar a que Él se haga cargo del resto.

Entonces abrí los periódicos y me fijé si alguien tenía un rollo de la Torá a la venta. Y créanlo o no, alguien tenía. Llamé al número inmediatamente y en el otro lado del teléfono había un hombre anciano que tenía un rollo de la Torá muy pequeño, de tan sólo 28 centímetros de altura, que estaba vendiendo.

Le pregunté de dónde lo había sacado, y me dijo que su padre había sido rabino de un shul en Catskills que eventualmente cerró. Remataron todo, y el rollo de la Torá fue lo único que guardó. Había estado guardado en su armario sin ser usado por 50 años, y ahora sentía que era el momento de vender eso también.

Aunque quería bastante dinero por él y el precio era un poco caro para mí, le dije que me gustaría verlo. Accedió a venir a mi casa para mostrarme la Torá.

Unos días después, el Sr. Foreman vino. Me mostró un hermoso rollo de la Torá, de más de 200 años de antigüedad, pero en perfecto estado. Me preguntó por qué lo necesitaba, y le expliqué sobre mis huéspedes de Shabat y mi idea de permitirles rezar en mi casa, en donde se sentirían a gusto.

Me miró por un momento, aparentando estar muy conmovido por la idea de que esta Torá pudiera atraer gente al judaísmo. De repente, comenzó a llorar, realmente llorar, con lágrimas fluyendo por su cara. Yo estaba tratando de lograr que hablara, pero él literalmente no podía sacar ninguna palabra. Finalmente, explicó. Él se había alejado del judaísmo y casado con una mujer budista. Este rollo de la Torá era su única conexión, y en este momento, se sintió tan alejado que pensó en venderlo también. Pero cuando se enteró que esta Torá ayudaría a reconectar gente al judaísmo, quiso dármela como un regalo. De esta manera, sentía que quizás él también ameritaría ser reconectado y encontraría finalmente su camino a casa.

Yo no sabía qué decir, pero ciertamente apreciaba este regalo increíble. Me di cuenta de que esta Torá había estado básicamente sin un hogar por los últimos 50 años. No había nadie que la leyera, que la conservara, que la cumpliera o que la mantuviera adecuadamente, y ahora Dios le había dado un hogar, y quizás también atraería a este judío solitario en el futuro cercano.

Ahora, ¿qué hay del arca? Esa es una historia aparte. Encontré un aviso en internet, de un antiguo artefacto judío, un arca judía. Los vendedores no eran judíos, pero la habían comprado de un cura que les dijo que el arca era de origen judío.

Cuando vi las fotos online del arca, vi delante de mí lo que parecía ser un arca artesanal bellamente elaborada. Era pequeña, por lo que no hubiese podido guardar en ella una Torá de tamaño regular, pero sería perfecta para la Torá que tenía. Cuando vi la foto de su parte superior, casi desfallezco. Había una gran cruz adosada a ella. De repente, no estaba para nada seguro de que este fuera un ítem de origen judío.

De pronto noté una pequeña placa en el fondo del arca. Les pedí a los vendedores que me mandaran una foto de la placa que aparentaba tener escrituras hebreas en ella. Me mandaron una foto en la que había una clara inscripción en hebreo que decía: "Contemplen, el Guardián de Israel no dormita ni duerme" (Salmos 121), que probó que el ítem debía ser judío. Después de un análisis más minucioso, los vendedores dijeron que la cruz era una pieza separada que había sido adosada. Me di cuenta que el cura que había comprado esta arca debía haber hecho esa adición. Yo estaba profundamente conmovido, y ciertamente la mano de Dios estaba guiándome.

Compré el arca y la hice enviar a mi casa. La cruz fue removida y me maravillé con el versículo que estaba inscrito. Nunca antes había visto este versículo en particular escrito en un arca. Y me di cuenta de que aquí había un mensaje. Era como si Dios me estuviera diciendo que aunque esta arca estuvo perdida por muchos años, Él nunca se olvidaría de ella. No descansó hasta que finalmente fue depositada en manos judías.

Mis queridos amigos, miren lo que tengo aquí en mis manos. Una Torá que fue rechazada por tantos años y que finalmente recibió un hogar en un arca judía que había sido utilizada por un cura. Y el mensaje es claro: Dios nunca renunciaría a ninguna de ellas. No olvidó ni esta arca y ni esta Torá perdida, y finalmente las dos fueron reunidas y ahora pueden ser utilizadas para acercar a jóvenes judíos de regreso a Él.

Esta Torá no ha bailado por más de cincuenta años, y ahora, en Simjat Torá, tenemos la oportunidad de darle la bienvenida a casa. ¡Démosle la bienvenida que merece!

Todo el shul estalló en cantos y bailes. El pequeño rollo de la Torá estaba en el centro de todo, empapándose con el abrumador amor y honor que había estado extrañando por décadas. Ya no estaba más encerrado en un armario lejos, sin uso. Ahora estaba donde pertenecía, en el centro de todo.

Más tarde aquella noche, el rabino Klatzko llevó la Torá a casa y la protegió dentro del arca en su salón. Lo que marcó la diferencia en Raquel no fue solamente la sensación de tranquilidad y calidez que ella tanto apreciaba. Fue la asombrosa e indescriptible sensación de este rollo único de la Torá.

La comida terminó tarde, y al final, el contento pero exhausto grupo se dirigió a sus cuartos para un sueño reponedor. Raquel estaba acostada en la cama, con los ojos bien abiertos, con el sonido de su corazón latiendo en sus oídos. Esperó un largo tiempo, posiblemente una hora o más, hasta que estuvo segura de que nadie en la casa permanecía despierto. Se escabulló silenciosamente de su cama y caminó en puntas de pie hasta el salón. Allí estaba el arca, como si hubiese estado esperándola.

Allí, Raquel le habló a Dios con su corazón, y pidió que la dulzura que había en esta casa algún día fuera suya también, en su propia vida. Esas eran las primeras plegarias que sus labios habían pronunciado en muchos años. La amargura de su hogar, las constantes peleas, la culpa y la ira, las nubes de tormenta que amenazaban con soplar a través de la puerta en cualquier momento, habían actuado como un cuchillo extremadamente afilado, cercenando su conexión con Dios. Aquí, en el hogar de los Klatzko, podía sentir que la conexión se estaba reparando; la energía estaba crepitando nuevamente en su ser, y comenzaba a fluir otra vez.

Rememorando el "exilio" de este rollo de la Torá, ella pensó para sí misma: "Mi querido, sagrado rollo de la Torá, tú sabes lo que es sentirse rechazado. Sabes cómo se siente vivir con gente que no nota tu belleza y que no aprecia tu valor. He vivido de esa forma toda mi vida, pero tú has vivido así por mucho más tiempo. Cincuenta años completos estuviste ahí y nadie te besó, ni te alzó, o siquiera miró dentro tuyo para ver lo que había allí. Pero me has dado esperanza, porque después de cincuenta años, ¡mira lo que ha pasado! ¡Mira la noche que has tenido! Todos te abrazaron y te besaron. Todos querían bailar contigo. Eras la estrella del show. Dios no duerme. Él permanece en guardia para Su pueblo, y me está cuidando a mí también".

"Por favor, Dios, te estoy implorando, que yo pueda ser como este rollo perdido de la Torá. Sé que todavía hay santidad en mí. Por favor permíteme aferrarme a ella, al igual que lo hizo esta Torá. Y cuando sea el momento correcto, envíame un marido que me honre y me ame en la forma que una esposa debería ser honrada. Permíteme tener un hogar feliz, sagrado, y lleno de hijos y de invitados y bondad, como esta casa. Por favor, Dios, encuéntrame, también a mí, y tráeme a casa".

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