La revista Glamour, Ms. Rachel y la normalización del antisemitismo


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Elegir recibir una educación judía transformó cada aspecto de mi vida.
Mis abuelos crecieron en el Lower East Side en una época en la que no existían escuelas judías. Mi abuela, con gran esfuerzo, aprendió sola a leer hebreo y, aunque podía seguir la lectura de la Torá en la sinagoga, siempre deseó poder comprender verdaderamente las palabras.
Cuando terminé la escuela primaria judía, mis padres me dieron a elegir entre una escuela secundaria pública y una judía. Al visitar la escuela pública en octavo grado, oí el eco de la voz de mi abuela. La educación es el regalo más importante que jamás recibirás. El mundo puede quitarte muchas cosas, pero nunca podrá arrebatarte lo que has aprendido.
Pensé en todas las mañanas de Shabat que pasé sentada junto a mi abuela mientras ella seguía la lectura de la Torá con la punta de los dedos, deseando conocer el significado de palabras que nunca le enseñaron. De repente, sentí una gratitud inmensa por tener esa oportunidad que mi abuela nunca tuvo. Decidí continuar con mi educación judía.
Esa elección, tomada en el pasillo de una escuela pública con las palabras de mi abuela resonando en mi mente, transformó cada aspecto de mi vida.
Más adelante, cuando comencé la universidad, encontré de inmediato una comunidad y un sentido de pertenencia en la casa Hilel. No me sentí perdida como muchos otros estudiantes. Y en comparación con el exigente currículo dual de mi escuela secundaria, el horario de clases universitario era mucho menos abrumador. Lo más importante es que, gracias a mi educación judía, sabía con qué clase de persona quería salir y eventualmente casarme. Mi esposo y yo tuvimos la fortuna de poder transmitir este precioso regalo de la educación judía a nuestros hijos.
Estos son cuatro de los regalos que me ha dado mi educación judía:
Mi educación me ha conectado tanto con el lenguaje como con la historia de mis antepasados. Aprender historia judía me brindó una comprensión más profunda de la milagrosa supervivencia de nuestra nación y un amor incondicional por la tierra de Israel. Es una bendición poder entender de dónde vengo y el sacrificio y la devoción de aquellos que allanaron el camino para el pueblo judío de hoy. Me siento privilegiada de poder transmitir los valores y tradiciones de mi familia, y sé que sentirme conectada con mis antepasados no es algo que deba darse por sentado en un mundo donde muchos apenas conocen su historia.
Crecer con las festividades judías fue un regalo, pero fue un regalo aún mayor pasar años aprendiendo sobre el significado y la sabiduría de cada una. Aprendí las razones detrás de todas las tradiciones de nuestro calendario, de modo que cuando formé mi propia familia, sabía cómo celebrar y honrar cada una de nuestras ocasiones sagradas. Mi educación judía me dio una conexión tan fuerte con las festividades que se han convertido en el marco con el que veo el año venidero. Esto da estructura a mis días y un significado profundo a mis años. Las festividades crean hermosos recuerdos familiares y nos brindan la oportunidad de compartir muchas comidas sin interrupciones con nuestros hijos, algo que nunca habríamos tenido sin el regalo de aprender sobre nuestra herencia.
Aprender las plegarias judías y las bendiciones que recitamos por cientos de razones me ha ayudado a formar una conexión con Dios que guía todo en mi vida. Cuando me siento perdida, sé cómo pedir dirección. Cuando me siento sola, frustrada o triste, sé que siempre puedo acudir a Él. Cuando enfrento desafíos que parecen insuperables, sé que mi fe me sostendrá. Él me levanta cuando caigo y me perdona cuando me desvío del camino. Sin duda, lo más importante que me ha dado mi educación judía son las herramientas para construir una conexión continua con mi Creador.
Aprender a ir a la sinagoga en Shabat y a ser parte de la comunidad judía me ha dado un profundo sentido de pertenencia. Una comunidad comparte la alegría de tus celebraciones y la tristeza de tus pérdidas. Rompe las barreras del aislamiento que son demasiado comunes en nuestro mundo acelerado. Me siento agradecida por la comunidad cerca de mi hogar, pero también por las comunidades judías que me han acogido alrededor del mundo, desde Alaska hasta Utah y más allá. Dondequiera que vayas, sabes que de alguna manera podrás encontrar un grupo, grande o pequeño, que te dará la bienvenida para Shabat. Mi educación judía me ha enseñado que siempre hay un lugar y un pueblo que estarán ahí para mí. Y me ha enseñado cómo buscar y encontrar ese lugar dondequiera que esté.
Si tienes la oportunidad de dar o recibir una educación judía, no la dejes pasar. Es un regalo que traerá una bendición infinita y un significado profundo a tu vida, y cambiará para siempre la vida de tus hijos y de los hijos de tus hijos.
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Que maravilloso sería recibir la educación judía y volver a mis raíces.