Jugo de Naranja Esclarecedor

4 min de lectura

Como liberar la mente, el corazón, y el espíritu del veneno de "juzgar a otros".

Alguien me decepcionó la semana pasada. Me miró desde el otro lado de la sala y ni siquiera movió su mano o sonrió. No sólo eso, sino que me senté y jugué con su hija durante una hora y media, y la madre ni siquiera tuvo la decencia de agradecerme. Para agregar más sal a la herida, durante el último tiempo le he estado haciendo a esta mujer un favor gratuitamente, ¿Y ella no pudo tomarse dos segundos para reconocer mi presencia? ¡Que descaro!

 

Me sentí utilizada, molesta, vengativa, y lo peor de todo, ¡enojada! De hecho, mi estado emocional era tan malo que llamé por teléfono a dos amigas para quejarme y lo discutí con mi esposo, pensé en el hecho durante horas. Utilicé toda mi fuerza de voluntad para no divulgar la identidad de la mujer.

 

Llamé a dos amigas para quejarme, pensé en el hecho durante horas.

 

Una semana después, tuve la oportunidad de visitar la casa de esta mujer. Para ese momento, ya había dejado ir mi resentimiento y fui capaz de ser educada y amigable. Ahora era el momento perfecto para “resolver el conflicto”, después de los hechos, sin emociones de por medio. Entonces de la manera más despreocupada que pude, pregunté: “¿Me viste en la librería la semana pasada?”.

 

Su cara estaba en blanco. “No”, dijo ella. “¿Qué día fue ese?”.

 

Empecé a sentirme molesta. Me había preparado para una disculpa, una excusa, pero fingir ignorancia era realmente escandaloso.

 

“Estabas mirando directo hacia mí”, expliqué pacientemente. “Le leí a tu hija por una hora y media”. Al decir hija, observando el cambio, asintió vigorosamente, confirmando mis palabras.

 

“Hmmm”, dijo mi amiga, con la mirada perdida. Ella parecía confundida. “Debe haber sido el día que debía encontrarme con alguien en la librería. Estaba escaneando todo el lugar, buscando a esta persona en particular. Recuerdo haber estado muy distraída. De hecho, dejé a mi hija vagar por los alrededores, pensé que podía cuidarse sola y leer algunos libros. No recuerdo haberte visto para nada”.

 

Me sentí como una de esas bolas de playa que se desinflan lentamente. ¡Era impensable! Había gastado unas buenas horas de energía emocional y mental, meditando acerca de la grosería de esta mujer, ¡Y había sido un completo malentendido! Lejos de tratar de ignorarme, mi amiga simplemente no me había visto. ¡Y pensar en esa posibilidad nunca se me cruzó por la mente!

 

Lectura a la Hora de Comida

 Aquí es donde entra el jugo de naranja. No hace mucho empezamos a comprar cierta marca de jugo de naranja, procesado y empacado por una compañía judía. Como una lectora ávida, tengo este desagradable y pequeño hábito de leer mientras como. No importa que es lo que sea: ¡Si está enfrente de mí a la hora de la comida, lo voy a leer! ¡Una revista, un paquete de papas fritas o una botella de jugo de naranja!

 

En vez de bravuconear acerca de su bajo colesterol, el recipiente hablaba de: “El camino a la tranquilidad”.  

 

Mientras revisaba esta botella en particular, critiqué la copia del anuncio de un lado, leí atentamente la información nutricional del otro lado, y estuve cerca de atragantarme con mi comida cuando leí el tercer lado. En vez de bravuconear acerca de su bajo colesterol, el recipiente hablaba de: “El camino a la tranquilidad”. Esta cita provenía de la Fundación Jofetz Jaim (chofetzchaimusa.org), una organización dedicada a aumentar la calidad de las relaciones interpersonales. A continuación, una porción de la cita en el recipiente del jugo de naranja:

 

La gente no siempre habla o actúa como desearíamos. Como resultado, a veces nos sentimos impulsados a embarcarnos en un accidentado camino de enojo o decepción.

 Pero hay otro camino – un camino más elevado – que saltea el enojo y la disputa, y conduce a una vida de tranquilidad. Ese camino es marcado por la conocida frase, “el beneficio de la duda”.

 Ver los errores de alguien más de la mejor manera, no significa ser ingenuos. Quiere decir que tenemos que saber que generalmente los malentendidos, las preocupaciones y el estrés son los factores que están detrás de los actos ofensivos de las personas.

 El camino elevado. ¡Justamente! El deprimente camino del enojo, del resentimiento, y de la venganza sólo es un camino sucio. Esta es la ruta por donde la gente viaja, porque es el camino más fácil. Sólo toma un milisegundo cambiar a “modo insultante”, y un desaire es automáticamente acompañado por una reacción fisiológica que pone a fluir la adrenalina y hace que el corazón palpite mas rápido.

 

Pero nuestros sabios nos dicen que hay una manera de escapar de la esclavitud del enojo y la provocación. Simplemente reprogramándome a mí mismo, puedo liberar mi mente, mi corazón, y mi espíritu de los daños físicos y emocionales de juzgar. Puedo respirar profundo y decir:

 

  • “Hmmm, es muy inusual que esta persona me trate así. Debe haber tenido un mal día”.
  • “Probablemente no se dio cuenta que accidentalmente me pisó un dedo”.
  • “Ella no se dio cuenta que se adelantó en la fila”.
  • “Mi esposo usualmente es tan bueno y me trae flores. Debe haber estado muy ocupado esta semana”.

 

Tomando Veneno.

 Bueno, ciertamente el mensaje estaba claro. Después de dos minutos en frente de esa botella de jugo de naranja, me sentí eufórica y lista para conducir en “la ruta elevada”.                  

 

Luego, de repente un pensamiento insidioso perforó mi espíritu: Pero, ¿Qué pasa si no es verdad? ¿Qué pasa si ese cajero fue insolente a propósito? ¿Qué pasa si no fue un accidente que mi vecino me haya rociado con su manguera esta mañana? ¿Qué pasa si yo sé que esa mujer en particular es malintencionada y hace comentarios insensibles todo el tiempo? En resumen, ¡¿Cómo voy a juzgar a alguien favorablemente si yo estoy seguro que sus acciones son deshonrosas?!

 

Debajo de mi pregunta yacía la respuesta, y cuando practiqué un poco de humildad y paciencia, vino a mí. La verdad es que cuando juzgo favorablemente, el real beneficiario soy yo. Me salvé a mí misma del dolor de cabeza y de corazón, del enojo y del resentimiento. Evito las dificultades de la venganza, me protejo del odio, y de hablar chismes (todo lo cual está prohibido por la Torá). En resumen, estoy dispuesta a perder cuando no juzgo favorablemente.

 

Como una amiga explicó: “Cuando nos enojamos con alguien, es como si nosotros mismos tomáramos veneno y al mismo tiempo esperáramos que la persona con la que estamos molestos cayera muerta”.

 

Yo, por ahora, estoy harta y cansada de tomar veneno. En vez de eso, voy a tomar jugo de naranja.

 

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