¿Y qué importa si ella es mayor que yo?

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Hace tres semanas hice algo que nunca antes había hecho. Bailé en el cementerio.

Fue una decisión de último minuto.

La señora Bernstein había estado enseñando por 30 años y nunca había asistido a una convención de Torá Umesorá – un congreso diseñado para ayudar a inspirar, e instruir, a profesores de escuelas religiosas a lo largo de Estados Unidos. Pero por "alguna razón", este año su director consideró que ella debía asistir.

Así que ahí estaba, esa tarde de Shabat en el mes de mayo, en una audiencia con otras 700 mujeres, escuchando al Rabino Pesaj Krohn, quien tenía a la audiencia cautivada con su acostumbrada combinación de drama, sabiduría e ingenio.

"Todo el mundo sabe que hay miles de hombres y mujeres solteros, maravillosos y capaces, que están ansiosos por casarse", vociferó. "El problema es muy complejo, y también lo son las soluciones. Pero uno de los posibles caminos a explorar para ayudar a aliviar este doloroso estancamiento, es que los hombres consideren la posibilidad de casarse con mujeres que son mayores que ellos.

"En realidad no hay ninguna razón en el mundo que justifique que los hombres sean tan cerrados con la idea de que sus esposas deben ser más jóvenes que ellos".

"En realidad no hay ninguna razón en el mundo que justifique que los hombres sean tan cerrados con la idea de que sus esposas deben ser más jóvenes que ellos. Agrandar tu campo de oportunidades puede hacer una gran diferencia".

La mayoría de las cabezas en la audiencia, incluida la señora Bernstein, asentían demostrando estar de acuerdo. Tenía mucho sentido. La noción de que los hombres deben ser mayores que sus esposas, parecía ser una de aquellas premisas que tomó vida propia, sin ninguna razón en particular.

"A decir verdad" continuó el Rabino, "una de las destacadas personalidades de Torá del siglo XIX, el Rabino Samson Rafael Hirsch, no sólo se casó con una mujer que era tres años mayor que él, sino que además proclamó las virtudes y ventajas de su poco convencional elección".

"Tengo muchas metas y aspiraciones en la vida", dijo en ese momento, "Necesito una mujer con una actitud madura y responsable que me ayude a cumplir esos objetivos. Una mujer mayor puede hacer eso".

El Rabino Hirsch era el Rabino Principal de Moravia a mediados del 1800, y un influyente miembro del parlamento Austro-Húngaro antes de mudarse a Frankfurt. Allí fue el Rabino de una comunidad de 11 familias que eventualmente creció a varios miles de integrantes. Sus publicaciones filosóficas "The Nineteen Letters" y "Horeb", tanto como sus monumentales comentarios sobre Torá, Profetas y Escritos, se han convertido en elementos básicos de casi todos los hogares con Torá. Este fue un hombre que cada paso que dio en su vida fue una lección para las generaciones que siguieron.

Esas palabras aún resonaban en la mente de la señora Bernstein al día siguiente, cuando llamó la señora Gruman. Ella sabía del hijo de la señora Bernstein, Zev, y quería sugerir un shiduj (pareja) para él.

Luego de ensalzar las virtudes de su posible pareja, la señora Gruman trago una o dos veces y confesó, "Es mejor que te lo diga directamente. La jovencita es mayor que tu hijo".

Zev tenía 24 años y había estado saliendo en citas durante menos de un año. Todas las mujeres con las que había salido habían sido más jóvenes que él, así que ¿Por qué consideraría a alguien casi dos años mayor?

Sin embargo, el momento de esta sugerencia era demasiado increíble como para ser ignorado. Había sido hace sólo 24 horas atrás que por "alguna razón" ella había escuchado el argumento de que los hombres debían tener en consideración a las mujeres que son mayores que ellos, y la historia de un gran líder judío que había hecho justamente eso. La señora Bernstein continuó preguntando por la personalidad y los antecedentes de la jovencita.

"Cuéntame más sobre Esther", dijo. "Cuéntame de su familia".

"Bueno, el apellido de soltera de su madre es Hirsch. A decir verdad ella es bisnieta del famoso Rabino Samson Rafael Hirsch". La señora Bernstein apenas podía contener el aliento. Probablemente miró para todos lados buscando la cámara escondida, pensando que alguien le estaba jugando una broma. Las "coincidencias" eran demasiadas como para ser sólo casualidad.

Luego de haberle descrito a Zev como era Esther, y habiendo remarcado las extraordinarias señales que acompañaron todo el proceso, Zev aceptó conocer a Esther.

Voy a ahorrarles el suspenso. Unas cuantas semanas después ellos estaban comprometidos.

Imagínense la sorpresa cuando poco después el Rabino Krohn recibió una llamada de una mujer a quien nunca había visto o hablado antes – la señora Bernstein.

"Usted no me conoce", le dijo, "pero le debo un agradecimiento".

Ella continuó detallándole rápidamente como ella nunca había asistido a esa convención, como escuchó ese argumento inusual, recibió la llamada de la señora Gruman al día siguiente, le contaron la conexión de la familia Hirsch y como ahora estaban comprometidos.

"Usted es el casamentero aquí", le dijo.

Baile de Bodas

Esta historia no termina aquí. Y aun les debo una explicación de cómo fue que bailé en un cementerio.

Durante los últimos años, el Rabino Krohn, quien es un amigo cercano mío, ha encontrado de alguna forma el tiempo para conducir un tour de verano de 9 días de duración por sitios en Europa de suma importancia para los judíos. Cada año me ruega que lo acompañe para complementar sus charlas con pequeñas conferencias, acompañamiento musical y camaradería. Por "alguna razón", este año finalmente acepté. En agosto, un grupo de 70 estadounidenses nos aventuramos a Alemania, Praga, Austria y Hungría.

El viaje fue extraordinario. El itinerario fue espiritual, exaltador, melancólico, triste, pintoresco y repleto de cosas.

En el segundo día del viaje, subimos en nuestro autobús de dos pisos en Frankfurt. Próxima parada – el cementerio y el sitio de la tumba del Rabino Samson Rafael Hirsch. Treinta minutos después nos amontonamos alrededor del santo y noble monumento de esta legendaria figura, y escuchamos la descripción del Rabino Krohn de los logros de este audaz, vigoroso y brillante sabio.

Lo que más conmovió a la gente fue cuando contó la historia de Zev y Esther, como se conocieron, y el rol que de alguna manera había cumplido el Rabino Hirsch en su santa unión.

"No tengo ninguna duda de que de alguna forma... en algún lugar... este santo hombre orquestó estos altamente improbables eventos", dijo el Rabino Krohn. "No me pregunten como, pero este viaje fue organizado hace varios meses – antes de que Zev y Esther se conocieran. ¿Cómo podría también haber sabido que estaríamos aquí – en su sitio de entierro – tan solo horas después de su boda? ¡Zev y Esther se casaron anoche en Nueva York!

Sentí un escalofrió pasar por mi columna. Nadie quedó sin conmoverse. Era un momento inexplicable que nunca olvidaríamos. Nadie dudaba de que estuviéramos parados en un lugar muy santo.

Luego de visitar unas cuantas tumbas más, salimos silenciosamente del imponente cementerio y nos dirigimos hacia el autobús que nos esperaba. Pero el Rabino Krohn tenía un último mensaje para nosotros.

"Un cementerio es, por supuesto, un lugar muy triste", dijo. "¿Pero cómo podemos irnos de aquí, habiendo experimentado este extraordinario suceso, sin bailar para el Jatán y la Kalá (novio y novia)?

Como si estuviéramos en la boda misma, nos tomamos de las manos y bailamos y cantamos como nunca antes.

Segundos después, con la guitarra colgada en mi hombro, en la vereda de enfrente al histórico cementerio, toqué un La menor y conduje al grupo hacia una animada celebración, propia de la alegría de una boda. Ninguno de nosotros conocía a los invitados de honor, pero no importaba. Como si estuviéramos en la boda misma, nos tomamos de las manos y bailamos y cantamos como nunca antes. Fue una escena inolvidable de absoluta alegría, unidad y providencia.

Varias horas más tarde, el rabino Krohn llamó a la pareja a Nueva York – casados solamente hace un día – y les dijo lo que había ocurrido. Ellos estuvieron igualmente conmovidos. Zev dijo que les encantaría incorporar nuestro baile a su video de bodas.

En algún lugar, arriba en los cielos, por "alguna razón" tengo la sensación de que el Rabino Samson Rafael Hirsch estaba sonriendo.

Y también su esposa.

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