Ciencia
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El mayor desafío para nuestra fe no es otra fe, sino la falta de fe.
Mis padres me dijeron muchas veces cuánto temían la temporada de Navidad.
Viviendo en un pequeño shtetl en Polonia, ellos sabían qué esperar. El sacerdote de la parroquia local daría su sermón lleno de improperios en contra de los judíos quienes fueron declarados culpables del crimen de deicidio, responsables de la brutal crucifixión de su dios, y por lo tanto justos merecedores de cualquier castigo que les fuera otorgado.
No es una sorpresa que la alegre época navideña significaba justamente lo contrario para los judíos vecinos. Los días que supuestamente debían ser dedicados a la "bondad", muy a menudo estaban llenos de pogromos, palizas, y violentas demostraciones antisemitas.
Gracias a Dios, aquellos días ya son parte del pasado. Hoy en occidente hay tolerancia religiosa tanto por ley como por cultura. Los cristianos y los judíos son respetuosos de la religión de cada uno, y mientras que cada cierto tiempo un incidente aislado puede estropear las relaciones amistosas entre estas religiones, hemos en general aprendido a convivir en una sociedad pluralista.
Debido a las rarezas del calendario judío, Navidad y Janucá pueden coincidir o aparecer en una variedad de diferentes permutaciones, pero casi siempre, tanto los cristianos como los judíos celebran sus respectivas tradiciones en diciembre.
Y ese "conflicto de calendario" parecer molestarles a algunos judíos. Por supuesto nuestro problema con Navidad no es nada comparado con el que afligía a mis padres en Polonia. La única forma en la que somos agredidos hoy en día es a través de nuestros tímpanos, que se ven forzados a soportar los aparentemente interminables villancicos y canciones de Navidad que se han transformado en pan de cada día. No hay intentos de conversiones forzadas. Nadie nos hace poner una réplica en miniatura del árbol de Navidad en nuestros salones. Nadie nos golpea porque elegimos no saludar a otras personas con un alegre "Feliz Navidad". Pero aún así…
Lo escucho todo el tiempo. Judíos verbalizando su descontento en contra de las exposiciones públicas de observancia cristiana. Judíos preocupados de que de alguna manera el Santa Claus de una tienda vaya a corromper a sus hijos. Judíos en el frente, protestando contra cualquier expresión de religiosidad que provenga de aquellos con un sistema de creencia diferente al nuestro. La Navidad, afirman ellos, es por definición una amenaza al judaísmo y al pueblo judío.
Y yo pienso que ellos están equivocados.
Sí, hemos sido suficientemente sabios como para proponer la separación entre iglesia y estado. Nosotros conocemos el peligro de gobiernos favoreciendo una religión por sobre otra. Pero en América, donde yo vivo, la intención de los Padres Fundadores nunca fue negar la importancia de cualquier religión. Estados Unidos se identifica a sí misma como "una nación bajo Dios". La creencia en un poder superior ha sido la fuente de nuestra bendición divina. Y como judíos yo pienso que deberíamos reconocer que hoy en día la amenaza más grande para nuestra fe no es otra fe, sino la falta de fe. Nuestro temor más grande no debería ser “aquellos que veneran de una forma diferente” sino “aquellos que burlonamente rechazan la idea de venerar a un poder superior”.
Hoy en día la amenaza más grande para nuestra fe no es otra fe, sino la falta de fe.
Hoy en día nuestros hijos son amenazados por el espíritu del secularismo más que por canciones dedicadas a proclamar la noche santa. Vivimos en una época en la cual millones de lectores devotos devoran los trabajos récord de ventas de Christopher Hitchens, God Is Not Great: How Religión Poisons Everything (Dios no es genial: Cómo la religión envenena todo), tanto como The Portable Atheist: Essential Reading for the Nonbeliever (El ateísta portátil: Lectura esencial para el no creyente).
Vivir entre cristianos que demuestran compromiso con sus creencias religiosas es, en mi opinión, un ejemplo mucho mejor para mis correligionarios que un estilo de vida secular determinado exclusivamente por elecciones hedonistas.
Rodeado de celebraciones de Navidad, nunca he tenido dificultad para explicarle a mis hijos o a mis alumnos que aunque compartimos con los cristianos una creencia en Dios, tenemos caminos diferentes en términos de observancia. Ellos son una religión de creencia y nosotros somos una religión de acción. Ellos creen que Dios se convirtió en hombre. Nosotros creemos que el hombre debe luchar por hacerse más y más parecido a Dios.
Nosotros diferimos en innumerables formas. Sin embargo la Navidad nos permite recordar que no estamos solos en nuestro reconocimiento del Creador del universo. Tenemos fe en un poder superior.
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Para ser completamente honestos, la época de Navidad ha sido responsable de ciertos resultados judíos muy positivos. Esta es la época en que muchos judíos, en virtud de la preocupación y compromiso de sus vecinos con su religión, se motivan a preguntarse a sí mismos qué es lo que saben de su propia religión. Comenzar a preguntarse por qué no celebramos la Navidad es dar el primer paso en el camino del autoconocimiento judío.
A mis padres se les "recordó" que eran judíos a través de la fuerza y la violencia. Nuestros recordatorios son mucho más sutiles, sin embargo presentes. Y cuando los judíos se toman la molestia de buscar la alternativa judía a la Navidad y quizás por primera vez descubrir los hermosos mensajes de Janucá y del judaísmo, su encuentro forzado con la festividad de otra fe puede terminar concediéndoles la santidad de una festividad judía propia.
Así que esta Navidad, agarren un buen libro judío o asistan a clases de judaísmo y exploren las diferencias filosóficas claves entre el judaísmo y el cristianismo.
Pueden llamarme ingenuo, pero hoy en día realmente me encanta esta época. Ya que en conjunto, todas las personas de buena voluntad se unen en la tarea de poner lo sagrado por sobre lo profano.
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