Milagros no tan pequeños

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Dios está constantemente comunicándose con nosotros. Nosotros necesitamos a veces de un milagro para recibir el mensaje.

En el cumpleaños de 5 años de Sara Apel, su abuelo Jacob, le regaló un Sidur (libro de plegarias) cubierto de madera de olivo que su padre había adquirido décadas atrás durante un peregrinaje desde la Rusia Blanca a Palestina. En la tapa del Sidur escribió: "Siempre estate orgulloso de ser judío y sabe que tienes una Tierra Santa".

Sara puso el Sidur bajo su cojín y lo mantuvo ahí durante los siguientes siete años. Aunque vivía en Upland, un pequeño pueblo en el centro de California, sus sueños estaban en una lejana ciudad dorada. En un recurrente sueño, repetido cientos de veces, se veía a si misma caminando en un puente angosto hacia la ciudad dorada. Después escuchaba una voz del cielo diciendo, "si ves solamente la luz que viene de la ciudad dorada, llegarás a la ciudad dorada".

Pero mientras caminaba escuchaba otras voces, viniendo por dentro del puente. Ahí vio gente preciosa, vestida en ropas preciosas, cantando canciones preciosas. Le llamaron a que los acompañe, pero en cuanto se movía hacia ellos, se caía del puente y estaba en "tierra de nadie" para siempre, como un centro comercial vacío, con nada real por dentro.

Un día, a los doce años, el papá de Sara anunció que había comprado una casa más grande en un pueblo adyacente, y que pronto se estarían mudando. Sara amaba su casa, especialmente el gran álamo en el jardín donde pasaba horas añorando acercarse a su Creador. "Tu te mudarás" - le dijo a su papá tristemente, "pero yo, no".

Una noche, unas cuantas semanas después, mientras Sara dormía profundamente, su padre la levantó y la puso en el coche familiar. Al siguiente día se levantó en una casa diferente, en un pueblo diferente. Asombrada, Sara se subió a su bicicleta y pedaleó durante media hora hasta que llegó a su antigua casa. Ahí, una horrible escena le dio la bienvenida. Un camión de mudanzas estaba estacionado frente a su casa y una familia extraña con tres hijos se estaba mudando. Los observo desconsoladamente.

Finalmente, enojada, se subió a su bicicleta y se fue de ahí.

La gente preciosa

Los sueños de la ciudad dorada desaparecieron. En vez de escuchar la voz divina que le decía enfocarse en la luz que emanaba de la ciudad dorada, Sara respondió a las sirenas de la "gente preciosa". Cuando se graduó de la preparatoria, los años sesenta estaban en su apogeo. Gente preciosa abundaba: hippies con sus ropas y canciones, meditadores con su religión de universalidad y amor y los Nativos Americanos con su exótica cultura y apego a la naturaleza. La ciudad dorada estaba olvidada.

En 1965, Sara estaba estudiando arte en U.C.L.A. Un amigo no judío le dijo: "siempre he sabido que eres judía porque existe tanta seguridad en tus ojos. Recientemente conocí a un joven que también tiene esa seguridad en sus ojos. Lo debes conocer". Su amigo le presentó a Dan Fox, un joven alto, que no supo que era judío hasta los dieciocho años, cuando alguien hizo una broma burlona hacia los judíos en su casa. Cuando Dan se rió, su madre le regañó y dijo: "no te rías que tu también eres judío". Sara y Dan descubrieron que eran increíblemente compatibles. Un día, su conversación se torno hacia sus infancias. Dan le dijo que había crecido en el pequeño pueblo de Upland. Sara estaba asombrada.

"Yo también crecí ahí, hasta los 12 años. ¿En qué calle vivías?"

"Sexta" - Dan replicó. "Vivía en 554 North Sixth Street".

Sara se puso blanca. Esa era su casa. Dan era uno de los tres muchachos que se habían mudado a su casa.

La boda

En 1966, Dan y Sara decidieron casarse. La madre de Sara, emocionadísima, planeo una boda en su sinagoga reformista para un domingo, en una tarde de julio.

La ciudad se estaba quemando. Todos los residentes estaban gritando llenos de angustia.

En la mañana de su boda Sara se levantó frenética. Había tenido un sueño terrible de la ciudad dorada de su infancia. Esta vez, sin embargo, la ciudad se estaba quemando. Todos los residentes estaban gritando llenos de angustia.

Sara le habló a Dan y le dijo: "no nos podemos casar hoy. No se por qué, pero es un día terrible para casarnos". Cuando Dan llegó a la casa de Sara, entendió que era imposible cambiar su idea. Pero ¿por qué?

Decidieron que tal vez un Rabino podría ayudarlos a resolver este misterio. Buscaron en las páginas amarillas de Los Ángeles bajo el título de "Rabinos, Ortodoxos" y encontraron un nombre y una dirección cercana. Rápidamente manejaron a la casa del Rabino y tocaron su puerta. Cuando el rabino abrió la puerta, Sara sin pensarlo preguntó, "¿por qué no nos podemos casar hoy?"

El rabino los observó y les contestó, "porque es Tishá B'Av, el día en el que fue quemado el Templo de Jerusalem. Es un día de luto y ayuno para los judíos."

Sara, Dan y el Rabino se quedaron parados con lágrimas derramándose de sus mejillas. El rabino lloraba porque éstos jóvenes habían planeado casarse un día tan lleno de tragedias en la historia judía. Dan lloraba porque esta explicación racional implicaba que iba a tener que posponer su boda. Sara lloraba de felicidad porque por fin había descubierto el nombre de la ciudad dorada - ¡Jerusalem! De repente entendió el significado de todos sus sueños.

A pesar de la oposición de las familias, Sara y Dan pospusieron su boda para dos días después. El martes 11 de Av, el rabino que habían encontrado los casó en una ceremonia tradicional. "La comida de nuestra boda fue la primera comida casher que comimos" - recordó Sara años después.

El milagro del jardín

Dan y Sara se mudaron a la zona de la bahía de San Francisco. Rentaron una casa modesta en una montaña con un bellísimo jardín rodeado de una barda de madera roja de ocho pies. Para el verano de 1970, tenían dos hijos y Sara estaba embarazada de su tercero. Dan trabajaba como maestro de primaria y Sara enseñaba arte.

Un día Sara estaba trabajando en la cocina. Sus dos hijos estaban jugando en una pequeña alberca de plástico en el jardín.

De repente Sara escuchó una voz urgente dentro de su cabeza ordenando: "¡corre rápido!, ¡Trae a los niños! ¡Rápido, Ahora!".

Debajo de las ruedas del camión estaba la pequeña alberca

Sara corrió al jardín agarró a un niño en cada brazo y corrió de vuelta a la cocina. En cuanto la puerta se cerró detrás de ella, Sara escuchó un choque. Se dio la vuelta, para encontrarse con un enorme camión que ocupaba por completo su jardín. La barda de madera estaba hecha palillos. Debajo de las ruedas del camión estaba la pequeña alberca.

Dejando el desierto

Un tiempo después, la hija mayor de los Fox comenzó a sufrir de recurrentes dolores de oído. Un doctor sugirió que se mudaran al clima seco de Arizona. Así es que en 1971, los Fox manejaron su camión VW hacia Arizona. Ahí, en un trailer, en una montaña en el desierto cerca de un precipicio se establecieron, rodeados de mormones, católicos y Nativos Americanos.

Dos años después, la guerra de Iom Kipur estalló en Israel. Un día Dan tuvo una pesadilla. Lloraba: "¡No me pueden quitar mi tierra!". Cuando se levantó en la mañana, le dijo a Sara que quería ir a la oficina más cercana de Alía para averiguar cómo se podía ir a vivir a Israel.

Los Fox y sus tres hijos se fueron a la oficina de Alía en Phoenix. El representante de Alía les preguntó si alguna vez habían estado en Israel. Ellos contestaron: "No".

"¿Bueno, saben algo acerca de Israel?" les preguntaron.

"No", contestaron.

"¿Son parte de una comunidad Judía?"

"No".

"¿Entonces por qué se quieren mudar a Israel?", preguntó sorprendido.

Sara le dijo acerca de su sidur de madera de Palestina, sobre sus sueños de la ciudad dorada que en su día de bodas entendió que era Jerusalem.

El representante de Alía estaba visiblemente conmovido. En un tono no característico de oficiales israelíes, les dijo: "Hijos míos, vengan a casa".

Aún dudosos, decidieron hacer Alía. Llenaron todos los formularios y arreglaron para irse exactamente un mes más tarde. Después manejaron de vuelta hacia su casa en el desierto.

Sara estaba asustada con la idea. Después de todo, una guerra se estaba llevando a cabo, y en ese punto Israel no la estaba ganando. Cuando Sara y Dan bajaron del camión, con sus hijos todavía jugando adentro, ella le dijo: "Si vamos a Israel, nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos pueden estar en peligro".

El camión estaba corriendo a una velocidad de 100 millas por hora, dirigiéndose directamente al precipicio.

Justo después de que las palabras dejaron la boca de Sara, el camión empezó a moverse, con los tres niños adentro. En segundos, tomó velocidad, hasta que estaba corriendo a una velocidad de 100 millas por hora, dirigiéndose directamente al precipicio. Dan, Sara y una docena de sus vecinos estaban parados ahí, horrorizados. Nada podía parar al vehículo. En momentos, cayó al precipicio -- después se paró a la mitad del aire. Su llanta trasera fue detenida por un pequeño arbusto. Para la sorpresa de todos, el camión se quedó suspendido en el aire, suspendido solo por un arbusto.

Todos los vecinos empezaron a gritar, "¡Un milagro para los judíos! ¡Dios ha hecho un milagro para los Judíos!".

Todos corrieron al vehículo y con cuerdas pudieron sacarlo del precipicio. Los niños estaban bien.

Sara y Dan, llenos de horror y alivio, caminaron con un amigo mormón de regreso a su trailer. Cuando entraron a su casa, fueron recibidos por una terrible escena. Docenas de insectos extraños de color negro estaban por todas partes en el suelo, en la sartén de la estufa, inclusive en las botas de Dan mientras estaban parados. En dos años en el desierto nunca habían visto un insecto así. "¿Qué son? Sara le preguntó a su amigo.

El amigo rápidamente agarró una toalla y quitó el insecto de las botas de Dan. Después los sacó del trailer. "Son escorpiones mortales", advirtió. "Nunca en mi vida había visto tantos al mismo tiempo".

Sara y Dan entendieron que Dios les estaba mandando un mensaje claro. De repente Israel no parecía tan peligroso. En ese momento, ambos decidieron seguir con sus planes de Alía. Esa misma tarde, empezaron a vender sus muebles. En cuanto empezaron a vender su primer mueble los escorpiones desaparecieron. Hasta el último de ellos.

Unos meses después, la familia Fox llegó a Israel. Mientras bajaban las escaleras del avión, Dan - ahora Shlomó - dijo: "hemos regresado a casa para ser Judíos otra vez".

Veintiocho años más tarde, Shlomó y Sara Fox - tienen ocho hijos y 18 nietos, todos estudiando y enseñando Torá alrededor de la tierra de Israel. Shlomó traduce libros sagrados del hebreo al inglés. Sara tiene una vocación única. Una tradición antigua promete que si uno reza por algo específico en el muro de los lamentos 40 días consecutivos, el rezo será contestado. Sara, quien pasa horas rezando diariamente en el Muro de los Lamentos, hace el servicio de "los cuarenta días en el Cotel" para aquellos que viven muy lejos y no lo pueden hacer por si mismos.

¿Cuándo puedes confiar en un "mensaje"?

Dios siempre se está comunicando con los seres humanos. Mientras que los mensajes que la mayoría de nosotros recibimos no son tan dramáticos como los de la familia Fox, la mayoría de nosotros experimentamos una guía Divina - por medio de intuición, sueños, o el desarrollo de circunstancias.

¿Cómo puedo saber si un mensaje es realmente de Dios, y no de otro notorio ventrílocuo: el ego?

La Torá especialmente prohíbe leer supersticiones. Dos palomas dando vueltas alrededor de tu cabeza y tu pareja, no deben ser interpretadas como una señal de que te debes casar. La aparición repentina de escorpiones en tu casa no es una superstición. Por el contrario, presenta un claro hecho racional: un peligro de vida. Si estuvieras preocupado en seguir un cierto curso de vida por el peligro que conlleva, debes medir esos posibles peligros con la realidad de tu peligro actual. Las supersticiones están abiertas a diversas interpretaciones, los mensajes te enseñan hechos: puede que obtengamos, o no, las conclusiones obvias.

De la historia de Dan y Sara podemos obtener tres claves para saber cómo confiar en un "mensaje":

1. Si el mensaje te lleva a hacer algo inconveniente, difícil, o realmente no gustoso, probablemente no viene de tu ego. El mensaje de Sara de posponer su boda, le costó la ira de su madre que había gastado meses planeando el evento. El sueño de Dan de mudarse a Israel a la mitad de la guerra era un reto que iba en contra de todas sus preferencias. La Rebetzin Hinda Adler, solía decir: "Si es difícil, es un signo que es algo bueno".

2. Cuando estás en duda, consulta con un guía espiritual que tenga mucha sabiduría de Torá. El sueño de Sara la convenció de que no era el día adecuado para casarse, pero no podía entender por qué. Intuyeron que un rabino ortodoxo podría poner un poco de luz al mensaje de su sueño, y lo hizo. Muchos guías espirituales son charlatanes, que interpretan mensajes de acuerdo a su propio beneficio personal. Alguien que guía toda su voluntad a la voluntad del Creador, como está revelado en la Torá será probablemente un intérprete objetivo de tu mensaje.

3. Si contradice la Torá, no es un mensaje de Dios. La Torá es el mensaje Divino más supremo, directo e irrevocable. La Torá específicamente advierte sobre falsos profetas. Ellos son falsos aunque sus profecías se hagan verdad o puedan hacer milagros. Si te dicen que hagas algo que contradice las instrucciones de la Torá, entonces son falsos. Lo mismo se aplica con "todos los mensajes Divinos". No ha habido ningún día desde Sinai, en el que Dios no se haya comunicado indirectamente con los seres humanos. Sin embargo, no ha habido ninguna comunicación Divina desde Sinai que contradice Sinai. Si un amigo casado te dice por medio de un sueño o su intuición, que la voluntad de Dios es que tenga un encuentro con su secretaria, le puedes decir que con certeza no es un mensaje de Dios.

Cuanto más veamos la mano de Dios en nuestras vidas, más manifiesta estará Su mano

Los mensajes Divinos funcionan como la leche materna. Así como cuanto más el bebé toma, más leche es producida, de la misma forma cuánto más busquemos a Dios para dirigir nuestras vidas, más Él lo hará. Cuanto más veamos la mano de Dios en nuestras vidas, más manifiesta estará Su mano. Y cuanto más obedezcamos Sus órdenes, aunque sean difíciles, más corriente de comunicación habrá en nuestra vida diaria. Si Sara hubiera ignorado el sueño de la ciudad quemándose, o hubiera decidido que a pesar del mensaje, posponer la boda era muy difícil, uno se pregunta si hubiera sido posible para ella escuchar la voz interna que le advertía salvar a sus hijos.

La clave para entender los mensajes de Dios es la honestidad. Si analizas esos mensajes honestamente, inteligentemente, y sin agendas previas, y buscas la guía de alguien que está comprometido a la voluntad de Dios por encima de su voluntad, y estás dispuesto a seguir órdenes que son difíciles para ti, entonces puedes confiar en tu guía interna que tiene una fuente Divina. Así como dijo el profeta Elishá: "la pequeña y constante voz" de inspiración Divina nos está hablando siempre. Cuanto más honestamente escuchemos, más claro escucharemos.

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