Hábitos Bancarios

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Las visitas al banco me dan una educación sobre lo que puede entenderse como normas sociales de conducta.

Los investigadores en psicología clínica probablemente se beneficiarían dejando sus ratas y sus laboratorios para pasar en cambio algún tiempo en mi banco local. Ahí presenciarían un microcosmos de la humanidad y podrían experimentar una vasta selección de conductas sociales.

Definitivamente considero mi tiempo en la fila (¡y al parecer tengo demasiado!) como un momento de investigación. La primera cosa que descubrí es que mientras más ellos dicen que su meta es "el servicio al cliente", menos parecen llevarla a cabo (confirmando el principio de la Torá que fue dicho para alabar a Abraham: “Los justos dicen poco y hacen mucho”).

En un esfuerzo equivocado, ellos parecen haber gastado una significativa cantidad de dinero en re-decorar su espacio. Ahora es un poco más atractivo mientras esperas en la fila, pero hubiera preferido que el dinero se hubiese utilizado para contratar a otro cajero.

Las visitas al banco me dan una educación sobre lo que puede entenderse como normas sociales de conducta. Había una clienta que parecía tener una transacción larga. Ella pasó todo el tiempo mirando su teléfono, apartando su vista del cajero y muy ocupada enviando mensajes de texto. Ella extendía su mano cuando era necesario para recibir su dinero o documentos, sin embargo, nunca se dignó a mirar al empleado que la estaba atendiendo. Yo no podía creer su mala educación y falta de consideración. Ella no estaba en el cajero automático. Había una persona real parada ahí.

Y está también el fenómeno opuesto – los conversadores. Los cajeros son su nuevo mejor amigo y cada detalle del fin de semana pasado debe ser comentado. Me parece apropiado y bueno ser amigable, pero una conversación larga cuando hay muchas personas esperando en fila es otra forma de egoísmo.

Con la larga espera, hay abundante tiempo para tener todos los formularios llenos antes de acercarse al cajero (de hecho, deberían llenarse antes de ponerse en la fila). A veces veo, sorprendida, como llega el turno de algunas personas, con formularios en blanco en la mano y comienzan a llenarlos en la ventanilla, completamente ajenos a las necesidades de los demás.

La experiencia en el banco puede ser frustrante. Debido a políticas muy rígidas (o por lo menos eso dicen ellos), hay ciertos cheques que no pueden ser cobrados y ciertos fondos a los cuales no se puede acceder. Ciertos clientes encuentran ésto muy molesto. De hecho, todos los clientes opinan así, pero algunos clientes desahogan sus emociones. El acosado e indefenso cajero es sometido a una fuerte y fea reprimenda, mientras todos los que están detrás de él se encogen de vergüenza.

No sólo es una estrategia ineficaz (podrías capturar más moscas con miel y todo eso) sino que es una señal tan obvia de mal carácter – un temperamento volátil, expuesto en público, con una provocación aparentemente tan pequeña.

Por supuesto que la mayor oportunidad de estudio de todas, es observar los variados niveles de paciencia. Están los que son educadamente pacientes (simplemente esperando su turno, quizás leyendo un libro y sonriéndole a todo el mundo a su alrededor), los educadamente impacientes (haciendo bromas sobre las filas y la ineficiencia) y los maleducados e impacientes (haciendo fuertes ruidos con las manos o los pies, haciendo fuertes llamadas por teléfono celular y finalmente gritándole al gerente que ponga otro cajero ¡porque al parecer el gerente no pudo pensar en esa solución por sí mismo!).

Tengo suerte de vivir en un vecindario en donde la mayoría de las tiendas dan una "sensación de comunidad". Todos conocen a todos y hay mucha cortesía amistosa. También paso (por diversas razones demasiado poco interesantes para ser mencionadas) tiempo en el banco regularmente – al menos dos o tres veces por semana. Así que siempre me sorprendo un poco cuando el gerente insiste en chequear mi identificación dos veces, comparando mi firma con la firma del archivo, y haciéndome recitar de memoria los montos de nuestros depósitos recientes (¡como no son tantos sé la respuesta!). Mientras que aprecio su cautela (he sido victima de fraude), también pienso que debería haber cierto reconocimiento de la clientela regular, algún signo de simpatía.

Es muy fácil ser “espiritual” cuando uno está solo y aislado en una montaña. Es un desafío más grande cuando tienes que lidiar con los fastidios de la vida diaria. Están también esos clientes que están teniendo éxito. Ellos son indefectiblemente corteses y amigables. Ellos son organizados y considerados. Así mismo hay cajeros quienes siempre saludan a sus clientes con una sonrisa y quienes ofrecen su ayuda gentilmente.

Dado que lidiar con dinero parece tener el potencial de sacar lo peor de nosotros, estas personas deben ser alabadas. Y es una gran oportunidad de introspección. ¿Dónde nos quedamos cortos? ¿Cómo podríamos mejorar? Al menos tenemos todo el tiempo de la fila para trabajar en eso.

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