En Honor a un Grande de Israel

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Lo que aprendí de Rav Nosson Tzvi Finkel zt''l.

El 8 de noviembre pasado, el mundo judío perdió a uno de los rabinos más grandes de esta generación, Rav Nosson Tzvi Finkel, Rosh Ieshivá de Mir en Jerusalem.

Durante el tiempo que estudié en Ieshivat Mir, tuve 3 veces la oportunidad de estar cerca de Rav Nosson Tzvi Finkel zt''l. Cada una de esas veces aprendí algo de él que me servirá para el resto de mi vida.

La primera vez fue cuando quise entrar a estudiar a la Ieshivá.

Mir es una Ieshivá donde estudian más de 6.000 personas y a pesar de que cuenta con varios edificios en el barrio Beit Israel de Jerusalem, el espacio es limitado y no se puede aceptar a toda persona que quiera estudiar ahí.

Para poder estudiar en Mir hay que entrevistarse personalmente con el Rosh Ieshivá y luego de una breve reunión, él mismo decide si uno está aceptado o no.

El día que fui a mi entrevista había decenas de personas esperando al Rav, y tuve que esperar casi toda la mañana hasta que llegó mi turno. Cuando entré, vi al Rav sentado en la cabecera de una mesa, y me hizo un gesto para que me sentara al lado de él.

Me senté y me miró con cara de ¿y?, como diciéndome empieza a decirme por qué estas acá. Le conté en pocas palabras quien era yo, donde había estudiado antes y quién era mi rabino para que tuviera un poco de antecedentes míos. Mi hizo unas cuantas preguntas, luego pensó un poco y finalmente escribió en mi papel "aceptado".

Salí de ahí estaba con esa sensación de no poder creer lo que te esta pasando. Primero porque fui aceptado en la Ieshivá y segundo porque había estado sentado conversando con el Rosh Ieshivá de Mir, uno de los rabinos más grandes del mundo, y me acababa de dar la mano y me había deseado éxito en mis estudios.

Luego pensé, ¿Por qué el Rosh Ieshivá de la Ieshivá más grande del mundo gasta parte de su valioso tiempo en entrevistar a los nuevos postulantes? ¿No debería tener una comisión de admisión, algunos rabinos de confianza que hicieran ese trabajo por él?

Me imaginé como si yo estuviera postulando a un trabajo en Microsoft y la persona que me viene a entrevistar es Bill Gates, o que cuando una persona quiere postular a un Master en Harvard, lo entreviste el Director General de la Universidad. Esas cosas simplemente no pasan.

Si quieres trabajar en una gran empresa (digamos de algo así como 6.000 empleados), debes postular primero por Internet, luego si eres seleccionado, te llaman y debes pasar por una entrevista personal con algún empleado del departamento de recursos humanos, si pasas esa entrevista probablemente te van a llamar a otra entrevista más con alguno de los gerentes de área y si pasas todas esas etapas, vas a ser aceptado para el trabajo. Probablemente el gerente general nunca te va a ver y puede ser que ni siquiera sepa que tú existes aunque trabajes por 20 años en la compañía.

Él hacía contacto con cada uno de sus 6.000 alumnos y se preocupaba de cada uno de forma individual. Todos éramos sus hijos.

Rav Nosson Tzvi Finkel no estaba dispuesto a eso. Él tenía que conocer a cada uno de sus alumnos. ¿Por qué? Porque él se preocupaba de cada uno de sus alumnos y ¿cómo te puedes preocupar por alguien que no conoces? Él hacía contacto con cada uno de sus 6.000 alumnos y se preocupaba de cada uno de forma individual. Todos éramos sus hijos. Una vez el Rav dijo "No se si recuerdo todos los nombres, pero estoy seguro que a todos los quiero".

La segunda vez que lo vi fue cuando estaba estudiando en una de las salas de estudio de la Ieshivá, donde había más de 600 personas. De pronto entró el Rav a dar una clase de Talmud.

En Mir, hay muchos grupos de estudio que estudian en diferentes salones de los varios edificios que tiene la Ieshivá. Cada grupo tiene un Rav que hace clases todos o algunos días a la semana. Generalmente todos los grupos estudian los mismos temas al mismo tiempo.

El Rosh Ieshivá daba conferencias en cada uno de los salones de estudio de la Ieshivá sobre alguno de los temas que se estaban estudiando en ese momento.

Cuando lo vi, no lo podía creer.

El Rosh Ieshivá tiene la responsabilidad de juntar todo el dinero necesario para que la Ieshivá pueda funcionar. El Rav tenía que viajar varias veces al año fuera de Israel para juntar el dinero, varios millones de dólares al año. Solamente piensa en las cuentas de agua, luz y gas de varios edificios, comida para 6.000 personas, salarios de rabinos, pago de arriendos, pago de dividendos de los edificios comprados, deudas de meses anteriores y sobre esto, becas para los estudiantes.

También, es el encargado de darle dirección a la Ieshivá. Decisiones como si comprar otro edificio o no, planes de cómo aumentar la cantidad de alumnos que estudian en la Ieshivá y mil otras cosas que una institución de ese tamaño requiere para funcionar.

Y a pesar de todas estas responsabilidades, dedicaba mucho de su tiempo a preparar clases en temas muy profundos de estudio de Talmud, y a enseñar frente a cientos de personas cada semana. ¿Cómo podía tener tiempo y tranquilidad mental para estudiar y para preparar las conferencias con todas las obligaciones y preocupaciones que tenía?

Él era un ejemplo de que lo importante no puede ser desplazado por lo urgente.

Él era un ejemplo de que lo importante no puede ser desplazado por lo urgente. Muchas veces nosotros sabemos que hay cosas muy importantes que tenemos que hacer en nuestro trabajo o con nuestra familia y sin embargo no las hacemos, ¿por qué? Generalmente porque no tenemos el tiempo para hacerlas. Las cosas urgentes de la vida no nos dejan tiempo para hacer las importantes.

Si bien de él dependían muchas cosas que le podrían haber consumido todo su tiempo, él tenía claro que todos sus esfuerzos eran para poder estudiar Torá y para que la gente de la Ieshivá pudiera estudiar Torá. Él daba el ejemplo, a través de su estudio y sus clases, mostrando que a pesar de todo lo que él tenía que hacer y todas las responsabilidades y preocupaciones que tenía, el estudio era lo más importante.

La tercera vez que lo vi fue en una clase que dio, en otro de los edificios de la Ieshivá. Yo recién me había cambiado a esa sala de estudio y no sabía que en ese edificio las conferencias eran en idish. Yo había tenido que aprender algunas palabras en idish porque es un idioma muy hablado entre la gente que estudia Torá, pero no estaba al nivel de poder entender una clase de Talmud, analizando los detalles más escondidos de los casos que se estudian para poder establecer la Halajá (las leyes que se obtienen del estudio de la Torá).

Cuando entró el rabino, todos nos paramos y esperamos que llegara a su asiento. Luego que él se sentó, nos sentamos nosotros también y me preparé para escuchar la clase.

Para mi sorpresa, el rabino empezó a hablar en idish y no entendía nada de lo que decía. Por respeto al rabino no salí de la sala y me quedé toda la conferencia sentado ahí.

Empecé a tratar de estudiar en mi puesto lo que estaba estudiando hasta antes que entrara el rabino, pero no podía concentrarme. Entonces decidí simplemente invertir mi tiempo en ver como el Rosh Ieshivá daba la clase.

Rav Nosson Tzvi Finkel, asumió como Rosh Ieshivá en el año 1990. Ya en ese entonces él sufría de Parkinson.

El Rav no podía controlar los movimientos de su cuerpo. Se movía tan bruscamente que no podía caminar sólo y se trasladaba casi siempre en una silla de ruedas o con un asistente que lo agarraba de ambas manos y lo ayudaba a caminar. Sufría de constantes temblores y espasmos.

Cuando daba una clase con micrófono, era muy difícil entender lo que decía, dado que producto de los incontrolables movimientos de su cuerpo no podía mantenerse cerca del micrófono todo el tiempo.

Solamente ver la tremenda dificultad que tenía para mover su mano desde la mesa hasta el sombrero y agarrarlo era suficiente para entender la gravedad de su enfermedad.

Su sombrero estaba a punto de caérsele varias veces durante las clases y él lo sostenía con su mano para que no saliera volando. Solamente ver la tremenda dificultad que tenía para mover su mano desde la mesa hasta el sombrero y agarrarlo era suficiente para entender la gravedad de su enfermedad.

Si bien existen remedios que hacen más soportable esa enfermedad, él se negó siempre a tomarlos dado que tenían como efecto secundario la pérdida de memoria y dificultad para estudiar.

Varias veces le dijo a uno de sus alumnos que prefería estar enfermo toda su vida antes que perder la memoria y no poder estudiar Torá.

El Rav, a pesar de su avanzada enfermedad, seguía siendo el Rosh Ieshivá, seguía enseñando, seguía entrevistando a cada uno de los postulantes y seguía viajando en avión varias veces al año para recaudar los fondos necesarios para mantener la Ieshivá.

Tal como dijo uno de sus hijos en su discurso antes del funeral, "Cualquier persona que conoció a mi papá, no puede volver a decir no puedo".

Estas y muchas enseñanzas más son las que deben haber generado que más de 100.000 personas hayan asistido a su funeral y que cientos de miles hayan sufrido con su partida.

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