¿Has hecho una buena pregunta hoy?

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El judaísmo es una religión de preguntas.

Una vez le preguntaron a Isidore Rabi, Premio Nobel de física, por qué se convirtió en un científico. Él contestó: “Mi madre me convirtió en un científico sin saberlo. Todos los niños volvían de la escuela y sus madres les preguntaban: ‘¿Qué aprendiste hoy?’. Pero mi madre acostumbraba decir: ‘Izzy, ¿Hiciste una buena pregunta hoy?’ Eso marcó la diferencia. Hacer buenas preguntas me convirtió en un científico”.

El judaísmo es una religión de preguntas. Los más grandes profetas hacían preguntas sobre Dios. El libro de Job, la más profunda de las exploraciones del sufrimiento humano, es un libro de preguntas hechas por el hombre, a las que Dios responde con una serie de respuestas.

Los sermones más antiguos generalmente comenzaban con una pregunta de uno de los miembros de la congregación. Lo más famoso, es el Séder de Pésaj que comienza con cuatro preguntas hechas por los niños más pequeños.

Por eso me puedo identificar con los recuerdos de la infancia de Rabi. Cuando dejé la universidad y fui a Israel a estudiar en un seminario rabínico, me sorprendió la absoluta intensidad con la que los estudiantes luchaban con los textos. De vez en cuando la cara del maestro se iluminaba por un comentario de un alumno. “Du fregst a gutte kashe”, decía en ese momento (has elevado una buena objeción). Esta era su forma más elevada de alabanza.

El rabino Dr. Abraham Twerski cuenta cómo, cuando era joven, su instructor apreciaba mucho los desafíos a sus argumentos. En su pobre idioma local, decía: “¡Tú correcto! ¡Tú estás cien por ciento correcto! ¡Ahora te muestro en dónde tú equivocado!”.

La fe religiosa ha sufrido inmensamente en el mundo moderno por ser considerada inocente, ciega e incondicional.

“El científico pregunta, el creyente simplemente cree”. La investigación crítica, para que el estereotipo funcione, es lo que marca la diferencia entre la búsqueda del conocimiento y las certezas de la fe. Quien cree en los principios fundamentales de un credo es ridiculizado como un fundamentalista. La palabra fundamentalista en sí misma, viene para dar un enfoque simplista a temas complejos. La creencia religiosa es vista a menudo como la suspensión de la inteligencia crítica.

Como lo dijo una vez Wilson Mizner: “Respeto la fe. Pero dudo que sea lo que te brinda una educación”. Para mí, esta es una caricatura de la fe, no la fe misma.

Las preguntas dan testimonio de la fe – el universo no es impenetrable por nuestro conocimiento, la vida no es casual.

¿Qué es una pregunta sino una profunda expresión de fe en la inteligibilidad del universo y en la insignificancia de la vida humana? Preguntar es creer que la respuesta está en algún lugar. El hecho de que durante toda la historia la gente se haya dedicado a extender las fronteras del conocimiento es una demostración conmovedora del espíritu incansable del hombre y de su deseo constante de trascender, de elevarse. Lejos de descartar a la fe, las preguntas dan testimonio de ella – que el mundo no es aleatorio, que el universo no es impenetrable a nuestro entendimiento, que la vida no es casual.

Es por eso que el judaísmo incentiva las preguntas. En la frase: “Hagamos un hombre a Nuestra imagen, de acuerdo a Nuestra semejanza”, Rashi, el comentarista del siglo 11, explica: “Es decir, con el poder para entender y discernir”.

La inteligencia crítica es el regalo que Dios le dio a la humanidad. Utilizarla en función de la dignidad humana y de la comprensión, es una de las grandiosas maneras de servir a Dios. Cuando la fe suprime las preguntas, se muere, cuando acepta respuestas superficiales, se marchita.

La fe no es lo opuesto a la duda. Es lo opuesto a la certeza superficial de que lo que entendemos es lo único que existe.

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