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¿Qué cosa le da valor a una persona y la convierte en importante? ¿Es su riqueza, su apariencia, su talento?
De acuerdo a la Torá, la persona ya es importante y valiosa sólo por el hecho de haber sido creada por Dios. En la parashá de esta semana, cuando algunos miembros del pueblo judío quisieron donar el equivalente a su "valor" en plata para el tabernáculo, se le dijo a cada persona, sin importar su edad, que diera exactamente la misma cantidad, lo que implica que todos valen lo mismo a los ojos de Dios. Aprendemos de aquí que debemos tratar con verdadero respeto a cada persona que conozcamos, sin importar lo que aparente ser externamente.
En nuestra historia un niño se separa de su grupo para demostrar respeto hacia el prójimo, y finalmente se alegra de haberlo hecho.
Demostrando Respeto
Otro verano lleno de diversión en el camping Wallabee estaba en plena marcha. Los campistas ya se habían acomodado. Ellos realmente disfrutaban de los largos días de deporte, las excursiones en la naturaleza, y especialmente de la natación y de la navegación en el Lago Wallabee.
Un día, Ariel y sus amigos charlaban y bromeaban mientras regresaban del lago para almorzar. Caminaron rápidamente, pasando por la antigua portería, sin prestar atención. Sólo Ariel se detuvo por un momento para saludar al pequeño, arrugado y medio dormido hombre que había adentro.
"Hola Manuel, ¡que tengas un buen día!" dijo Ariel, con una gran sonrisa. Intercambió algunas palabras agradables con el hombre, y corrió para alcanzar a sus amigos que ya habían llegado a la cafetería.
"Hey Ariel, ¿Por qué te demoraste tanto tiempo?" Dijo irónicamente Federico. "¿Tuviste otra profunda conversación con tu amigo el portero?" Se rió burlonamente.
Ariel se sonrojó, avergonzado por el comentario del chico. El viejo Manuel era un hombre sencillo y simple sin mucha educación, y trabajaba en algo que los chicos consideraban un trabajo sin importancia. Ellos a veces se burlaban de él a sus espaldas, pero por lo general sólo lo ignoraban, como si ni siquiera existiera.
Pero los padres de Ariel siempre le enseñaron a respetar a todas las personas por igual. Su padre siempre decía: "Si Dios sintió que alguien era lo suficientemente importante como para ponerlo en Su mundo, sin duda es lo suficientemente importante como para que nosotros lo tratemos decentemente".
Ariel se concentró en su almuerzo, tratando de ignorar el insulto de su amigo, y el incidente pronto fue olvidado.
El día siguiente salieron a navegar. Los emocionados campistas trotaron hacia el lago. Cada uno de ellos pasó corriendo al lado de Manuel, el portero, sin siquiera mirarlo. Cuando Ariel pasó al lado de Manuel, sintió la tentación de hacer lo mismo. Quizás los otros chicos tenían razón, y era absurdo prestar tanta atención a alguien así.
Estaba a punto de pasar volando al igual que el resto, pero algo dentro de él no lo dejó. "Una persona es una persona", pensó. "Sólo porque él no es considerado alguien importante, eso no significa que debo ignorarlo". Entonces se detuvo y saludó a Manuel. Él, como de costumbre, sonrió de vuelta y murmuró unas cuantas palabras amistosas.
Ariel y Federico, que habían formado un equipo, condujeron rápidamente con su bote hasta el otro extremo del lago. Pero se dejaron llevar por la emoción, y pasaron demasiado cerca de la orilla rocosa. De pronto sintieron un gran golpe y un fuerte sonido de rasgadura. Los chicos se sorprendieron al oír aquel sonido, y se sorprendieron aún más al ver como el agua entraba en el bote.
"¡Una roca afilada debe haber perforado la parte inferior de nuestro bote!" gritó Ariel.
Afortunadamente estaban muy cerca de la otra orilla del lago, y fueron capaces de llevar rápidamente el bote averiado hasta tierra firme.
"¿Qué hacemos ahora?", preguntó Federico muy asustado.
"No te preocupes", dijo Ariel, "Cuando los encargados revisen la lista de botes, y noten que no volvimos a tiempo, de seguro saldrán a buscarnos".
Pero Federico no parecía aliviado. De hecho se veía aterrorizado. "¡Oh, no!", suspiró él. "Yo estaba tan apresurado que olvidé firmar la lista. Nadie sabe que estamos aquí. ¡Estamos atrapados aquí para siempre!"
Las horas pasaban y no había ninguna señal de ayuda. Comenzaba a oscurecer. Los muchachos no sabían que hacer y se encontraban al borde de la desesperación.
De pronto se oyó el sonido de un motor acercándose. Ellos se sintieron aliviados al ver que el guardacostas del campamento los apuntaba con su linterna "¡Gracias por salvarnos!", gritaron agradecidos los muchachos.
El guardacostas sacudió la cabeza. "No me agradezcan a mí", dijo seriamente. "Sus nombres no estaban en la lista, y yo no sabía que ustedes estaban aquí perdidos".
Los muchachos parecían confundidos. "Entonces, ¿cómo supo usted que estábamos perdidos?"
"Pueden agradecerle al viejo Manuel, el portero del campamento", dijo el guardacostas. "Yo estaba a punto de cerrar el desembarcadero, cuando vino corriendo y me dijo que ustedes no habían regresado. Yo le aseguré que si habían regresado, pero él insistió, diciendo que había estado en su caseta toda la tarde, y que un muchacho, el único muchacho que siempre hablaba con él, lo había saludado en la mañana camino hacia el lago, pero no lo había saludado en el camino de regreso al campamento. Cuando contamos los botes de nuevo, descubrimos que él tenía razón".
Los muchachos quedaron muy sorprendidos, con la boca abierta de par en par. Ambos vieron claramente como el hombre "sin importancia" que Ariel saludaba habitualmente con respeto, había salvado sus vidas.
De 3 a 5 años P. ¿Qué pensaban los demás chicos acerca de Manuel, el portero?
R. Ellos pensaban que, dado que él no era muy inteligente o muy rico, no era lo suficientemente importante como para hablarle.
P. ¿Qué pensaba Ariel al respecto?
R. El pensaba que cada persona es importante, ya que cada persona fue creada por Dios.
De 6 a 9 años
P. ¿Crees que algunas personas son más valiosas e importantes que otras?
R. Si bien algunas personas tienen más talento, más poder, o más posesiones que otras, todos somos igual de valiosos. Cada uno de nosotros ha sido creado por Dios con su propio conjunto de circunstancias especiales, y con una misión que cumplir en la vida. Cada ser humano es único; cada uno es una valiosa pieza dentro del gran rompecabezas de la vida.
P. ¿Por qué crees tú que el viejo Manuel percibió que Ariel no había regresado, y dejo su puesto para avisarle al guardacostas?
R. A diferencia de sus amigos, Ariel hacía un esfuerzo especial cada día para saludar al viejo Manuel, y tratarlo con dignidad. Como Ariel se preocupaba por él, Manuel, a su vez, se preocupaba por Ariel. Es natural que el viejo Manuel notara que Ariel no había regresado, ya que no lo había saludado de vuelta en su camino de regreso desde el lago. Cuando dejamos atrás los prejuicios y tratamos a todas las personas de una manera que demuestra que son importantes para nosotros, aportamos una gran cantidad de luz en sus vidas, y hacemos nuestra parte para hacer del mundo un lugar mejor.
10 años y más
P. Nuestros sabios nos enseñan que no debemos menospreciar a ninguna persona, ya que no hay nadie que no tenga su momento. Según tu entendimiento, ¿qué significa esta declaración?
R. Existe la posibilidad de ver el mundo desde un punto de vista muy limitado, y ver la gente en términos de "los que tienen" y "los que no tienen". Y podría parecer, que sólo los que poseen algún valor social son dignos de nuestro respeto. Los sabios de la Torá quieren que adoptemos una perspectiva más elevada, más espiritual, y que nos demos cuenta de que si alguien no fuera una parte importante dentro del plan de Dios, entonces esa persona no estaría aquí. Cada persona tiene su "momento", una razón única para haber sido puesto aquí, y por lo tanto, es tan importante en el gran esquema de la creación como cualquier otra persona.
P. ¿Son todos los hombres iguales?
R. Sí, y no. En el sentido más profundo, como hijos de Dios todos somos igualmente valiosos y somos necesarios dentro de la creación. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar, y tiene también las herramientas necesarias para desempeñar ese papel, que puede ser muy diferente. Lo ideal es respetar el valor intrínseco de cada ser humano, pero no hay que cometer el error de pensar que debemos desalentar, o impedir, que la gente se desarrolle individualmente.
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