13 Reasons Why: Suicidio adolescente y judaísmo

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La controversial serie está generando una saludable discusión respecto a temas fundamentales, pero muchas personas no deberían verla, bajo ninguna circunstancia.

No soy un televidente típico de Netflix, no me gustan las películas. Además, siendo judío observante, padre de ocho y un súper ocupado psicólogo, simplemente no tengo tiempo disponible. Sin embargo, cuando me pidieron mi opinión profesional sobre una reciente controversia alrededor de la serie popular 13 Reasons Why (Por trece razones), me inscribí para una suscripción gratuita de 30 días y me devoré la mayoría de los episodios.

Basada en la novela de 2007 de Jay Asher, la serie se enfoca en una estudiante universitaria, Jana Baker, que acaba de morir por suicidio. Previo a su muerte, Jana grabó una serie de cintas detallando su camino hacia el suicidio y los individuos que consideró responsables. La película es tanto realista como bien ejecutada, con una trama cautivante y personajes interesantes.

Siendo psicólogo de niños y adolescentes, estoy bastante familiarizado con las lúgubres realidades de nuestro tiempo y he escuchado suficientes historias de bullying, acoso sexual y depresión. Sin embargo, ver la representación realista y gráfica fue sorprendente, recordándome la observación talmúdica de que “no se puede comparar oír con ver”. También aprecié el obvio énfasis de la serie en la importancia de la bondad y la inclusión, así como los trágicos resultados de su ausencia. Espero que esta serie sea un trampolín para generar conversación y discusión saludable respecto a estos importantes temas.

Sin embargo, a pesar de sus positivas contribuciones, esta serie generó una amplia controversia. Muchos profesionales de la salud mental expresaron preocupación respecto a mostrar escenas de ataques sexuales en múltiples raccontos, así como la naturaleza gráfica de la escena del suicidio, que quizás le da glamor a su muerte. Potencialmente, esto puede llevar a personas, adolescentes en particular, que sufrieron experiencias similares, a decisiones de este tipo. Los críticos también están preocupados por un mensaje sutil, que es que el suicidio es una forma de volverse popular, así como de vengarse. Esto se relaciona con la tan expresada preocupación por el efecto Werther o efecto copycat, el bien documentado fenómeno que muestra que darle mucha atención al suicidio se asocia con ascensos en las tasas de suicidio.

Niños menores de 16 años, personas emocionalmente frágiles y quienes sufrieron ataques sexuales o se lastiman a sí mismos, no deberían ver esto.

En mi opinión, lo mejor es que los padres adopten un enfoque medio, equilibrado. Hay que ser consciente de los peligros y, al mismo tiempo, reconocer la oportunidad para tratar desafíos difíciles y prevalentes. En consecuencia, recomendaría que las siguientes personas no vieran esta serie bajo ninguna circunstancia: niños menores de 16 años, personas emocionalmente frágiles y quienes sufrieron ataques sexuales o se lastiman a sí mismos. Esta serie será simplemente demasiado estimulante para ellos. De la misma forma, quienes tienen una inclinación más conservadora o religiosa que buscan proteger a sus niños (y a ellos mismos) de lo profano, la sexualidad intensa y la agresión, deberían pasar por alto esta oportunidad.

Por otro lado, puede que los adolescentes maduros y más liberales toleren e incluso crezcan con esta serie, particularmente si la ven junto a adultos responsables que están preparados para hablar sobre temas difíciles.

Esas difíciles discusiones pueden involucrar una combinación de temas relacionados con la moral, el judaísmo y la salud mental. Mientras que la serie enfatiza la gran carga que un suicidio pone sobre los seres queridos, el judaísmo lo ve como algo más fundamental: es sobre la santidad de la vida humana. Si bien una enfermedad mental no es justificación para acabar con la vida propia, si ocurriera, se asume que la persona no estaba en control de sus acciones y se deja el resto a Hashem.

Todo padre es responsable de concientizarse sobre los desafíos mentales y de aprender a tratarlos. Si tienes un hijo adolescente, probablemente conozcas los altibajos emocionales presentes en esa etapa. Sin embargo, puede que sea difícil diferenciar entre una tristeza ocasional y algo más serio que necesita tratamiento inmediato. Dos factores que pueden indicar una mayor gravedad son cambios intensos o repentinos.

Además, si encuentras que los síntomas permanecen más de dos semanas, y si afectan el funcionamiento diario de tu hijo, puede ser un indicativo de algo más serio. Esos síntomas incluyen sentirse triste, desesperanzado, irritable, perder el interés en actividades que se disfrutaban, cambio en los hábitos de sueño o alimentación y problemas para pensar o prestar atención, incluso en cosas que antes disfrutaban. Además de lo dicho, quienes sufren depresión clínica pueden pensar o hablar sobre muerte y tener pensamientos sobre herirse o suicidarse.

Es nuestra obligación parental no ignorar las señales de advertencia.

Incluso cuando un padre astuto nota que un hijo atraviesa algo más serio, el niño no siempre lo admitirá. Muchos adolescentes deprimidos son incapaces de expresar sus sentimientos o sienten vergüenza de hacerlo. En esos escenarios, es crucial desarrollar una relación con el niño, que lo alentará a hablar y le facilitará continuar la comunicación o aprovechar la ayuda. Es importante escuchar con atención cuando hablan y separar un tiempo al día para hacer algo juntos y hablar.

Lo más importante: es nuestra responsabilidad parental no ignorar las señales de advertencia. Estas pueden incluir comportamiento irracional, amenazas de suicidio (incluso indirectas), obsesión con la muerte, escritos que hacen referencia a la muerte o una sensación abrumadora de culpa o rechazo. Si notas alguna de estas señales, no lidies con ellas por tu cuenta. En cambio, consigue de inmediato ayuda profesional. Hay muchos tipos de tratamientos, basados en evidencia, que pueden ayudar. Estos incluyen psicoterapia: como por ejemplo terapia de conducta cognitiva, terapia de comportamiento dialéctico y psicoterapia interpersonal. Además, los medicamentos pueden ser una gran ayuda para quienes sufren depresión.

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