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Aceptando la aleccionadora realidad que el 7 de octubre puso ante nuestros ojos.
El año pasado, cuando nos acercábamos a Rosh Hashaná, nadie pudo imaginar el año que deberíamos enfrentar. En ese momento pedimos por cosas que ahora nos parecen triviales. Un mejor trabajo. Que nuestros hijos fueran aceptados en las escuelas adecuadas. Un año de abundancia y comodidad. Por supuesto, también rezamos pidiendo salud y vida, pero la mayoría no pensábamos sobre la posibilidad real de la muerte.
Cada año decimos las palabras: "En Rosh Hashaná se escribe y en Iom Kipur se sella. Cuántos morirán y cuántos nacerán. Quién vivirá y quién morirá". Pero no hubiéramos podido imaginar la espantosa cantidad de muertes prematuras que tendrían lugar. No podíamos imaginar que tantas familias se verían trágicamente sumergidas en la pérdida y el duelo, ni cómo el pueblo judío terminaría luchando una guerra por su propia existencia mientras en todo el mundo las multitudes vitorean por nuestra destrucción.
El 7 de octubre hizo añicos algunas ilusiones a las que muchos nos aferrábamos. En este nuevo año, mantengamos los ojos bien abiertos y aceptemos la aleccionadora realidad que el 7 de octubre puso ante nosotros.
Hasta que nos encontramos cara a cara con nuestra propia mortalidad, cada uno piensa que eso nunca nos va a pasar. En su nuevo libro, In My Time of Dying, el periodista Sebastián Junger habla sobre su experiencia cercana a la muerte: "Todo el mundo tiene una relación con la muerte, lo quiera o no. Negarse a pensar en la muerte es su propia clase de relación. Cuando oímos hablar de la muerte de otra persona, oímos también una versión de nuestra propia muerte, y la pena que sentimos tiene su origen en la esperanza de que esa clase de cosas (el accidente automovilístico, ahogarse, el cáncer) nunca pueda ocurrirnos a nosotros. Es una ilusión enormemente útil".
Muchos sobrevivientes de los ataques del 7 de octubre hablaron de lo difícil que fue entender lo que estaba pasando esa mañana debido a la incredulidad que tuvieron que superar para comprender que sus vidas realmente estaban en peligro. Las familias inocentes que duermen en sus camas una mañana festiva no oyen disparos y piensan que alguien realmente vino a matarlos.
Saber que vamos a morir nos motiva a aprovechar al máximo cada momento. Cultivar a diario la conciencia de que la muerte puede llegar y nos llegará a todos, nos motiva a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, porque no sabemos cuándo dejaremos de tener la oportunidad de cambiar y crecer.
A menudo nos perdemos en las distracciones cotidianas y los detalles de nuestras interminables listas de cosas por hacer. Nos esforzamos para llegar al fin del día, de la semana o del mes, demasiado ocupados para considerar para qué vivimos o por qué hacemos lo que hacemos.
Saber por qué estaríamos dispuestos a morir nos da el profundo entendimiento de para qué vivimos. Esto es esencial en nuestro mundo cada vez más caótico y confuso.
El 7 de octubre y las subsecuentes batallas y pérdidas nos obligaron a muchos a pensar sobre aquello por lo que vivimos. Cuando escuchamos algunos de los relatos increíblemente heroicos de los comandantes, soldados e incluso ciudadanos comunes que volvieron corriendo al festival de música para salvar a sus amigos, comenzamos a formularnos la pregunta crucial: "¿por qué estaría yo dispuesto a morir?". Esta es una de las preguntas más profundas que puede hacerse una persona.
Saber por qué estaríamos dispuestos a morir nos da el profundo entendimiento de para qué vivimos. Esto es esencial en nuestro mundo cada vez más caótico y confuso.
Inmediatamente después del 7 de octubre, muchas personas de todo el mundo expresaron su apoyo y solidaridad con Hamás, que violó y asesinó a civiles inocentes y tomó cientos de rehenes. La absoluta falta de claridad moral nos estremeció hasta la médula y nos recordó cuán desenfrenado es el antisemitismo en todo el mundo.
El odio visceral a los judíos, que estalló en las llamadas universidades elitistas de los Estados Unidos, ha obligado a los judíos a tomar partido y luchar contra la barbarie. Tenemos que reafirmar nuestro orgullo y nuestros valores judíos, y dar nuestro firme apoyo a Israel para que se defienda de la malvada crueldad de Hamás, Hezbolá e Irán. Debemos abandonar la ilusión de que hoy en día podemos permanecer en silencio como judíos. Tenemos que seguir hablando hasta que el mundo comprenda que Hamás es una organización terrorista que celebra la muerte y que los israelíes quieren la paz y la vida.
Pasamos nuestros días como si fuéramos a vivir eternamente. Fingimos que no perdemos a nuestros seres queridos, que todos y todo lo que amamos nunca cambiará, que tenemos una infinidad de días para cumplir nuestros objetivos. Esta ilusión nos protege del dolor, pero también nos quita la urgencia inherente a lo que significa estar vivo.
Quienes perdieron a sus seres queridos este último año nos lo recuerdan: no siempre tendremos un mañana. Puede que no tengamos otra oportunidad de decir a nuestros cónyuges, a nuestros padres o a nuestros hijos: te quiero. Puede que no tengamos otro momento para perdonar o ser perdonados. Puede que no tengamos otro día para convertirnos en lo que queríamos ser. Para hacer lo que queríamos hacer. Para decir lo que queríamos decir. Para defender aquello en lo que creíamos.
Al enfrentar un nuevo año y anhelar ser inscritos en el 'Libro de la vida', dejemos atrás estas ilusiones. Recemos por la paz y la seguridad del pueblo judío. A medida que se acerca el nuevo año, recordemos que puede que no tengamos un mañana para llegar a ser lo que queríamos ser. La oportunidad que tenemos para crecer es hoy mismo.
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Maravilloso!!!! Muestra una realidad que no queremos ver