La industria de la belleza vs. el recato

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Cómo los medios de comunicación están destruyendo nuestra autoestima, y qué podemos hacer al respecto.

Hace poco, Jenifer asistió a la fiesta de cumpleaños de una “diva”. Además de recibir bolsas de regalos que contenían cintas para el pelo muy de moda, ella y sus amigas hicieron su propio brillo para labios y gel brillante para el cuerpo.

Jenifer tiene cinco años.

Desde que Adam y Eva desperdiciaron la profundidad en manos de la superficialidad, la sociedad ha estado obsesionada con lo físico. Esta obsesión nos rodea – en carteleras, comerciales, anuncios de Internet, revistas populares y aparentemente, incluso en fiestas de cumpleaños del jardín de infantes. Es el aire que respiramos. Y estamos sufriendo – especialmente las mujeres. Mucho más que los hombres, las mujeres se convierten a sí mismas en objetos, evaluándose en base al atractivo externo en lugar de las cualidades internas. Y chicas cada vez más jóvenes piden no sólo cosméticos, sino también cirugía plástica.

Del mismo modo, las mujeres están exponiendo cada vez más sus cuerpos para sentirse bien consigo mismas. Como el cuerpo define nuestra imagen propia, perfeccionarlo ha evolucionado de ser una preocupación femenina a convertirse en el objetivo de vida de muchas mujeres jóvenes.

El mundo religioso judío no es inmune. Puede que las chicas y mujeres judías observantes muestren menos piel que las demás, pero el cuerpo está ocupando su mente cada vez más – y la tzniut (el recato) cada vez menos. Muchas están atrapadas en una guerra entre el valor judío de restarle importancia al cuerpo y el ideal secular de exhibirlo.

Los medios de comunicación son los mayores culpables.

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La delgadez inducida por los medios de comunicación

Los medios de comunicación son una de las influencias más penetrantes del mundo. Sólo en los Estados Unidos, los publicistas gastan más de 250.000 millones de dólares al año. La publicidad es nuestra cultura - y está promoviendo nuestra obsesión por el cuerpo.

La mujer “perfecta” en los anuncios publicitarios de hoy parece (y a veces es) anoréxica.

La mujer “perfecta” en los anuncios publicitarios de hoy parece (y a veces es) anoréxica. Ya en el año 2000, la típica modelo era 17 centímetros más alta que la mujer promedio, pero pesaba 23% menos. Demasiado para ser un ideal alcanzable.

Sin embargo, este es el patrón en base al cual las chicas y las mujeres juzgan sus cuerpos. En 1999, un estudio en chicas de quinto a duodécimo grado reveló que mientras que sólo el 29% de ellas tenía sobrepeso, el 66% quería perder peso. Y la angustia por el cuerpo nos persigue hasta la adultez.

Una encuesta de la revista Glamour encontró que mientras que sólo un cuarto de las mujeres de entre 18 y 35 años estaban excedidas de peso, tres cuartos creían que lo estaban. Y más impactante aún: cerca de la mitad de las que estaban debajo del peso normal pensaban que eran gordas. Perder entre 5 y 8 kilos era más importante para ellas que tener éxito en las relaciones o en el trabajo.

La mayoría de las mujeres sufre de una auto-imagen extremadamente deformada que las hace criticar sus cuerpos sin razón. Y cuanto más se exponen a los medios, peor se sienten.

Tal vez quienes más distorsionan la percepción propia son las revistas para mujeres. De las estudiantes mencionadas arriba, las lectoras de revistas de moda estaban mucho más influenciadas por los ideales de peso de los medios e inclinadas hacia la dieta. Asimismo, las mujeres en edad universitaria expuestas a los anuncios que muestran modelos ultra delgadas tenían baja autoestima, peor ánimo y más depresión que las demás – especialmente si ya estaban descontentas con sus cuerpos, como lo está la gran mayoría de las mujeres hoy.

La televisión no es menos insidiosa. El ejemplo más dramático es el de la isla de Fiyi. Los nativos creían que ser gordo era algo hermoso. Las mujeres voluminosas eran consideradas atractivas, nadie hacía dieta, y “has ganado peso” era un cumplido. Sin embargo, en 1995, llegó allí la televisión. Después de sólo tres años de mirar los programas y los comerciales norteamericanos de mayor audiencia, el 29% de las chicas adolescentes estaba en un alto riesgo de desarrollar un desorden alimenticio, y el 15% había vomitado después de comer al menos una vez. En el 2007, el 45% había vomitado en el último mes. Hoy, los desórdenes alimenticios en Fiyi están fuera de control.

Promocionando la obsesión por el cuerpo

La publicidad no sólo vende productos. Vende imágenes e ideas, sentimientos y deseos, sueños y valores. Vende conceptos de amor, éxito y normalidad. En resumen, nos vende un “yo” que necesita lo que se está publicitando.

Este “yo” es definido por lo exterior. Las imágenes superficiales de mujeres bellas y delgadas recompensadas con vidas fabulosas se convierten en parte de nuestra mente. Internalizamos el mensaje de “yo soy mi cuerpo, y perfeccionarlo y mostrarlo es la clave para la felicidad”. Y como este “yo” está vacío, somos más propensos a comprar los productos para llenarnos.

No somos lo suficientemente delgadas, nuestros estómagos no son lo suficientemente planos, nuestros labios no son lo suficientemente rellenos, nuestro pelo no es lo suficientemente brillante.

Pero eso no es todo. Luego los publicistas “venden defectos”: No somos lo suficientemente delgadas, nuestros estómagos no son lo suficientemente planos, nuestras figuras no están lo suficientemente “esculpidas” (¡como si las mujeres fueran esculturas!), nuestros labios no son lo suficientemente rellenos, nuestro pelo no es lo suficientemente brilloso, nuestras pestañas no son lo suficientemente largas – en otras palabras, no somos lo suficiente. Mientras que los hombres también son vulnerables a los mantras mediáticos (sus abdominales no son lo suficientemente firmes, sus bíceps no están desarrollados lo suficiente, etc.) las mujeres son más susceptibles. La pubertad alimenta el cerebro de las chicas con hormonas que las programan para obsesionarse con su apariencia, y si bien esta fijación disminuirá, su apariencia seguirá siendo una gran preocupación. Además, las mujeres son altamente sensibles a los mensajes sociales. Por eso, los publicistas consultan psicólogos, sociólogos, antropólogos, investigadores del comportamiento, etc., sobre cómo estimular la ansiedad femenina. Y han sido bastante exitosos: hace más de dos décadas atrás, la mayoría de las mujeres estaban infelices con su aspecto, y las que eran consideradas “bonitas” estaban tan tristes como las consideradas “simples”. La inseguridad femenina sigue viva y coleando.

Una vez que estamos insatisfechas con nuestra apariencia, los publicistas nos venden “la convicción fundamental de la cultura occidental”: Toda y cada parte de nuestro físico puede y debe ser perfeccionada y mejorada, hasta re-creada (de hecho, las mujeres que anuncian esos productos son “re-creadas” hasta el punto en que sus fotos apenas se parecen a su verdadero yo). Y sus productos prometen eso. La industria de la cosmética nos dice que “La belleza real viene de adentro: de adentro de botellas, potes y tubos”.

La industria de la belleza necesita que “no lo hayas alcanzado todavía”. Es por eso que la moda cambia tan rápidamente - cuando piensas que estás “a tono”, descubres que estás obsoleta, y tienes que ir de compras otra vez. La idea es simple: Si todavía estás tratando de alcanzar el ideal, sigues comprando.

Los hombres están tan en problemas como las mujeres. Hay menos mensajes que les dicen lo que deberían ser, pero se les dice en términos muy claros – en términos de mujer – lo que deben querer. Además, muchos hombres insisten en que pueden diferenciar entre las imágenes artificiales y las mujeres reales, pero las asociaciones son inevitables. Una vez que el hombre se ha acostumbrado a pensar que sólo las mujeres perfectas y falsas son atractivas, es menos propenso a ser atraído por una mujer real e imperfecta.

¿Es el vello de las piernas de la mujer, por definición, poco atractivo? De acuerdo a Gillette, sí.

La industria de la belleza ha hecho que el “crear realidades” sea un arte. Toma este “hecho” que casi nadie cuestiona: El vello de las piernas de la mujer no es atractivo. Una amiga me contó el origen de esta idea. “En 1915, sólo los hombres compraban afeitadoras”, explicó. “A Gillette (fabricante de afeitadoras) se le ocurrió que, si consiguiera que la otra mitad de la población tuviera algo que afeitar, multiplicaría sus ingresos. Entonces, comenzó a comercializar en Estados unidos una afeitadora nueva, con estilo femenino, llamada Milady Decollete, presentando a modelos luciendo piernas afeitadas, lisas y brillosas – y la idea se popularizó”. Gillette duplicó sus ventas. Por supuesto, hoy no son sólo las mujeres norteamericanas, y no son sólo las piernas. En todo el mundo, las mujeres se afeitan, enceran, y sacan vellos de más y más partes de sus cuerpos. Y cada vez más hombres están haciendo lo mismo. Toda esta extracción fóbica de vello es una molestia cara, y mi dermatólogo, preocupado por el cáncer de piel, dice que no es saludable, pero que no se nos pasa por la cabeza no hacerlo. Estamos fritos – gracias a Gillette.

Al vivir con toda esta presión de tener el cuerpo perfecto, no es de asombrarse que la autoestima de las chicas se derrumbe apenas llegan a la adolescencia. Para consolarlas, ahora tenemos el concepto de “poder femenino”. Sin embargo, como señalaron los críticos mediáticos, “Casi tan pronto como la frase fue acuñada, el ‘poder femenino’ fue arrebatado por los medios y todo el mundo estaba tratando de venderles algo a las chicas. Lo que vende es una imagen de tener poder. Una vez que las chicas adquieren este deseo y persiguen esta imagen, les dicen que la forma de lograr ese poder es a través del maquillaje, la ropa y los novios”.

La industria de la belleza te exige mostrar tu cuerpo para que te obsesiones con él y gastes más dinero. Las grandes empresas quieren que seas una compradora eterna. Entonces, tenemos que preguntarnos: ¿Qué quiero ser? ¿Quién debo ser?

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El antídoto

Afortunadamente, hay un antídoto para los medios de comunicación, y casi todos los que intentan contrarrestar su influencia lo promueven. Los productores de cine que documentan la deshumanización de las mujeres en los comerciales, los feministas protestando afuera de los concursos de belleza, las madres diciéndoles a sus hijas adolescentes que se ven más lindas sin todo ese maquillaje, los terapeutas ayudando a las chicas perdidas a encontrar sus personalidades verdaderas - todos defienden un concepto simple pero poderoso: recato, en hebreo, tzniut.

Quien se conoce a sí mismo y se ama no necesita exhibirse para sentirse valioso. De hecho, al alentar a las personas a reclamar su valor propio, la tzniut puede provocar nada menos que una revolución personal. Como notó sabiamente una adolescente: “Creo que el poder del recato es más fuerte de lo que se piensa - creo que puede reconstruir la vida de alguien por completo”.

La belleza auténtica y duradera combina el interior con el exterior.

El judaísmo alienta a las mujeres a ser atractivas. Pero la belleza auténtica y duradera combina el interior con el exterior. Para el que es capaz de ver por debajo de la superficie, la tzniut revela una belleza tan cautivadora que nos puede sorprender.

Un verano, aquí en Jerusalem, hablé sobre tzniut con un grupo de mujeres no observantes en edad universitaria. Después de eso, una estudiante levantó su mano.

“La otra noche todo nuestro programa fue a una boda religiosa”, me dijo. “Nos dijeron que nos vistamos con recato, y lo hicimos. Saqué una foto de nosotras allí. Y, ¿sabes qué? Es rarísimo, todas nos veíamos más lindas que lo normal”.

Los hombres aprecian un aspecto externo que refleja el interior - al menos cuando están buscando una relación seria. Después de que una joven que conozco empezó a vestirse con recato, su ex-novio le dijo que se veía mejor que nunca.

Pero la belleza real es más que sólo cubrirse. En las palabras de dos investigadores: hay algo genuinamente atractivo en “ser real para ti y para los demás”.

Conozco una joven que se describe alegremente como “teniendo el tipo de figura popular de hace cien años”. Nunca será una chica de tapa, pero su autoestima, brillo, calidez y profundo sentido de identidad la hacen muy atractiva. Por el contrario, muchas mujeres pueden ser bellas, pero ese “algo interior” parece estar enterrado bajo demasiado maquillaje, dietas desesperadas o cualquier otro intento infructuoso de alcanzar un estándar artificial – todo a causa de su inseguridad interior. Al perseguir la belleza superficial, pierden lo verdadero.

La tzniut nos da nuestra identidad propia y la posibilidad de alcanzar la felicidad genuina. Nos ayuda a protegernos de la superficialidad y la miseria. Y una vez entendida, es muy difícil que sea vencida. Pero también nos hace menos rentables – por eso los medios hacen lo mejor que pueden para destruirla. La tzniut es la némesis de los medios de comunicación.

En abril de 2009, Susan Boyle, de 47 años, apareció en el popular programa de televisión Britain’s Got Talent. Rellenita y sin maquillaje, vestida y peinada no a la moda, no lucía exactamente como una candidata al estrellato. Cuando dijo que su sueño era ser una cantante profesional, los jurados la miraron con mucho escepticismo. La audiencia miró incrédula.

Luego comenzó a cantar, y dejó a todos con la boca abierta. Esta mujer simplona de mediana edad tenía una voz magnífica.

Antes de que cantara cuatro estrofas ya estaban todos aplaudiendo. Y cuando terminó, la ovacionaron de pie. La gente no podía parar de aplaudir.

Todos la habían descartado. Y después estuvieron emocionados cuando se demostró que estaban equivocados.

Bien adentro, todos queremos superar la superficialidad. Queremos autenticidad. Alguien escribió que “saber lo que es real requiere que recordemos que estamos utilizando anteojos, y que nos los saquemos. Uno de los momentos más grandiosos de la vida es cuando nos damos cuenta que los tenemos puestos”. Susan Boyle nos hizo entender que estábamos utilizando anteojos - y cuando nos los sacamos, el mundo fue mucho más bello. Porque así como alguien puede tener una linda voz, todos podemos tenemos una hermosa alma.

La tzniut nos permite dejar de prestarle atención a los mensajes de los medios de comunicación y enfocarnos en lo real.

Extraído de Choosing to Love (en ingles), por Gila Manolson.

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