5 pasos para tomar resoluciones efectivas para el nuevo año

5 min de lectura

Las propuestas de un psicólogo para lograr un cambio real.

¿Cómo podemos asegurar que nuestras resoluciones para el nuevo año no se transformen en una broma?

Cambiar es difícil y la forma en que decidimos hacer esos cambios marca una enorme diferencia. Como psicólogo clínico, cada día soy testigo de procesos de crecimiento y cambio y de los muchos caminos que esto puedo implicar. Aquí hay algunos errores comunes que la gente suele cometer con sus resoluciones y modos más efectivos para lograr cambiar.

1. No especificar un comportamiento concreto

Tenemos una sensación general de lo que queremos cambiar, pero no lo traducimos en un objetivo concreto de acción. Por ejemplo, considera algo como "Voy a pasar más tiempo con mi familia", o "voy a ser más amable conmigo mismo", o "tengo que trabajar en ser más agradecido". Si bien todos estos son objetivos muy válidos, no definimos un camino para llegar a concretarlos. Sin un cambio de comportamiento claro, inevitablemente no lograremos llevar a la realidad nuestras aspiraciones.

En cambio, especifica una nueva acción que puedas llevar a cabo:

  • "Voy a pasar más tiempo con mi familia" puede traducirse en "voy a reservar los lunes de 6 a 8 de la noche para estar en casa".
  • "Voy a ser más amable conmigo mismo" puede traducirse como "Voy a programar una alarma que suene a las 5pm y reflexionaré durante 2 minutos o me perdonaré a mi mismo por los errores que haya cometido ese día".
  • "Tengo que trabajar en ser más agradecido" puede traducirse en "Me voy a escribir un recordatorio en mi Libro de Plegarias para expresar intencionalmente mi agradecimiento a Dios por lo menos por una cosa cada vez".

Adoptar un acto concreto es en sí mismo un desafío y eventualmente puede llevarnos a lograr nuestro objetivo.

2. Usar frases negativas

A menudo, nuestros malos hábitos y nuestros fracasos resaltan a nuestros ojos más que lo que podríamos llegar a ser. Al fijar nuestros objetivos, tendemos a enfocarnos en lo que no debemos ser en vez de enfocarnos en lo que sí debemos ser. Esto lleva a establecer "objetivos de una persona muerta", es decir, objetivos que podríamos lograr si estuviéramos muertos. Por ejemplo, alguien puede decir: "Voy a pasar menos tiempo en mi teléfono" o "no voy a comer de más", o "no voy a perder tanto tiempo". Estos objetivos podríamos alcanzarlos si estuviéramos muertos o dormidos, al no hacer nada. Necesitamos definir el objetivo al cual queremos llegar no sólo como un problema del cual tenemos que alejarnos.

  • "Voy a pasar menos tiempo en mi teléfono" puede traducirse en: "Voy a instalar una aplicación que bloquee mi acceso a los medios sociales desde el momento en que mis hijos vuelven a casa de la escuela hasta que se van a dormir".
  • "No voy a comer de más" puede traducirse en: "Voy a beber dos litros de agua por día"
  • "No voy a perder tanto tiempo" puede traducirse en: "Voy a planificar un momento para relajarme a las 9 de la noche así no siento la necesidad de tomarme tantos recreos a lo largo del día".

Si podemos formular lo que nos gustaría hacer diferente en vez de lo que no queremos hacer, tendremos más probabilidades de lograr nuestros objetivos.

3. Apuntar demasiado alto

La gente desea mejorar sus vidas, en consecuencia, cuando vemos qué es lo que necesitamos cambiar, queremos hacerlo a fondo. Pero sobreestimamos nuestras capacidades y desestimamos nuestras debilidades humanas. Si nos fijamos el objetivo de dormir más, tendemos a interpretar que debemos apuntar a dormir ocho horas cada noche. Si nuestro objetivo es comer más sano, entendemos que eso significa no probar ni un bocado de chocolate, caramelos o pasteles. Fijamos estándares que inevitablemente no podremos concretar y eso rápidamente nos lleva a experimentar sensaciones de fracaso y a ceder a nuestros objetivos o a nuestras resoluciones de cambio.

Sería más efectivo si cortamos por la mitad nuestros objetivos, y luego volvemos a cortarlos por la mitad. Por ejemplo, tal vez deseo bajar de peso. Teniendo presente la necesidad de identificar un comportamiento concreto expresado de forma positiva como una meta, decido que prepararé bocadillos saludables para llevarme al trabajo en vez de visitar la máquina para comprar alguna golosina. O quizás decido beber dos litros de agua por día. La motivación y la positividad que siento en el momento me ciega a la realidad de que esos objetivos se encuentran demasiado lejos del status quo para que pueda mantenerlos.

Por otro lado, si los reduzco de forma significativa (digamos que decido beber medio litro de agua al día o elegir un día de la semana en el cual me prepararé bocadillos saludables), entonces será mucho más probable que pueda lograrlo. Y una vez que tenga éxito con esto, tengo la oportunidad de seguir creciendo y beber un litro por día.

4. Asumir que la motivación es constante y que el compromiso es a largo plazo

Animados por la motivación y el pensamiento positivo, nos decimos que de ahora en adelante haremos las cosas de otra forma. Subestimamos la fuerza del hábito y la comodidad del status quo. La motivación que sentimos ahora invariablemente se desvanecerá, aunque hacer un cambio más pequeño puede ayudar a prolongarla un poco. Volveremos a caer con facilidad en los viejos patrones de comportamiento y no nos sentiremos tan motivados al cambio como antes. Erróneamente, asumimos que esto no sucederá, y agravamos el error cuando sucede al asumir que hemos fallado…

Pero no es así. Que la motivación crezca y disminuya y que el compromiso se refuerce y se debilite no nos convierte en un fracaso; nos convierte en humanos. Si podemos aceptarlo con gracia y perdonarnos cuando nuestra motivación y nuestro compromiso son tan volubles como nuestras emociones, entonces abrimos la puerta a nuestra capacidad de volver a recuperarlos una y otra vez, tanto como sea necesario, en vez de abandonarlos como esfuerzos fallidos.

Una forma de lograr esto es planificar nuestros cambios dentro de un período limitado desde que comenzamos a implementarlos. Por ejemplo: me comprometo a beber medio litro de agua cada día durante un mes.

Otra forma de lograrlo es estar agradecidos por la ola de motivación, y saber que viajaremos sobre ella todo el tiempo que dure y luego intentaremos recuperarla en un momento futuro, y no sólo en el nuevo año.

¿Cómo podemos lograr que la ola dure lo más posible? Para esto tenemos nuestro último punto:

5. No anticipar los obstáculos por adelantado

Al viajar sobre la ola de nuestra motivación y compromiso, nos sentimos poderosos y confiamos en nuestra capacidad para cambiar. Pero nuestra confianza puede cegarnos al hecho de que a menudo caemos en patrones predecibles de comportamiento o pensamiento que nos atrapan en nuestro status quo. Tomarnos el tiempo para reflexionar sobre lo que puede llegar a suceder ayuda mucho para resolver el problema de antemano.

Por ejemplo, si decides no usar tu teléfono cuando estás con tus niños a la cena y al acostarlos a dormir, pregúntate a ti mismo qué podría llegar a ocurrir que provoque que uses el teléfono. De repente puedes recordar un mensaje importante que debías enviar. Entonces puedes planear mentalmente que si eso llega a ocurrir, escribirás un recordatorio para enviar el mensaje más tarde.

Nunca seremos perfectos y nunca lograremos todos nuestros objetivos. Pero somos capaces de crecer y de cambiar, y al fijarnos objetivos conociendo nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades, podemos llegar muy lejos.

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