Cuando la Realidad Golpea tu Puerta

4 min de lectura

Voluntarizándonos una hora para ayudar a otros, podemos sorprendernos del mundo y de nosotros mismos

Estoy cruzando con mi auto las calles de Buenos Aires. Son las seis de la tarde. Ya terminé mi trabajo. Prendo la radio, hay un programa de música de los 80... Perfecto. Soda Estereo está sonando. Todo está de maravillas en el mundo, yo estoy feliz, ya es hora de ayudar a los pobres e infortunados de éste mundo. Es hora de repartir comida de Shabat para los judíos de escasos recursos. Es tiempo de ser un héroe. Subo la música y sonrío mientras me dirijo por los diferentes barrios. Me siento muy bien acerca de mí mismo.

 Llego unos minutos tarde, no hay problema... los héroes pueden atrasarse un poco. Cargo mi auto con las cajas que hay que repartir. ¡Hombre, que cantidad de comida que consume ésta gente! El auto está lleno hasta el techo. Busco la lista... 4 direcciones, no hay problema... yo puedo manejar eso... estaré listo como en una hora. Justo a tiempo para sintonizar el partido de fútbol camino a casa. Pero antes, me tengo que deshacer de toda ésta comida... primero debo ser un héroe.

Primera parada: un departamento chico en una calle chica. ¡Me lo podrían haber marcado mejor, por el amor de Dios! ya pasé por la entrada más de una vez. Me estaciono y me bajo del auto. Esto debe ser muy fácil, pienso. Agarro la caja, toco el timbre, dejo la comida... recibo un gran "gracias", y ya estoy listo para ser un héroe en algún otro lado. Pero al parecer Dios tiene otros planes para mí ésta noche.

Camino hacia la puerta mientras voy silbando, y toco el timbre. No hay respuesta. ¡Buenísimo... mucho más fácil de lo que me imaginé! ¡Esto de ser héroe es pan comido! De repente una voz: "Un minuto, ya voy, yo no me muevo tan rápido". Me pongo a mirar hacia adentro por la ventana, y veo una viejita que se mueve metódicamente con un andador y con gran dificultad hacia la puerta. Dejo de silbar y se abre la puerta. Con una gran sonrisa me dice "Por favor pase, adelante".

Entro y miro a mí alrededor, el departamento es viejo y desordenado. Ella no tiene muchas posesiones, y le cuesta estar de pie. "¿Puedes poner la caja encima de la mesa por favor? Es difícil para mi el levantar cosas", me dice.

Estoy anonadado por ella y la escena, no era lo que yo esperaba. La realidad de su situación me golpeó como un puño en el estómago. Apenas le puedo responder "por supuesto, no hay problema", le digo entre dientes.

Mientras coloco las cajas en la desgastada mesa, llena de periódicos, cartas, y uno que otro documento de origen indeducible, me doy cuenta de las fotos que cuelgan de la pared. Son viejas, en blanco y negro, y en ellas aparece un joven buen mozo y su esposa. La pareja está bien vestida, son de aproximadamente 1960 diría yo. Parecen felices, con una gran sonrisa en sus rostros; me pregunto quienes serán.

"¿Quienes son los de la foto?", le pregunto cortésmente.

"Oh", dice ella mientras los ojos se le tornan vidriosos. "Ese es mi difunto esposo, fue el amor de mi vida. Sólo estuvimos casados por 6 años, luego él murió repentinamente en 1962. He estado sola desde entonces".

Todavía me sonríe, pero... ¿cómo?.. ¿Sola desde 1962?... ¿Perder el amor de tu vida después de sólo 6 años de matrimonio?... ?...¿Cómo hace para sonreír?

"¿Tiene usted hijos?", le pregunto.

"No", me dice, mirando al suelo por primera vez. "Mi marido era alguien especial ¡me hacía temblar el piso! ", me vuelve a sonreír.

No sé que hacer, pero quiero hacer algo por ésta mujer que perdió a su caballero antes de lo previsto. "¿Hay algo más que pueda hacer por usted señora?", es lo único que me salió de la boca.

"¡Por favor!" me dice, "ya hiciste más que suficiente, muchas gracias. Que Dios te bendiga con una vida larga y feliz, llena de alegrías e hijos".

Las lágrimas empezaron a aparecer en mis ojos... ¿Me está bendiciendo? Ella que perdió tanto en su vida, y que vive tan sola todavía tiene tiempo para bendecir a los demás. En ese momento, me di cuenta que ella es una de las personas más increíbles que he conocido. "Amén", le contesto a su bendición. "Que Dios la bendiga a usted también".

Mientras me doy vuelta para irme, me dice con alegría: "Shabat Shalom".

Me doy vuelta mientras fabrico una sonrisa. "Gracias, y Shabat Shalom para usted también".

Los Afortunados

El resto de la tarde, no es menos dolorosa ni menos chocante. Visito a una mujer atada a su cama por el cáncer, y que esta recibiendo quimioterapia en su casa. No tiene familia y está desesperadamente sola. Cuando me preparo para salir, ella también me bendice. Mientras dejo su pequeño departamento me doy vuelta para verla ocultarse y silenciosamente sollozar.

Después de eso, un hombre que apenas puede mantenerse en pie económicamente, pero que sin embargo tiene demasiada dignidad para sentirse tranquilo aceptando caridad. Está parado orgulloso en el frente de su casa, mientras le entrego su comida. Por supuesto me bendice, todos me bendicen.

Estoy manejando a casa por las calles de Buenos Aires, son las 8:30 de la noche, y ya hice mi última entrega para la ayuda de Shabat. Mientras viajo, miro a través del parabrisas perdido en mi pensamiento. El resonar de la radio no existe, y ya no quiero sintonizar el partido. Al contrario, pienso en cómo estaba ciego de la realidad.

Pero por sobre todo estoy pensando como no soy para nada un héroe... ni siquiera un poquito. Esa gente que conocí hoy, quienes han sobrevivido y continuarán sobreviviendo cosas terribles, y que aún les queda fuerzas para bendecirme: Ellos son los verdaderos héroes.

¿Yo? Yo soy sólo otro de los hijos de Dios, ni mejor ni peor. Sin embargo después del día de hoy, soy un poco más humilde. Yo soy de los afortunados, tengo salud, una esposa y dos hermosas hijas... y todavía puedo mantenerme económicamente, gracias a Dios.

También soy afortunado porque Dios me permitió conocer a éstas personas, aprender de ellos, y en cierto modo ayudarlos. Que Dios bendiga a cada uno de ellos.

 

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