Perfiles
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La colisión destruyó mi existencia rutinaria.
“¿Nunca se va a regenerar?”, le pregunté a mi cirujano ortopedista.
“No, me temo que no. Los tendones rotos no se reconectan. Simplemente cicatrizan en el lugar”.
Así empezaron mis aventuras de recuperación después de una colisión frontal con otro ciclista, en la cual me disloqué mi hombro derecho y me rompí dos costillas. La tradición judía dice que ningún evento es puramente accidental o fortuito. Hay un propósito y significado detrás de cada encuentro en nuestras vidas. Mi accidente perforó el barniz de la existencia rutinaria que había dado por sentada. A pesar del insoportable dolor y la incapacidad temporal, recuperé el movimiento casi por completo después de sólo seis semanas de tratamientos con frio y calor, tranquilizantes para los nervios y fisioterapia hasta las lágrimas.
Aquí hay seis lecciones de vida que aprendí como resultado de este encuentro:
No tengo recuerdos de los segundos previos ni del momento mismo del impacto. No sólo está borroso; es como si nunca hubiera ocurrido. Considero que esto es una bendición, porque este espacio blanco psíquico me enseñó a dejar de mirar para atrás con inútiles “por qué” y “qué hubiera pasado si”, y a trabajar para enfocarme exclusivamente hacia adelante en el proceso de curación.
Mientras yacía en una camilla en la sala de emergencias, la única forma en que una enfermera podía administrarme la morfina era literalmente cortando las capas de las remeras sobre mi torso. Una de esas capas era mi camiseta favorita de la universidad. A pesar de todas las súplicas de mi esposa para que tirara a la basura ese trapo tan valorado de hace 40 años (no es broma), secretamente esperaba usarla cuando me jubilara.
Pero no tenía que ser así. Unos cuantos cortes de tijeras y mi querida camiseta quedó hecha andrajos y en el basurero. Dada la urgencia del momento, no podía pensar en un mejor lugar para ella.
Típicamente, mis días comienzan a las 5:30 a.m. y siguen hasta como las 10:30 p.m. Siendo un hombre sano que tiene un negocio y lleva una vida activa, enfrentar repentinas y severas limitaciones fue un shock deprimente. Al comienzo, necesitaba ayuda virtualmente para todo, desde vestirme y bañarme hasta para cortar mi propia comida. Las sesiones de fisioterapia eran extremadamente dolorosas, pero absolutamente necesarias.
Me llevó al menos una semana darme cuenta de que no tenía otra alternativa más que dejar de luchar contra eso y aceptar mi nueva realidad, reconociendo que podría haber sido mucho peor y enfocarme en mi gratitud de que con ayuda de Dios pudiera recuperar mi movilidad. De alguna forma, todo lo que estaba pasando era para mi bien a largo plazo.
Hace más de 35 años que participo de un minián por la mañana, así que usar talit y tefilín es parte de mi preparación espiritual para el día. Con mi brazo inmovilizado en un cabestrillo prácticamente 24/7, necesitaba ayuda para poner el talit sobre mis hombros y ponerme el tefilín de la cabeza por encima de la línea de mi cabello. Usar el brazo de los tefilín era imposible.
La ley judía considera primordial al tefilín de la cabeza. Incluso mi fisioterapeuta me dijo que tenía que decidir quién mandaba: ¿mi cabeza o mi corazón? Ella dijo que a menos que yo le ordenara a mi mente dominar a mis músculos, esos músculos permanecerían satisfechos y fijos en el mismo lugar para siempre. Es bien sabido en los círculos de aptitud física que la concentración dirigida avanzada lleva inevitablemente a un mejor rendimiento físico en casi todos los niveles.
Antes de decir la plegaria del Shemá dos veces al día, adopté el hábito de respirar profundo dos veces. La primera respiración se enfoca en ahavá – amor. Para mí es un recordatorio de estar agradecido por las innumerables bendiciones que tengo en mi vida. La segunda respiración se enfoca en irá – la maravilla de este viaje que llamamos vida, con todas sus bendiciones, sus desafíos y sí, incluso su dolor. Esta experiencia desarrollada utilizando mi respiración para enfocarme en el Shemá me permitió emplear esa misma disciplina para pasar algunos de los momentos más dolorosos de la recuperación.
Es un hecho científico que la respiración enfocada puede cambiar la dirección de las vías neuronales. Respirar con consciencia da espacio para pensar diferente. De hecho, la palabra en hebreo para respiración –neshimá– tiene la misma raíz que la palabra para alma –neshamá. Nutrimos nuestra alma a través de nuestra respiración, en cada momento de cada día.
En mi última visita de fisioterapia, descubrimos que mi hombro derecho dañado en ciertos aspectos se volvió más fuerte que mi hombro y brazo izquierdo. Había trabajado tan duro para sanar mi hombro y brazo derecho que había descuidado mi hombro y brazo que no estaban heridos. Es muy fácil perder el equilibrio en la vida. El Rambam enseña que la meta es alcanzar el equilibrio del medio dorado implica buscar mantener el camino del medio en la vida y evitar los extremos.
Después de muchos meses, me compré una nueva bicicleta, ansioso de ponerme el casco y no ir exactamente por el sendero (aprendí de la experiencia), pero sí de sentir la euforia de las ruedas giratorias de la vida.
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