Plan para Nacer

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Nuestra versión personal de: “El hombre planea, Dios se ríe”.

Nuestro embarazo fue tan tranquilo como un embarazo puede ser. La única queja de mi esposa fue un leve dolor de espalda, que sesiones de fisioterapia remediaron mayormente. Cuando nos acercábamos a nuestra semana 35, todo estaba bien: el bebé era grande, mi esposa estaba saludable y yo estaba devorando libros de preparativos para el parto y para el bebé.

Luego, un día, mi esposa no se sentía nada de bien. Su dolor de espalda estaba muy mal, por lo que se quedó en casa y concertó una cita para fisioterapia. Cuando llegué a casa esa noche, ella todavía estaba incómoda y llamamos a nuestra entrenadora pre-parto, que sugirió una ducha y dos calmantes. Yo soy “la mitad obsesiva compulsiva” de nuestro matrimonio, y viendo que mi esposa estaba teniendo dolores intermitentes, comencé a tomar el tiempo de los intervalos disimuladamente.

Mientras estaba registrando casualmente toda mueca y gesto de disgusto, decidí que quizás era el momento de llamar al doctor. Mi esposa llegó a un acuerdo y dijo que esperaríamos a ver si había otros dos sets de espasmos. Seguro de que “este era el momento”, desaparecí y comencé a empacar a hurtadillas el bolso para ir al hospital, cuando de pronto, mi esposa entró.

“¿Qué estás haciendo?”.

“¡Oh, nada mi amor!”.

“A mí no me parece que sea nada”.

“Oh, pero en serio no es nada. Ve a descansar”.

En ese momento descubrí que el infierno no posee tanta furia como una mujer en trabajo de parto (especialmente cuando sabe que no está en trabajo de parto). “¡Deja de ponerme presión! Son sólo dolores de espalda. No quiero nada empacado. ¿Por qué me estás asustando?”.

Cinco minutos después llamamos al doctor y él también me menospreció. “No, no es trabajo de parto, pero si realmente te gustaría ir al hospital, ve y haz un test para quedarte tranquilo”.

Dos sets de espasmos después, llegamos al hospital a eso de las 10 de la noche. A las 10:40 la enfermera determinó que estábamos en trabajo de parto; en realidad, mi esposa ya había atravesado el 70% del camino sin siquiera saberlo. Esto era serio, estábamos más de cinco semanas adelantados.

El nivel de intensidad se fue a las nubes repentinamente. Nos apuramos para hospitalizarla. Llamaron al doctor y prescribió hormonas para estimular el desarrollo pulmonar del feto y todo un cóctel de drogas para intentar frenar el parto mientras yo corría de un lado para el otro obteniendo autorizaciones para cuidados médicos, drogas y formularios de admisión.

Justo antes de medianoche nuestro doctor me llamó al celular. Fue una horrible conversación rápida y tensa. “Mira, no creo que podamos detener este parto. Vamos a tratar pero no creo que funcione. Si lo podemos retrasar por 24 horas y dejar que las hormonas trabajen, lograremos una gran diferencia para la salud del bebé. Sin ese tiempo, es muy probable que el bebé tenga serias dificultades para respirar. De cualquier forma, tienes entre dos y cuatro horas hasta que sepamos si las drogas funcionarán”.

Dejé el teléfono. Mi esposa y yo nos miramos y comenzamos a rezar. “¡Dios, por favor haz que las drogas funcionen! ¡Por favor haz que el trabajo de parto se detenga!”. Pedimos por lo mismo una y otra vez – para que se detuviera el trabajo de parto, para que nuestro bebé completara el embarazo. “¡Sólo cinco semanas más! ¡Por favor!”.

Luego nos miramos, llegando simultáneamente a la misma conclusión. “Quizás deberíamos pedirle a Dios solamente que esto salga de la mejor manera posible ante Sus ojos. Quizás nuestro bebé debe nacer ahora”, dijo ella. Yo asentí. Comenzamos a rezar por eso en lugar de lo otro, intentando confiar en que Dios nos haría salir de esta situación. “Confiamos en Ti, Dios. Ayuda a que ésto resulte como Tú quieres que resulte”.

“Es mejor que suba – ¡ella está teniendo al bebé ahora!”

A las 12:20 salí por un momento para llamar a nuestros padres y para comprar algunas bebidas para mi esposa por si llegaba a entrar en los trabajos de parto ‘apropiados’. Salí por 15 minutos y cuando estaba entrando en el lobby la recepcionista dijo: “Es mejor que suba – ¡ella está teniendo al bebé ahora!”.

De alguna manera, en contra de la medicación, en contra de todas las leyes de la naturaleza, mi esposa había hecho en 15 minutos lo que a la mayoría de las mujeres les lleva varias horas: el bebé estaba saliendo.

Se detuvo el tiempo. Fui arriba, a la sala de partos, vertiginosamente. El doctor pasó como un rayo un par de minutos después, llegando justo a tiempo; y después de unos momentos borrosos nos encontramos mirando a una hermosa niña. El personal la limpió y comenzó a hacerle pruebas, y a mi esposa y a mí nos dejaron juntos.

Luego el doctor se acercó a mí y al pediatra, y señaló hacia el cordón umbilical ya desconectado. “¿Ven eso?”.

El pediatra se quedó sin aliento: “Nunca antes había visto uno”.

Yo no sabía qué estábamos mirando.

Nuestro doctor continuó: “Eso es un nudo en el cordón umbilical, un nudo hecho por el bebé, en una etapa anterior, creando un lazo y pasando a través de él. El cordón umbilical tiene una longitud normal y no tienes gemelos, por lo que esta condición es altamente improbable. No lo podemos notar en las ecografías a menos que el bebé no esté creciendo, pero tu hija estaba creciendo bien”.

Me miró. “No sé cómo decirte ésto, pero si el bebé hubiese estado por otras 24 horas como queríamos, o si el parto no hubiese sido prematuro y hubiese completado el plazo, ese nudo se hubiese ajustado en cualquier momento. Ella podría haberlo pateado o tironeado y… eso es todo, todo el oxígeno y los nutrientes serían cortados inmediatamente, hubiera sido el final de la historia – ninguna posibilidad de supervivencia. Tu esposa hizo entre dos y cuatro horas de parto en 15 minutos a pesar de la medicación que prescribí. ¡No es normal! ¡Tu bebé fue traído al mundo por ángeles!”.

Tu bebé fue traído al mundo por ángeles.

Ahora ya pasaron diez semanas y acabo de poner a mi hija a dormir. Yo mismo me siento como un recién nacido. La sensación es tan extraña, tan nueva y estimulante. Mientras la mecía sobre mi hombro para que se durmiera, cerré los ojos y sentí cada pulsación a través de mis venas, de mi corazón, de mi mente y de mi alma – pude apreciar cada momento, sólo tenerla allí. No había ninguna necesidad de que yo hiciera nada – era un éxtasis sólo estar allí, teniéndola, sujetándola, sabiendo que soy su aba y que ella es mi pequeña niña. Este es mi pedacito del Jardín del Edén: el olor de mi pequeña y su contacto en mi mejilla.

Mirando hacia atrás, mi esposa y yo no podemos encontrar palabras para describir nuestro sentido de gratitud. Si mi esposa hubiese sentido otra incomodidad durante el embarazo en lugar del dolor de espalda, hubiésemos ido al doctor ese día más temprano y él hubiese detenido el trabajo de parto. Si no nos hubiésemos demorado esa noche, hubiésemos ido al hospital más temprano y hubieran detenido el trabajo de parto. Si nuestras primeras plegarias hubiesen sido atendidas, el trabajo de parto se habría detenido. Si la medicación hubiese trabajado, el trabajo de parto se habría detenido. Y todo el tiempo hubo un nudo, esperando silenciosamente, escondido de todos menos de Él, para Quien nada es secreto.

Por cierto, nuestra hija no tiene problemas respiratorios y estuvo afuera de la sala de terapia intensiva para neonatos en menos de 24 horas, a pesar del hecho de que la medicación de hormonas no tuvo tiempo para hacer efecto. El nacimiento de nuestra hija fue orquestado de principio a fin por el Director de orquesta divino.

Dios está allí y siempre lo estará – en las buenas y en las malas. Nuestra elección es si deseamos verlo e involucrarlo en nuestras vidas. Esa es nuestra elección – vivir nuestras vidas como un simple monólogo, ignorando voluntariamente que no somos el guionista, director, actor y productor al mismo tiempo; o ser participantes conscientes, expresivos y activos en nuestras vidas con Dios, como un actor tan real como cualquier otro.

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