Cómo los Sacrificios Animales nos Ayudan a Conectarnos con Dios

10 min de lectura

Vaikrá (Levítico 1-5 )

FECHA: Junio 1967.

LUGAR: El Muro de los Lamentos, Jerusalem.

La batalla de Jerusalem fue sangrienta. No había protección militar aérea para prevenir el bombardeo de las ciudades santas y hubo muchas bajas. Finalmente, los soldados llegaron al Muro. No habían entrado judíos ahí desde 1948 hasta ese día en 1967. Las emociones fluían. ¡Qué sangrienta batalla habían sobrevivido! ¡Qué sagrado lugar en el que se encontraban! Todos los fuertes soldados que estuvieron en la batalla rompieron en lágrimas y rezaron. Sólo Uri y Yuval no podían entender de qué se trataba todo este llanto.

Repentinamente, Yuval también explotó en llanto. “¿Por qué lloras?”, le preguntó Uri. “Después de todo, es sólo una pared de piedra. ¡El hecho de que tiene significado histórico no quiere decir que tienes que atorarte! ¿Acaso has escuchado alguna vez de alguien llorando en la Acrópolis o en la Gran Muralla China?”.

Entre sollozos, Yuval contestó, “¡Estoy llorando por el hecho de que no estoy llorando! ¡No sé lo suficiente sobre mi herencia como para entender porqué hay que llorar en este muro!”.

Cada año en el noveno día del mes judío de Av, nos quitamos los zapatos y nos sentamos en el piso a llorar por la destrucción del sagrado Templo hace casi 2000 años. Alguien que no sabe porqué se debe llorar, debe llorar por el hecho mismo de no saber. Según se cuenta, Napoleón dijo que una nación que puede llorar sobre su Templo durante 2000 años, existirá para siempre y eventualmente reconstruirá su Templo.

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El Templo y la Presencia Divina

La tradición enseña que cuando el Templo fue destruido, la Presencia Divina se fue. Sin embargo, un poquito de esa santidad, permanece en el Muro de los Lamentos.

Analogía: Derrama un perfume y luego huele el envase. Aún huele bien porque algunas gotitas restantes del perfume permean el envase. Así también, nosotros aún podemos percibir (si hacemos un esfuerzo) los restos de Santidad del Templo en el lugar del Muro de los Lamentos.

Además, todas las sinagogas y lugares de estudio de Torá son considerados como Templos en miniatura en donde uno puede percibir la Presencia Divina.

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Introducción al Libro de Levítico

En el estado original del mundo, antes del pecado de Adam, la Presencia Divina se manifestaba abiertamente a través del universo. Adam sentía la presencia de Dios en el Jardín del Edén y cuando Dios le preguntó “¿Dónde estás?”, Adam contestó, “Escucho tu voz - como diciendo, siento tu presencia – y se avergonzó”.

Sin embargo, este estado no puede permanecer cuando la gente no presta atención a la voluntad de su Creador.

    “¡Estoy en el séptimo cielo!”

Esta común expresión es tomada del Talmud que afirma que hay 7 niveles de cielo que Dios asciende. Cuando Adam pecó, Dios se alejó un nivel. Cuando Caín mató a Abel, Dios se alejó al segundo. En la generación del diluvio, Dios se fue más lejos aún … hasta que llegó al “Séptimo Cielo”.

Luego, cuando Abraham siguió a su Creador, él hizo que la Presencia Divina bajara un nivel, Itzjak otro, Yaakov un tercero. Moshé, 7 generaciones después de Abraham, finalmente retornó la Presencia Divina completamente a este mundo. Eso fue en el Sinai cuando los cielos se expandieron sobre la montaña y Dios bajó sobre ellos.

Pero desafortunadamente, cuando el pueblo pecó con el Becerro de Oro, la Presencia Divina dijo una vez más “¡hasta luego!”.

¿Cómo mantenemos a Dios aquí con nosotros, por así decirlo? Ese es, tal como veremos, el tema del libro de Levítico.

La primera mitad de Levítico discute cómo la Presencia Divina se mantenía en los tiempos del Templo a través de los sacrificios. La segunda mitad, que se puede resumir con el nombre de Parashat Kedoshim – “Ustedes deben ser santos” – trata de cómo mantener la Presencia Divina en medio de nosotros incluso cuando no hay Templo. Logramos esto al santificar nuestros aspectos físicos – la comida, el habla y las relaciones maritales.

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Sacrificios Animales

La gente hoy en día tiene dificultad para comprender el concepto de los sacrificios animales. Ciertamente ellos no quieren reinstaurarlos y algunos han de hecho censurado cualquier mención de ellos en los libros de rezos.

A pesar de eso, debe haber una buena razón para que estos sacrificios abarquen una sección tan grande de la Torá. Por eso vamos a tratar de entender su significado simbólico basándonos en los escritos del Rabino Samson Rafael Hirsch (Siglo 19, Alemania).

Cuando Abraham estaba listo para sacrificar a su hijo Itzjak (Génesis 22), un ángel de Dios se le apareció y le dijo que se detuviera. La Torá dice luego que Abraham encontró un carnero en un espino y lo sacrificó “en vez de su hijo”. ¿Cómo puede un carnero – que ni siquiera pertenecía a Abraham – sustituir a su querido hijo? (“¡Por favor acepta este prendedor que encontré en el piso como muestra de mi agradecimiento por el millón de dólares que me diste!”). El hecho sorprendente es que Abraham recibe la bendición de Dios solamente después de sacrificar al carnero. ¡¿A quién le importa realmente el carnero?!

Los comentaristas explican que lo que Abraham le hizo al carnero, sintió en su corazón que se lo estaba haciendo a su hijo. Él tuvo la experiencia de dolor de matar a Itzjak, la lucha de preguntarse “¿Por qué?” y tuvo que superar su estrés emocional para cumplir con la voluntad de su Creador.

Por eso al sacrificar al carnero en lugar de su hijo, Abraham recibió la bendición de Dios.

Igualmente, cuando un judío llevaba una ofrenda al Templo, él tenía que sentir que era su propia carne y sangre la que realmente merecía ser sacrificada y Dios debía aceptar al animal como un miserable sustituto de sí mismo.

Este entendimiento del asunto tenía en sí mismo el poder de cambiar la actitud de la persona sobre su vida y su relación con Dios.

La matanza del animal nos enseña que yo tengo que simbólicamente matar a mi lado animal. La sangre que simboliza vida es posteriormente salpicada al costado del altar, que simboliza el servicio a Dios. Explica el rabino Hirsch que partes del animal son luego quemadas en el altar para simbolizar la traída del “fuego divino al mundo”.

Sin embargo, esto sólo funcionaba cuando el pueblo judío estaba viviendo acorde a la voluntad de Dios. En el momento de la destrucción del Templo, muchos judíos estaban haciendo sacrificios sin ninguna intención. Por eso Dios le dijo al profeta: “¿Acaso necesito la grasa de sus carneros?” - como diciendo que si una ofrenda no es sincera, entonces eso es sólo desperdiciar al pobre animal.

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Llamada de Alerta

La parashá comienza con una llamada de alerta: “Y Él llamó a Moshé” (Levítico 1:1). Esa fue la misma voz que Moshé escuchó en el Sinai y en la zarza ardiente. El hecho de que sea delante de una audiencia de millones o de una sola persona, no hace ninguna diferencia para Dios. La voz, sin embargo, no escapó de los confines del Tabernáculo y el pueblo que estaba afuera no la escuchó. Dios siempre transmite en la misma frecuencia, ¡simplemente tienes que ajustar tu receptor para sintonizarte con lo que Él te está diciendo!

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Adam en el Jardín del Edén

Nuestra parashá habla de “una persona que va a llevar una ofrenda a Dios” (Levítico 1:2). El término en hebreo para “persona” que se utiliza en este versículo, no es el común “ish”, sino “adam”. Los sabios dicen que esto es una alusión a Adam en el Jardín del Edén. Tal como Adam no podía llevar un artículo robado como ofrenda, porque todo el mundo le pertenecía a él, así también un sacrificio debía ser llevado solamente a partir de las propias posesiones.

Es común hoy en día escuchar de personas que engañan en los negocios y luego dan una gran donación de caridad. Los sabios utilizan la siguiente analogía. El recolector de impuestos del gobierno fue golpeado y robado por cierto individuo. Cuando se le pidió al abogado del acusado que trajera un testigo en su defensa, él extrañamente llamó al recolector de impuestos al estrado, quien describió en detalle cómo el acusado abuso de él. Los espectadores susurraron “Pobre de él que su testigo defensor se convirtió en su acusador”. Los mismo va a ocurrir en el cielo cuando la caridad que uno da se detenga y proclame que su origen es robado.

No puedes transgredir y esperar hacer una mitzvá al mismo tiempo. Simplemente no funciona.

Más allá de eso, todos los sacrificios deben ser sin defectos. La primera persona que concibió la idea de dar algo simbólico a Dios fue Caín. Pero llevó lo peor de lo que tenía (después de todo, ¡Dios realmente no lo va a comer!). Abel, por el contrario, entendió que cuando llevas algo a Dios, llevas lo mejor, y por eso llevó sus mejores corderos. Dios mandó Su fuego para que consumiera la ofrenda de Abel e ignoró la de Caín.

La Torá dice que los sacrificios producen “una hermosa fragancia para Dios”.

Pregunta: ¿Acaso Dios realmente huele la carne asada?

Respuesta: El sentido del olfato es único. La vista y el oido no necesitan contacto físico y por eso son sentidos más espirituales. El tacto y el gusto requieren contacto y son más físicos. El olfato requiere contacto, pero sólo diminutas partículas entran a la nariz. Entonces, las más mínimos sentimientos de un judío de acercarse a Dios a través de un sacrificio son sentidas por Dios, por así decir, a través del sentido del olfato. (Rabino Hirsch)

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Categorías de Ofrendas

La parashá describe 4 categorías de ofrendas:

  • Ofrenda voluntaria que se quemaba
  • Ofrenda de Paz
  • Ofrenda por pecado
  • Ofrenda por culpa

La primera categoría es Ola, la Ofrenda Voluntaria que se quemaba. A pesar de que no se requirieran, estas ofrendas expiaban por el descuido en el cumplimiento de mandamientos positivos y por pensamientos e intenciones dañinas.

El animal era quemado totalmente, excepto su piel que era dada al Cohén.

El tipo de ofrenda dependía de la capacidad financiera del donante. Había tres opciones:

(1) Animales domésticos: Vacas, cabras u ovejas. La libertad de la que gozan los animales salvajes se contrasta con la subordinación que uno debe sentir en la presencia de Dios.

Estos animales representan diferentes relaciones con Dios. El buey que lleva el arado representa la dedicación de ser un trabajador activo del campo de Dios. El cordero que confía en su pastor representa el hecho de depositar la confianza en Dios. La cabra es conocida por su característica de terquedad, simbolizando a aquél que tercamente rechaza las cosas que lo alejan de Dios.

La historia judía es el relato del martirio de una nación que se niega a comprometer su fe. De esta manera el judío simbólicamente “mata a su animal interno” él mismo y arde con el fuego divino en este mundo.

(2) Aves: Las únicas dos especies permitidas son palomas y tórtolas. La paloma sólo es llevada en su etapa temprana de desarrollo y la tórtola sólo en su estado tardío. (Mientras cambian sus plumas se consideran en la etapa intermedia y por eso ambas especies están descalificadas).

(3) Granos: La ofrenda se hacía de harina de trigo (o cebada en ciertas ocasiones) y horneada como matzá o pan.

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El Procedimiento

Para vacas, cabras y ovejas, el Cohén mataba al animal en el patio del santuario. Luego salpicaba su sangre en el costado del altar (en la parte de abajo). Luego lo descueraba y dividía la carne en pedazos. Cada pedazo (incluyendo el estómago y los intestinos luego de haber sido bien lavados) era salado y luego colocado en forma individual en el fuego del altar hasta consumirse totalmente.

Para las ofrendas de aves, el Cohén utilizaba su larga uña para dividir la cabeza del cuerpo en la parte de atrás del cuello. Luego le quitaba el buche y lo arrojaba al costado del altar (donde era milagrosamente tragado por la tierra). Luego exprimía la sangre contra el costado del altar y separaba sus alas (sin dividirlas totalmente). Finalmente, el ave se abría por la mitad con todas sus plumas y se quemaba en el altar.

Esto se llama “una hermosa fragancia para Dios”.

Pregunta: ¿Has olido alguna vez plumas quemándose? ¡¿Acaso son realmente tan aromáticas?!

Respuesta: La Biblia usualmente utiliza la analogía de un ave para describir a alguien que está sufriendo. Cuando el Rey David huyó de sus enemigos, él se comparó a sí mismo a un ave tratando de evitar todas las trampas y los peligros que le habían puesto. El pobre hombre que no puede pagar un toro o un cordero lleva un ave. Su vida está llena de lucha y sufrimiento. Dice la Torá, él también puede acercarse a su Creador con una ofrenda de ave. Incluso si te quitan la cabeza, te despedazan y exprimen toda tu sangre. Con cada última gota de sangre puedes arder en el fuego divino en el mundo. Esto significa que incluso en un estado de sufrimiento uno puede acercarse a Dios.

Pregunta: ¿Por qué no le quitamos las plumas antes de quemar al ave para evitar el terrible olor a plumas quemadas?

Respuesta: El Talmud dice que la persona promedio ve al toro o cordero de la persona rica utilizando tanto espacio en el altar mientras que su ave es tan pequeña. Esto le puede causar vergüenza. Para aliviar su bochorno, nosotros abrimos su ave con todo su plumaje real. El hecho de que a una persona se le evite una vergüenza es lo que causa esa “¡hermosa fregancia para Dios!”.

Para las ofrendas de granos, el Cohén combinaba harina fina, aceite de oliva y francoincienso. Un puñado de harina y aceite se separaba para el Cohén y era quemado en el altar. Los restos se horneaban para hacer pan y eran comidos por el Cohén. Las ofrendas de granos se preparaban utilizando un horno, un sartén poco profundo o un sartén profundo. Los diferentes tipos se diferenciaban por la cantidad de aceite usada.

La ofrenda de comida simboliza el dedicar la existencia física a Dios – desde la necesidad de harina para hacer pan hasta los lujos del aceite. Los utensilios de cocina utilizados al hornear el pan también confirmaban relaciones básicas – los variados sartenes tenían diferentes proporciones de aceite y harina para simbolizar hasta que punto los lujos y las necesidades propias juegan su rol.

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Ofrendas de Paz

Una persona que no había pecado pero tenía un sentimiento positivo y quería relacionarse con Dios a partir de esa buena sensación, llevaba una ofrenda de paz. La ofrenda consistía de una vaca u oveja macho u hembra. Las grasas se quemaban en el altar, algunas partes se le daban al Cohén y el resto se lo comía el donante. De esta forma, todos estaban felices de tener su porción, sumando una medida de paz al mundo.

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Ofrendas por Pecados

Sólo los pecados severos – cometidos sin intención – se expiaban con una ofrenda de pecado, una oveja o cabra hembra. “Sin intención” significa que la persona no estaba consciente de la prohibición.

Si los líderes judíos cometían un error y causaban que el pueblo pecara sin intención, ellos debían llevar una ofrenda especial. Esto aplicaba al Sumo Sacerdote, al rey y al Sanedrín (corte suprema).

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La Ofrenda de Pecado (Graduada)

Por 3 transgresiones, el donante tenía opción basada en su capacidad financiera:

(1) Alguien que negó tener conocimiento cuando le pidieron que atestiguara sobre un evento que presencio e hizo una promesa sobre eso. Ahora quiere expiar por eso.

(2) Alguien que entró por error al santuario o comió ofrendas en estado de impureza espiritual y posteriormente descubrió su error.

(3) Alguien que por olvido rompió una promesa y luego descubrió su error.

Para una persona rica, la ofrenda es una hembra de cordero o cabra. Una persona promedio llevaba dos aves. Y una persona pobre llevaba una ofrenda de granos.

El común denominador de estas tres transgresiones es una negación de conocimiento – ya sea un testimonio, el propio estado espiritual o una promesa. La Torá considera esto tan grave que se requiere una expiación inmediata. No puede esperar hasta poder pagar la ofrenda regular de pecado tal como se hace con otras transgresiones, sino que debe expiar en ese momento incluso si solo va a llevar aves o comida. (Rabino Hirsch)

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La Ofrenda por Culpa

Por ciertas transgresiones, se requiere llevar una ofrenda adicional llamada Ofrenda por culpa:

(1) Alguien que sin intención tuvo beneficio del Templo o de alguno de sus utensilios o comidas.

(2) Alguien que robó dinero o negó haber recibido un préstamo o una garantía, e hizo una falsa promesa (intencionalmente) por ese tema. Al admitir su culpa, la persona debe compensar el dinero que robó y además agregar una multa de un quinto y llevar una ofrenda de culpa.

(3) Alguien que no está seguro si cometió una trasgresión. Ejemplo: grasa casher y no casher estaba en frente de él y comió de una de ellas sin saber de cual.

Las ofrendas de culpa expían hasta que la persona puede determinar si realmente pecó. En cuyo caso luego debe llevar una ofrenda de pecado regular (por transgresiones severas).

Todo el libro de Levítico nos enseña cómo mantener a Dios con nosotros. Las ofrendas son un primer símbolo de esta relación especial.

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