Nacimiento
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Sabiduría práctica para la segunda vuelta.
En un mundo perfecto, hombres y mujeres se casarían, vivirían largas y felices vidas juntos y dejarían este mundo aproximadamente al mismo tiempo. No habría necesidad de segundos matrimonios. Pero vivimos en un mundo lejos de ser perfecto. La gente a veces muere muy joven, dejando atrás afligidos cónyuges, con vidas potencialmente largas por delante. Y muchos matrimonios simplemente no duran, colapsan y terminan en divorcio.
Habiendo servido como rabino de congregación por los últimos 38 años, yo he visto de todo: segundos matrimonios que prosperan; segundos matrimonios que están condenados desde el inicio; segundos matrimonios destrozados por los hijos; segundos matrimonios en los cuales los hijos de ambos lados se fusionan en una feliz y cooperativa unidad; segundos matrimonios que colapsan bajo tensión financiera y segundos matrimonios que perduran, pero son infelices.
Interesantemente, el rango de divorcios entre segundos matrimonios es más alto que entre primeros matrimonios. Uno pensaría que un individuo que ha pasado por un divorcio ya ha "aprendido su lección" y, por esta razón, no repetiría los errores del pasado. Lamentablemente esto, frecuentemente, no es el caso.
Aquellos que se casan para satisfacer ciertas necesidades personales, pero, que no están preparados para darle al otro, usualmente se casan con la misma intención en la segunda vuelta. El segundo matrimonio se convierte nada más que en una caminata al precipicio, un compromiso que se dirige hacia un nuevo desastre (nuevo solo porque involucra a una nueva pareja).
¿Tiene sentido para alguien que ha fracasado, casarse de nuevo?
A veces el culpable, es otro patrón problemático. Uno que abandona un matrimonio por inestabilidad financiera, puede, por ejemplo, tratar de encontrar a una nueva pareja que prometa seguridad financiera. Lo mismo es aplicable a otros problemas maritales importantes – insatisfacción sexual, falta de conectividad emocional (comunicación), problemas con los suegros, etcétera. Y en este sentido, como uno de los cónyuges dejó el matrimonio por un problema en particular, es comprensible que ahora quiera asegurarse de que no tendrá que lidiar con el mismo problema otra vez. Pero la vida a menudo nos pone a prueba sarcásticamente. La segunda vez, frecuentemente cuando ya es demasiado tarde, los recién casados descubren que el nuevo cónyuge es verdaderamente distinto del primero. Y mientras que el nuevo cónyuge puede tener lo que al anterior le faltaba, a él también puede faltarle lo que el primero tenía.
Después del Divorcio
¿Tiene sentido para alguien que ha fracasado, casarse de nuevo? Casi nadie considera esta pregunta seriamente, y a pesar de que conocemos la respuesta por adelantado, es conveniente pensar en esta pregunta.
Aunque generalmente es verdad que se necesitan dos para bailar tango y sólo uno para "deshacer el tango", no existe casi ningún divorcio en el cual el quiebre sea exclusivamente culpa de una sola de las partes. De este modo, conviene que cualquier persona divorciada pase por un serio examen de conciencia antes de volver a casarse, contemplar de que manera las cosas serán diferentes, de modo que el próximo matrimonio dure para siempre.
Cualquier persona que no haga esto es irresponsable, y no está realmente preparada para casarse nuevamente. Uno que no puede reconocer sus errores y aprender de ellos está condenado a repetirlos. Esta observación de sentido común cae en el ámbito general de "Ama a tu prójimo como a ti mismo" (Lev. 19:18), lo cual es entendido talmúdicamente como la obligación de ocuparse de cosas que reforzarán la viabilidad de un próximo matrimonio. 1
Después de la Muerte
Un segundo matrimonio después de la muerte de uno de los cónyuges posee otros desafíos. Uno puede luchar contra varias emociones cuando contempla la posibilidad de casarse nuevamente. La ansiedad puede afectar al cónyuge, incluso años después de la muerte de su pareja.
Es extraño que las personas mayormente se cuestionen un matrimonio después de la muerte de uno de los cónyuges que uno después de un divorcio. El elemento clave en esta reacción es el factor lealtad. Ninguna lealtad es esperada hacia un cónyuge divorciado, pero la lealtad es esperada hacia el cónyuge difunto.
Un buen primer matrimonio naturalmente engendra un segundo buen matrimonio.
Hay aquellos que consideran el hecho de volverse a casar como un acto de traición. Pero si la lealtad significa mantener las cosas que fueron construidas en el primer matrimonio, entonces, es muy probable que la pareja sobreviviente pueda lograr esto nuevamente, con mayor éxito, con una nueva pareja comprensiva.
Otra percepción equivocada es que volver a casarse habla negativamente del cónyuge difunto. Un buen primer matrimonio naturalmente engendra un segundo buen matrimonio. El hecho de volver a casarse testifica cuán bueno fue el primer matrimonio, lo suficientemente bueno como para garantizar otro matrimonio.
La lealtad debe ser vista desde la perspectiva de la Torá. Claramente, el mandato de la Torá de casarse no se refiere a probar como es el matrimonio; se refiere a estar casado. Si un primer matrimonio se termina, la obligación de estar casado se mantiene.2 ¿Cómo el cumplimiento de un mandato de la Torá puede ser considerado una deslealtad?
Hijos
Un segundo matrimonio, de manera similar a un primer matrimonio, no debe ser apresurado. Esto es especialmente importante debido a los muchos factores presentes en el segundo matrimonio que frecuentemente no estuvieron presentes en el primer matrimonio. El más obvio de estos factores es el tema de los hijos afectados por el término del primer matrimonio.
Los hijos de todas las edades son vulnerables, aunque de maneras diferentes, ya sea después del divorcio o de la muerte de uno de sus padres. Esta vulnerabilidad puede manifestarse en un niño que observa al potencial recién llegado a la familia como un intruso que amenaza con quitarle tiempo y afecto de su padre, la persona en la cual el niño más confía.
El padre que se vuelve a casar necesita hacer un genuino esfuerzo para entender y aclarar las preocupaciones de su hijo. Esto se logra escuchando cuidadosamente, reconociendo que sus preocupaciones no son locas, reflexionado y asegurándole que él siempre será amado y cuidado. Ayuda aún más si el recién llegado por su lado le ofrece amistad al niño, y hace cosas junto con él y con su padre biológico. Las acciones que refuerzan las palabras son muy importantes.
El nuevo cónyuge se está uniendo a la familia porque ama al padre de los niños, y está por lo tanto, profundamente comprometido a hacer lo que sea mejor por sus hijastros.
El recién llegado nunca debe llegar a la familia con una actitud de "reemplazar a un padre". La actitud apropiada es que el nuevo cónyuge se está uniendo a la familia porque ama al padre de los niños, y está por lo tanto, profundamente comprometido a hacer lo que sea mejor por sus hijastros. Los niños son un potencial bloqueo para un segundo matrimonio, pero no necesitan serlo.
Ayuda si los niños se dan cuenta que es importante que el padre esté contento. La relación con los hijos siempre es mejor en un estado de satisfacción que en un estado de melancolía. Los niños serán los principales beneficiarios de la felicidad parental. Cuando los padres son felices, los niños pueden prosperar.
También es importante que los niños entiendan que su padre tiene una obligación constante de estar casado, y que volver a casarse es por lo tanto, un esfuerzo extra basado en las ordenanzas de la Torá. Este reconocimiento puede ayudar a neutralizar una potencial resistencia frente a un nuevo matrimonio. Los niños pequeños son menos propensos a poder apreciar esto; desafortunadamente, incluso los niños mayores y los adultos no comprenden esta perspectiva automáticamente.
Muchos niños deciden de antemano, sin ningún conocimiento, que no les gustará su padrastro. Incluso si ellos pudieran señalar algún rasgo de carácter negativo del padrastro, eso no justifica el comportamiento desdeñoso, ni excusa el hecho de que hagan lo posible para romper la nueva relación.
En primer lugar, como está codificado en la ley judía, los niños están obligados a respetar al cónyuge de su padre, como parte del debido respeto a los padres.3 Segundo, y quizás más enfáticamente, es el sentido de la famosa y antes citada, obligación de amar al prójimo como a uno mismo. Esto es considerado el fundamento de la Torá. Si nos consideramos judíos serios en el cumplimiento de la Torá, no podemos ignorar ningún detalle, y menos un fundamento.
En su excepcional tratado ético, Pele Yoetz, el Rabino Eliézer Papo observa que la obligación de la Torá de amar a otros no es necesariamente cuando se trata de amigos íntimos. Ahí el amor ya está presente y apenas se necesita un mandamiento de la Torá. El mandamiento es necesario cuando se trata de alguien que nos disgusta. Es expresamente aquí que la instrucción de la Torá de amar al prójimo es necesaria.4 Para niños que, por cualquier motivo, no les gusta el padrastro, la necesidad de amar al prójimo es crucial, suponiendo que ellos son bastante maduros como para apreciar esta mitzvá.
Esto no es para sugerir que sea una relación unidireccional. El padrastro/madrastra también puede no apreciar a los niños; él/ella ciertamente va a tener la tendencia a amar más a sus propios hijos. Pero la orden "amarás" funciona para ambos lados, de los niños a los padrastros/madrastras y de ellos hacia los niños.
Cuando el mandamiento de amar al prójimo es la estructura operante, un segundo matrimonio no solo puede sobrevivir, sino que puede prosperar y beneficiar a todos. Cuando este mandamiento no es la estructura operante, abundan los problemas. Y a pesar de que se pueden encontrar soluciones, usualmente son solamente un parche.
Cada parte involucrada debe tratar de adoptar el camino más elevado, el de la aceptación. La amabilidad y la aceptación siempre funcionan mejor que la malicia y el rechazo. Con lo primero, todos son ganadores; con lo segundo, todos son perdedores.
Finanzas
Las finanzas son siempre un tema difícil en un segundo matrimonio. Los recién casados aportan sus propios recursos financieros y sus obligaciones a la nueva realidad. Idealmente, es mejor si la pareja fusiona todo en un conjunto en vez de crear la triple división de lo mío, lo tuyo y lo nuestro.
En ocasiones esto no es práctico, especialmente cuando los fondos están asignados legalmente a los hijos de uno de los cónyuges. El arreglo más prudente es que cada cónyuge acuerde de buena manera, no tocar esos fondos designados. Y de la misma manera es muy poco prudente insistir en una fórmula estricta de mío/tuyo, donde el nuevo esposo, por ejemplo, se niega a tener que ver con los gastos de los hijos de la nueva esposa. Esto probablemente crearía una relación distante con los hijastros, lo cual es también el primer paso para la catástrofe matrimonial. Uno se casa nuevamente de manera completa, no en partes separadas.
El Antiguo Cónyuge (Divorciado)
El ex cónyuge a menudo es un punto doloroso en el nuevo matrimonio. Esto es por lo general un reflejo de la relación que el individuo tiene con su ex cónyuge. Aunque sería extraño esperar que la relación con un "ex" sea buena, no es extraño esperar que ésta sea funcional. Es injusto que el inocente recién llegado a la familia sea arrastrado a los viejos problemas.
En la forma judía de pensar, la relación con el ex cónyuge está sujeta a exigencias específicas, bajo la premisa: "y de tu propia familia no seas olvidadizo" (Isaías 58:7).5
El matrimonio es para siempre, incluso hasta después del divorcio. Y la obligación de ser un mench (una persona responsable) se mantiene después del divorcio.
Esto es así aun cuando la pareja que se divorcia no tiene hijos, y ciertamente es así cuando hay hijos involucrados. La lógica halájica elemental en esto es la siguiente: una pareja que no se lleva bien (después del divorcio o cuando aún están casados) forzosamente pone a los niños en la posición incómoda de tener que elegir un lado. Los niños son obligados entonces a violar su obligación de honrar y respetar a ambos padres. Los alterados ex-cónyuges violan el precepto de no poner obstáculos delante de un ciego (aquellos que son inconscientes).6 Los esfuerzos por llevarse bien después del divorcio no sólo son prudentes, sino que son requeridos halájicamente.
El Antiguo Cónyuge (Difunto)
Obviamente, el nuevo compañero debe respetar la memoria del cónyuge difunto. Por otra parte, el cónyuge que vuelve a casarse debe reconocer que su responsabilidad primaria es ahora con el nuevo compañero matrimonial. Nadie quiere estar en "el segundo lugar." El compañero que vuelve a casarse tiene que ser sensible a esto.
Ni el marido ni la esposa deberían participar abiertamente en actividades que connotan el hecho de que la primera pareja todavía está activamente presente en el corazón del ex-cónyuge. Qué actividades están prohibidas, es un asunto de disputa en la ley judía.7
Las complicaciones aquí expuestas están expresadas de mejor manera en la observación del Rabino Yehiel Yaakov Weinberg8, en el sentido que, al mismo tiempo que tenemos que tener en cuenta los sentimientos del segundo cónyuge, también tenemos que apreciar los sentimientos de los niños, quienes se verán afectados si perciben que el padre que sobrevivió ha olvidado completamente a su cónyuge difunto.
Como se planteó anteriormente, con respecto a los desafíos únicos de un segundo matrimonio (o cualquier matrimonio), elegir "los caminos agradables" es la mejor opción. Este acercamiento saca a relucir lo mejor de la pareja. La alegría y la realización en la relación matrimonial se desbordarán hacia la familia entera.
Ser sensible, generoso – sobre todo en circunstancias tentativas – más que ser egoísta y egocéntrico es el ingrediente vital que asegura el éxito matrimonial.
Reimpreso con permiso de Jewish Action la publicación oficial de Orthodox Union
NOTAS:
1. Ver, por ejemplo, Berajot 23ª, Ketuvot 66ª, Menajot 93b y Bejorot 35b. Una explicación más completa de esta idea se encuentra en my Jewish Marriage: A Halakhic Ethic (New York, 1986), 90-92.
2. Ver Even Haezer 1:8, Hiljot Ishut 15:16 y Hiljot Issurei Biah 21:26. En la vinculante naturaleza de las obligaciones de le'erev (no desistir de la posibilidad de procrear en los años tardíos), el Rabino Zerahyah HaLevi (Hamaor Hagadol) en Alfasi a Ievamot 62b, ve la obligación de le'erev como una obligación rabínica. El Ramban lo ve como una recomendación para la vida, pero no como una obligación rabínica. Esto llega a ser un tema de debate solamente después de que la obligación de procrear ha sido cumplida. Ver más en my Jewish Marriage, 133-135; 230-231.
3. Yoreh Deah 240:21.
4. Pele Yoetz, bajo la categoría "Sin'ah".
5. Ver Yerushalmi Ketuvot 11:3, que establece que éste verso se aplica a una pareja divorciada; cónyuges divorciados no son por lo tanto totales extraños después de que el matrimonio termina.
6. Vaikrá 19:14; Torat Kohanim, ad. loc.; Moed Katan 17a y Yoreh Deah 334:47.
7. Ver Rabino Yekutiel Greenwald, Kol Bo al Avelut (New York, 1965), 404 y Rabino Yehiel Yaakov Weinberg, Seridei Aish 2, no. 136, en relación a recordar el yortzeit de un primer esposo o esposa.
8. Hacia el final de la respuesta citada arriba. El matrimonio es para siempre, incluso hasta después del divorcio. Y la obligación de ser un mench (una persona responsable) se mantiene después del divorcio.
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