Que “El Lugar” Te Consuele

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Cómo las palabras tradicionales del judaísmo para consolar a un doliente, pueden llegar al lugar más profundo.

Una de las tareas más difíciles que alguien puede enfrentar es la de brindar consuelo a alguien que acaba de perder a un ser querido. Encontrar las palabras correctas es a menudo una experiencia frustrante y vergonzosa.

Demasiado a menudo, el bien intencionado amigo o pariente queda reducido a verdades eternas como: “Bueno, ¡era realmente un buen hombre!” O: “Ya lo superaste, ¿no?”.

En ocasiones como estas, hasta los más fervientes defensores de la expresión personal creativa toman un libro de plegarias y recitan la fórmula tradicional:

    HaMakom Ienajem etjem betoj shear avelei Tzión veYerushaláim.

    Que el Omnipresente los consuele entre los demás dolientes de Sión y Jerusalem.

Al igual que cualquier plegaria o bendición, esto puede ser dicho en el lenguaje nativo de quien lo recita, pero es preferido el hebreo. Al principio, esta preferencia por el hebreo sólo parecer agregar incomodidad a un momento ya doloroso pero, como veremos, la belleza y profundidad del lenguaje de la Torá ofrece una perspectiva única sobre nuestra confrontación con la mortalidad.

Eliminando el Dolor

Para los principiantes: ¿No es extraño que recurrimos a Dios para consolar al doliente? Después de todo, ¿no es la persona visitando al doliente la que se supone que debe estar consolando?

La respuesta es que nuestra capacidad humana para sentir empatía con la aflicción es limitada. Sólo quien realmente entiende y aprecia la pérdida de la persona puede ofrecer consuelo. ¿Y quién de nosotros puede ponerse en el lugar de alguien que acaba de pasar los últimos seis meses con un padre muriendo de cáncer, o de alguien cuyo bebé acaba de morir repentina e inexplicablemente por SMSL (Síndrome de muerte súbita del lactante), o cuyo ser querido fue volado en pedazos por un terrorista suicida en un café de Jerusalem?

Quién de nosotros puede ponerse en el lugar de alguien que acaba de pasar los últimos seis meses con un padre muriendo de cáncer

Sólo Dios, que conoce los secretos del corazón, es realmente capaz de medir la profundidad de tal pesar, y de brindar consuelo.

De hecho, la capacidad humana de ser consolado difícilmente es explicable. Dicen que el tiempo cura todas las heridas. Pero no es verdad. Algunas personas nunca se recuperan de su pérdida. El patriarca bíblico Yaakov hizo duelo por su hijo Yosef durante 22 años, creyendo equivocadamente que había sido asesinado por un animal. Yaakov dejó de hacer duelo sólo cuando descubrió que Yosef estaba vivo en Egipto. Hasta ese momento, no pudo olvidar a su hijo “perdido”.

Esto es porque el dolor de la pérdida decrece sólo por decreto Divino, y eso sólo ocurre cuando la persona realmente está muerta. El decreto no tuvo efecto en Yaakov porque su hijo no estaba muerto.

El consuelo no es un proceso natural. Ni el paso del tiempo, ni la incomodidad, ni los gestos bien intencionados de los demás pueden remover la memoria o eliminar el dolor. Es por eso que le pedimos a Dios que consuele – porque nosotros no podemos.

Recompensa Eterna

¿Pero por qué utilizamos la palabra “HaMakom” – el Omnipresente (literalmente, “El Lugar”)? Es uno de los muchos nombres de Dios, y no es el que utilizamos normalmente en las bendiciones. ¿Quizás “HaRajamán,” el Misericordioso, sería más apropiado?

Dios está en todos lados, es verdad. Pero una persona que ha perdido a un ser querido a menudo siente que ha sido abandonada por Dios, que Dios no está en donde él está. Entonces, le decimos al doliente que “HaMakom” lo consuele: rezamos para que sea bendecido con una renovada conciencia de la presencia de Dios, incluso en el lugar azotado por la pena en el que se encuentra ahora – porque también ese lugar es HaMakom, el lugar de Dios.

HaMakom asevera que Dios está en todos lados y en todas las cosas: en lo físico y en lo espiritual, en la materia y en la energía. Todo esto conforma la unicidad de Dios.

La contemplación de HaMakom durante un momento de dolor, y acercarse a él, pueden confortar al doliente con el entendimiento de que la muerte física de su ser querido es sólo una parte de un todo más grande. Al igual que su vida fue parte del plan de Dios, también lo fue su partida de este mundo hacia otro más real.

Al final de la vida, toda alma retorna a su Makom, a su lugar único en el mundo.

La vida después de la muerte ha sido siempre una creencia esencialmente judía. Tradicionalmente, la idea de que su ser querido ha sido sacado de este mundo de oscuridad y ha sido llevado a un mundo de luz eterna, a la recompensa escondida para los justos en el Jardín del Edén, ha sido un gran consuelo para el doliente.

En la realidad espiritual, nada se pierde: Ni el propósito único del ser querido, ni su bondad y ni siquiera su existencia real. El alma continúa existiendo eternamente. Y, al final de la vida, toda alma retorna a su Makom, a su “lugar” único en el “mundo”.

Nosotros le decimos al doliente: Si pudieras ver “El Lugar” en donde la persona fallecida se encuentra ahora, estarías confortado.

Paz En Israel

La segunda mitad de la bendición – “entre los demás dolientes de Sión y Jerusalem” – también requiere explicación. Después de todo, ¿Cuál es la conexión entre “El Lugar” y el duelo por la tierra judía?

Israel también es HaMakom, es el lugar en la Tierra separado por Dios para ser la Tierra Santa. Los Sabios dicen que la Tierra de Israel es una de las tres cosas (junto con la Torá y el Mundo Venidero) que se adquieren con sufrimiento.

Entonces todo el sufrimiento del pueblo judío en Israel hoy en día debería ser una forma de consuelo. Porque en virtud de la terrible pérdida de tantos judíos justos e inocentes, nos acercamos a la adquisición de “El Lugar” que Dios nos prometió – por siempre y en paz.

Fuentes: Lekaj Tov, Kli Yakar, Rav E. Dessler, Rav Shmuel Geller, Rav Gavriel Kleinerman.

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