Adiós a los Hijos que Nunca Tuve

3 min de lectura

¿Cómo puedo decir adiós cuando nunca tuve la real oportunidad de decir hola?

Me cuesta tanto decir adiós. Pienso que nunca voy a ver de nuevo a la persona. Por otra parte, siempre se puede llamar o enviar un e-mail, por lo que decir adiós no debería ser tan difícil.

Pero, ¿qué sucede cuando la persona ya no sigue estando aquí? ¿Cuando ya han vivido sus 120 años y se han ido? Entonces digo adiós y eso es permanente. Ellos ya no están para compartir cosas, para apoyarme, o viceversa, o para compadecerse conmigo. Yo no puedo comunicarme con ellos directamente. Puedo rezar por sus almas, pero eso no es satisfactorio; se siente de un sólo lado. Es muy triste para mí decir adiós a alguien de esta manera.

¿Qué hay en situaciones donde la persona realmente nunca existió? Ellos existieron sólo en mis visiones de lo que yo quería para mí, pero no en carne y hueso. ¿Cómo puedo decir adiós cuando nunca siquiera tuve la oportunidad de realmente decir hola? Nunca nos hablamos ni nos tocamos en la vida.

Pero en mis sueños sí lo hicimos. En mis sueños, fue tan real. Los sostuve y los acuné. ¡Ellos eran tan tiernos! Algunos tenían cabello rizado, otros lo tenían liso, unos eran rubios (como sus mamás) otros tenían el pelo color castaño (como sus papás). Ellos sonreían y se arrullaban. Celebramos el brit o el kidush... e incluso me permití soñar con sus matrimonios. Aprendieron a caminar. Estos niños de mis sueños trajeron a casa preciosos trabajos de arte de la escuela que colgué en el refrigerador. En algunos sueños, había mellizos – ¡por supuesto un varón y una niña! Así es que celebramos un brit y un kidush... y en los sueños más locos incluso un pidyón habén (redención del primogénito hombre). ¡Wow - la gente que venía! Estas eran celebraciones globales; si no podías asistir al evento en nuestra ciudad, lo celebrabas en tu ciudad. Y en lugares como Jerusalem, había celebraciones en varios vecindarios. En mi sueño, había una unidad increíble gracias a nuestra Simjá (alegre celebración).

Estos niños existieron – parecían tan reales. Hasta que me despertaba y me daba cuenta que era un sueño. Fue un sueño recurrente por 25 años, de una forma u otra. Las particularidades podían cambiar, pero la trama básica de la historia permanecía igual: yo quedaba embarazada, pasaba por el parto, me entregaban un niño sano, y participaba en las consiguientes celebraciones.

Pero esto nunca sucedió. Realmente nunca dije hola. Y ahora es tiempo de decir adiós. Adiós a los potenciales niños, adiós a esa parte de mi vida que permite que eso suceda, y adiós a los sueños. No quiero dejar que los sueños se vayan. No quiero separarme del potencial que puede crear vida. Me siento forzada, como llenando una maleta con demasiadas cosas y apretándolas hacia adentro. Siento la presión de tener que decir adiós antes de estar preparada.

La última vez que sentí esta presión fue cuando mi abuelo, Z´L, falleció. Yo tan sólo tenía 17 – él nos dejó tan pronto. Yo no tenía opción; tuve que decir adiós en ese temprano día de otoño. Nunca lo volví a ver de nuevo con vida. Yo no estaba preparada – Dios se lo llevó de todos modos. Era el momento para Dios, no para mí.

Es lo mismo con este adiós. Estoy en la línea de tiempo de Dios. En Su infinita sabiduría, Él decidió que es hora de decir adiós a los hijos que nunca tendré. Él tiene un plan para mí, y tener la posibilidad biológica de crear vida no es parte de ese plan. Me está costando mucho aceptar este plan. Lo cuestiono. Lucho con él. Es doloroso vivir esta idea. Estoy triste. Estoy diciendo adiós de la manera más difícil... No voy a poder tener contacto en forma regular. No podré ni siquiera rezar por sus almas porque nunca existieron.

Pero tal vez, sólo tal vez, ellos sí existieron... en vidas previas. Tal vez, en alguna fecha futura cuando Dios revele Su Plan Maestro, voy a conocer a todas esas almas y me voy a dar cuenta que, de alguna forma, yo era capaz de crear vida. O tal vez el Plan Maestro era que yo ayudara a otros a crear vida y voy a encontrarme con esas almas que me van a reconocer como parte de su legado.

En la esperanza, hay vida. Viviendo en la esperanza, yo puedo aprender a decir adiós.

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