4 estrategias para la supervivencia espiritual

8 min de lectura

Aprende a enfrentar los desafíos difíciles de la vida.

Luego del artículo que escribí sobre la muerte de mi hijo de 19 años a causa de un desorden bipolar, muchos padres y otros familiares —que están luchando con problemas similares— me escribieron de forma privada para pedirme consejos sobre cómo evitar que sus hijos sigan el mismo camino que Dani. Sufro mucho por ellos ya que siento su dolor y desesperación. Desearía poder revelarles el gran secreto. Pero si yo supiera la respuesta, Dani seguiría con vida.

No sé cómo curar las enfermedades mentales, ni cómo aliviar su dolor o motivar a alguien a continuar con vida. Sin embargo, tengo algunos consejos sobre cómo aprendí, crecí, viví e incluso sonreí a través de esos desafíos. Eso es algo que sí puedo compartir.

Este año, mi hija Elisheva perdió a uno de sus bebés mellizos y a un hermano. Ella me abrazó mientras enterrábamos a mi bebé a sólo unos metros del suyo; lloramos juntas por las personas adultas que jamás conoceremos.

Ya han pasado ocho meses desde la muerte de su bebé y siete semanas desde la de su hermano. Un día, estábamos solas en la cocina y le pregunté:

—¿Cómo estás por dentro?

—Bien —me respondió confirmando lo que yo pensaba—. Pero, ¿sabes lo que no me gusta? —continuó—. No me gusta cuando la gente se me acerca y dice: "Wow, realmente has tenido un año muy difícil". Sé que tienen buenas intenciones, pero yo quisiera decirles: "He tenido algunas semanas realmente difíciles en un año realmente bueno".

A medida que los niños fueron creciendo, también lo hicieron los desafíos.

Yo estaba muy orgullosa de ella; le pregunté cómo llegó a esa conclusión. Con una pícara sonrisa, dijo: “¡Así es como me criaste!”.

Elisheva es la mayor y la más fácil de mis hijos. Dios me engañó con ella; me la dio primero para que quisiera muchos niños como ella. Luego, con Su sabiduría, me dio un montón de niños con montones de desafíos. Ella estuvo conmigo desde el principio y me vio hacerle frente a todos los desafíos.

Uno era hiperactivo y estaba todo el tiempo moviéndose; se movía tan rápido que era difícil seguirle el paso. Otra se movía muy lentamente. Algunos tenían dificultades de aprendizaje: este es disléxico, el otro tiene dificultad de audición, este tiene pérdida de audición, aquel tiene problemas de integración sensorial, uno no controla su ira y es demasiado impertinente, otro tiene un trastorno de las funciones ejecutivas.

A medida que los niños fueron creciendo, también lo hicieron los desafíos. Leí, estudié, (comí chocolate), consulté profesores y crecí junto a ellos. Mientras más desafíos enfrentaba, más Torá necesitaba. Más efectiva que el chocolate, la Torá ilumina el camino y aumenta nuestra propia capacidad. Si los desafíos no iban a desaparecer, entonces tenía dos opciones: me daba por vencida o me elevaba para hacerles frente. De niña me encantaba cantar “Elévate y brilla y dale tu gloria a Dios”, por lo que elegí elevarme.

Pruebas de reestructuración

Lo primero que debía hacer era reestructurarme. Me llevó una década de trabajo, escuchar cientos de clases, leer docenas de libros y rezar para que el conocimiento fuera absorbido pero, al final, logré mi propia definición de “prueba” o “nisaión". Es un escenario que Dios diseñó con amor y a medida, sólo para mí, para promover el crecimiento y el desarrollo de mi alma. Una vez que comencé a ver las cosas difíciles bajo esta perspectiva, también pude ver el amor que había en ellas; ese amor me dio la fortaleza y la confianza para seguir adelante.

Una prueba es un escenario que Dios diseñó con amor y a medida, sólo para mí, para promover el crecimiento y el desarrollo de mi alma.

Tengo una amiga que me preguntó: "¿Para qué te esfuerzas tanto? Si superas una prueba, Dios te da otra más difícil". Ambas tenemos hijos con enfermedades mentales. Ella me dijo que se siente como si estuviera corriendo detrás del autobús sin nunca poder alcanzarlo; siempre cansada, siempre esforzándose, siempre ensuciándose con el polvo, pero nunca alcanzándolo para poder sentarse.

Yo lo veo de otra manera. Si un niño quiere ser doctor, primero necesita tomar la clase de ciencias en la escuela primaria. Después de aprobar ese nivel, puede entender y sacar provecho del área de ciencias de la escuela secundaria. Después de graduarse, incluso si lo hizo con las mejores calificaciones del curso, debe prepararse para el examen de admisión a la universidad. Una vez admitido, tiene que cursar toda la carrera y aprobarla, para recién ahí convertirse en doctor.

Es verdad que finalizar cada prueba te lleva a un curso más difícil y a pruebas más exigentes, pero —escalón tras escalón— eso ayuda a la persona a crecer y a aumentar su capacidad hasta estar lista para hacer realidad sus sueños. El premio por superar la prueba no es que te conviertas en doctor, sino que te conviertas en la persona que puede ser un doctor.

Lo mismo ocurre con el alma. Estamos aquí para usar este mundo y sus circunstancias como herramientas para nutrir y hacer crecer nuestro Ser. Dios nos brindó la oportunidad para ir de nivel en nivel, de prueba en prueba. Por lo tanto, es obvio que nunca podremos alcanzar el autobús; siempre quedará algo por lograr. Pero a pesar de eso, no siento que esté corriendo exhausta en medio del polvo.

¿Alguna vez abriste el paquete de un regalo y encontraste otro paquete en su interior? ¿Y luego, después de desenvolver el segundo, encontraste otro y otro? Cada uno es más pequeño que el anterior, pero todos sabemos que lo bueno viene en envase pequeño…

Yo prefiero tener una conexión brillante antes que un diamante brillante. Cuando aprendo una nueva lección de Torá y crezco por ella, siento que es un regalo de ese tipo. La diferencia es que a medida que abro el paquete y encuentro otro en su interior, el segundo es aún más grande que el primero y así sucesivamente. Siento que es una travesía interminable de descubrimiento; a veces en libros, a veces en mi interior, a veces en las relaciones, a veces en cómo me siento, a veces en lo que puedo lograr, a veces en lo que no puedo lograr. Me encanta nunca saber lo que me depara el futuro pero tener la certeza sin embargo de que será algo bueno que, si lo busco y realmente me esfuerzo, podré conseguirlo.

En ocasiones los escenarios son realmente difíciles, como cuando un bebé se torna azul y hay que llevarlo urgente al hospital, o tener que lidiar con un niño muy desafiante, o cuando se tiene parientes muy criticones, o cuando una escuela llega a su límite de tolerancia con uno de tus niños, o cuando se pierde un amigo o un trabajo. Y a veces son aún más difíciles.

Meditación judía

Uno de mis estrategias de supervivencia de uso inmediato es una forma judía de meditación. Hay algunos versículos que uso para enfocar mi energía y darle forma a mi experiencia. A veces los canto, inventando una melodía. Otras veces los canto una y otra vez. En ocasiones visualizo mentalmente cada letra, y también hay veces en las que puedo arreglármelas diciéndolo sólo una vez en un momento de dificultad.

En los momentos espeluznantes digo la última línea de Adón Olam: "Dios está conmigo, no temeré". En los momentos de confusión, particularmente para ocasiones en que las circunstancias deberían ser de otra manera, dijo: "No hay nada más allá de Dios". Cuando quiero levantarme el ánimo digo una línea de Halel: "Este es el día que ha hecho Dios, alegrémonos y seamos felices en él". Cuando estoy rebosando de agradecimiento, dijo: "Agradece a Dios, Su bondad es eterna".

Es importante encontrar versículos que nos lleguen al alma; yo me quedé con estos después de buscar bastante lo que realmente me gustaba.

Confianza y aceptación

Otra estrategia importante es construir la confianza y la aceptación. Me esfuerzo para sentir que las cosas son exactamente como deberían ser; estoy teniendo un desafío en mi punto de libre albedrío; soy capaz de hacer lo necesario no sólo para superar este desafío, sino también para crecer gracias a él. La estrategia que ocupo para esto es la plegaria; hablo mucho con Dios, con las palabras que me salen en el momento, como se le habla a un padre que se preocupa por uno.

Y uso el sidur. En las bendiciones matutinas, en donde dice "que hizo todas mis necesidades", trato de pensar en dos cosas: por un lado, gracias Dios por satisfacer todas mis necesidades (si no lo tengo, debe ser porque no lo necesito; por favor ayúdame a aceptarlo) y, por el otro, gracias Dios por crear todas mis necesidades (no necesitaría lo que necesito si no fuera porque Tú has hecho que lo necesite. Debes creer que esta necesidad es buena para mí; por favor ayúdame a sentirme agradecida por ella).

Nuestros huecos no son errores, sino que son oportunidades para ser socios creadores con Dios, para llenar los espacios que Él dejó para nosotros.

Construir la confianza, sentir bitajón, es un proceso a largo plazo. Cada intento crea una capa adicional, incluso si es muy fina. Eventualmente, las capas se suman. Trato de agregar capas cuando digo bendiciones sobre la comida. La bendición "que todo fue hecho de acuerdo a Su palabra" me ayuda a recordar que esta situación (la que fuera) fue diseñada por Dios, no sería como es si Dios no lo deseara así. Si Dios la hizo, entones tiene que ser buena, incluso si es difícil. La bendición "quien crea muchos tipos de vida y sus deficiencias" me recuerda que incluso las piezas faltantes son regalos.

En ocasiones comparo a las personas con el queso suizo. El queso suizo tiene huecos que fueron puestos allí intencionalmente; de la misma forma, nuestros huecos no son errores, sino que son oportunidades para ser socios creadores con Dios, para llenar los espacios que Él dejó para nosotros. Ya sea si es un hoyo en mí misma como si es el de alguien que está tratando conmigo, trato de verlo como algo positivo y no como un problema.

Expandiendo nuestro ser

Con respecto a los desafíos prolongados, no me quedaba otra que cambiar y convertirme en una nueva persona diariamente. Como judíos, ésta es nuestra principal y quizás más poderosa herramienta. Inmediatamente después de salir de Egipto, Dios nos dio el mandamiento de santificar la nueva luna y decir (de acuerdo a Rav Hirsh), "esta novedad será para ustedes la primera de las novedades" (Éxodo 12:2). En un nivel más profundo, la orden es: "No te quedes varado en quien eres; reinvéntate. Está en tus manos, toma la iniciativa y conviértete en quien quieres ser".

La estrategia que uso para eso está oculta en un versículo que muchos dicen a diario: "Dios, abre mis labios para que mi boca relate tu alabanza" (Salmos 51:15). En hebreo, la palabra para mis labios (sefatai) también puede significar mis límites (como en sefat haiam) o mis bordes. Entonces, esto es lo que tengo en mente: "Dios, sólo tengo este tamaño, soy limitada en mis logros y lo que sea que haya logrado hasta ahora no es suficiente para lidiar con el desafío presente. Por favor, Dios, abre mis límites y permíteme fluir a lugares hacia los que nunca he fluido antes. Pero, por favor, no dejes que ese flujo se desborde. Por favor ayúdame a encausarlo para que mi boca declare tu alabanza. Por favor ayúdame a ser Tu servidora y a hacer Tu voluntad".

Incluso si el tren golpea duro y causa mucho dolor, si logras alcanzarlo podrás llegar muy lejos.

Cuando lo necesito, digo el versículo como una plegaria en sí misma. Pero también lo digo en su lugar usual, al comienzo de la plegaria silente, la Amidá. Primero doy tres pasos hacia atrás, digo el versículo y luego doy tres pasos hacia adelante. Mientras camino hacia atrás, me imagino realmente saliendo de mi Ser anterior y abandonando mi forma limitada, algo así como langosta cambiando de caparazón. Luego me permito rezar, fuera de mi caparazón anterior, vulnerable y llena de esperanza, hasta lograr asumir una nueva forma al final de la Amidá, momento en el que camino hacia atrás y me sumerjo (Dios quiera) en mi nuevo Ser. No puedo decir que tenga estos pensamientos todo el tiempo pero, cuando lo hago, me brindan una gran ayuda.

Han sido dos décadas muy desafiantes y de gran crecimiento, pero los chicos también están creciendo: tres están casados, dos están en la universidad y la última primavera, a medida que se acercaba la graduación de Dani, le dije a mi marido que finalmente veía una luz al final de túnel. Él se rió y me tomó el pelo, diciendo que la luz era, en realidad, un tren que se aproximaba.

¿Quién hubiera pensado que sus palabras serían tan ciertas? Pensé en ellas cuando la muerte de Dani embistió a nuestra familia. Pero con el pasar de los años aprendí: incluso si el tren golpea duro y causa mucho dolor, si logras alcanzarlo podrás llegar muy lejos.

Que todos ameritemos alcanzar los trenes y viajar muy lejos en ellos, hasta bien adentro de nuestro Ser.

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