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¿Qué está haciendo una agradable muchacha judía como yo en un lugar como este?
Estoy sentada en mi escritorio en uno de los antiguos palacios de Saddam Hussein, entrando al quinto mes de mi segundo período de servicio en la Guerra de Irak. Lo que quiero compartir con ustedes puede parecer tonto al principio, pero esto me ha golpeado como una tonelada de ladrillos. Esto no es fácil para mí... bien, suficiente de andar con rodeos, aquí va: he estado usando las mismas botas de combate de día y noche desde que me llamaron al servicio activo en agosto.
¿No suena mucho para ti? Bien, para mí lo es. Permítanme que me explique.
Mis botas han caminado bajo ese tipo de sol y calor que la mayoría asocia con escorpiones y muerte en todas esas películas del Sahara de los años 1940, y mis botas han pasado por el agua y el barro, mucho barro. Estoy mirando mis botas y la única cosa que no puedo apartar de mi mente es ¿cómo puede ser que haya terminado en este camino – todavía soltera, sin hijos, sirviendo en la guerra, otra vez? ¿Por qué estoy usando estas botas?
Por favor no me malentiendan. Me siento honrada de servir a mi país, orgullosa de vestir el uniforme de mi nación, y el mío, es un trabajo excitante. Una vez más, como en el 2003, estoy asignada a una unidad de inteligencia – una unidad que realmente va tras gente malvada. Yo sí siento que estoy como haciendo un bien por Dios, especialmente porque éstas mismas personas a quienes perseguimos no sólo guardan desprecio por los Estados Unidos y todo lo que el país representa, sino que además, y no sorprendentemente, ellos también aborrecen a Israel, y en especial a los judíos.
Debería sentirme bien por eso, ¿verdad? Y que dicen de esto: Soy capaz de servir en esta guerra mientras me mantengo casher, y como una asignación paralela trabajo como un líder laico para los judíos presentes en mi base. Incluso organicé una ceremonia gigantesca de encendido de velas de Januca en el Palacio de Saddam e hice latkes 100 % casher para cada uno de los asistentes a la ceremonia. Muchos judíos aquí todavía están estupefactos de que lleváramos eso a cabo.
¿Aún piensan que debería sentirme bien? Yo también lo haría si estuviese leyendo esto sobre otra persona. Pero no. Soy yo, no alguien a quien yo nunca he conocido y que etiqueto como "héroe" en mi mente.
La verdad es que siempre quise estar casada y tener hijos. Desde que era una niña lo encontraba como el más noble de los esfuerzos de una mujer. Seguro, yo puedo ir a mi pasado, discutir contigo cada una de mis citas, explicar esto y esto otro sobre por qué no resultó, pero eso tomaría volúmenes de escritos, con capítulos y subtítulos, quizás también, con notas al pie de página. Además, estoy convencida de que antes que alguien lo lea ya estará predispuesto a pensar que soy demasiado selectiva o que tenía otros problemas que me impedían darme cuenta que nunca encontraría a esa persona perfecta. Ellos dirían, vean, ella utilizó la palabra "perfecta", ahí mismo yo les puedo decir que ese es su problema. Yo no quiero hacer eso; yo no quiero poner mi vida bajo la lupa. Yo aprecio mucho mi dignidad y hasta que alguien realmente haya se haya puesto en mis zapatos y haya ido a mis citas, yo apreciaría si me dieran el beneficio de la duda.
Yo quería ser parte de algo más grande que yo misma. No quería que mis decisiones en la vida me afectaran sólo a mí. Por eso me enlisté en la Reserva de la Marina de los Estados Unidos.
Soy profesora de profesión, y a pesar de que sentí que era un privilegio enseñar a los niños en el jeder a leer, a escribir, a hacer aritmética y a aprender habilidades sociales, nunca sentí realmente que estaba haciendo un sacrificio. Mis amigas siempre me han explicado que esa es una gran parte del matrimonio y de criar hijos, tu tiempo no es tu tiempo, cada decisión que tomas está basada en las necesidades de tu familia. Eres parte de este gran equipo, todos compartiendo el mismo nombre, como todos los equipos –tú sabes, los Dodgers, los Lakers, los Goldbergs, los Weinsteins, etc. Este equipo construye un hogar, un hogar familiar, un hogar judío.
Soy humana; he tenido esa necesidad también. Yo quería sentir que me estaba sacrificando por algún propósito grandioso para redimir nuestro mundo, para ser parte de algo más grande que yo misma, servir a un bien mayor. No quería que mis decisiones en la vida me afectaran sólo a mí. Así, contesté a un anuncio publicitario y me enlisté en la Reserva de la Marina de los Estados Unidos. Y supongo que de alguna manera he encontrado una especie de familia, no en la construcción de un hogar, pero sí en el cuidado y protección de mi país.
Aún, me siento aquí y observo mis botas. Olvidándome ya de cómo me sentía usando una falda y una hermosa blusa. Usando lo más fino en Shabat, rodeándome de amigos más decentes que no dicen palabrotas cada dos palabras. Extraño escuchar a los niños rezar en el jeder, esas dulces voces que me recuerdan que Dios aún trabaja duro por nosotros. Extraño decirle a esa niña solitaria que ella no está nunca sola, que Dios la conoce, que Él está siempre con ella, y que yo también la quiero, y que creo en todo lo que ella quiera ser. Extraño a mis rabinos y rebetzins. Oh, sé que están sólo a una llamada telefónica de distancia – cuando puedo conseguir una línea de salida, pero no es lo mismo. Y, extraño a mis amigos, los que me conocen mejor, aquellos que saben cuánto he ansiado ser parte de un equipo diferente todos estos años, el que mi esposo y yo forjaríamos cumpliendo con el objetivo de Dios para nuestras vidas.
Con entre ocho y nueve meses aún por delante en Irak, me siento y observo mis botas. ¿A dónde irán? ¿Cómo se verán cuando, Dios lo permita, regrese a Los Ángeles, a mi hogar?
Tú no necesitas viajes alrededor del mundo, aventuras, o medallas en tu pecho para sentir una vida plena. Tú ya eres un héroe.
¿Por qué estoy escribiendo esto? Creo que para desahogarme, y supongo que tengo otra agenda. Si tú estás leyendo y estás casada, criando hijos en un hogar, un hogar judío, con acceso a rabinos y rebetzins, una variedad de comida casher, y si vamos al caso agua corriente, sólo puedo compartir esto contigo: por favor nunca pienses que es glamoroso ir a la guerra, o quizás algo más excitante que la vida que estás llevando en tu casa. En la militar, esta guerra es muy necesaria, pero es cualquier cosa menos encantadora o romántica. Le permitiré a Hemingway una descripción romántica de la guerra, pero sólo a él.
Te imploro que aprecies tu uniforme en el ejército de Dios – tu kipá y tzitzit, tu vestido discreto, tu lenguaje sagrado, tu mesa de Shabat, el jeder de tus hijos, tu vida judía, tu tradición judía. Tú no necesitas viajes alrededor del mundo, aventuras, o medallas en tu pecho para sentir una vida plena. Tú ya eres un héroe.
Y sí, continúo rezando para que mis objetivos originales en la vida no sean olvidados. Que con la voluntad de Dios, regrese a casa pronto y que Él me conceda la bendición de unirme a un equipo distinto, compartir un nombre diferente, calzar zapatos bonitos.
Por favor perdóname. Me gustaría escribir más. Tengo más para desahogarme, para compartir, pero recién recibí una orden de llevar mis botas a otra misión, y me pregunto --¿cómo se verán mis botas mañana? ¿Glamorosas? ¿Románticas? No, ni si quiera cerca.
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