6 millones de personas han muerto por COVID

2 min de lectura

Marquemos este hito fortaleciendo nuestra decisión de llenar nuestras vidas con significado y amor.

Después del Holocausto, era un síndrome demasiado habitual. Los psicólogos incluso le dieron un nombre. Lo llamaron "la culpa del sobreviviente".

Murieron seis millones y los sobrevivientes eran pocos. Ellos estaban condenados a vivir con las cicatrices en sus recuerdos. Sus sueños siempre los llevarían a pesadillas que por lo general no podían soportar compartir con nadie. Llevaban la carga de haber sobrevivido.

¿Por qué yo? Era una pregunta que no tenía respuesta para aquellos que comprendían que, de alguna manera, habían logrado evadir día a día al ángel de la muerte. Los sobrevivientes hablan de milagros cotidianos que los salvaron. Si siguieron creyendo en Dios, consideran que se debió a la intervención Divina. Si lo ocurrido los llevó a perder la fe, lo atribuyen a una buena suerte incomprensible que de alguna manera los protegió. Y durante el resto de sus vidas, continuaron preguntándose: ¿Por qué yo? ¿Por qué yo seguí vivo mientras la gran mayoría de los que me rodeaban murieron?

La culpa del sobreviviente fue una respuesta apropiada para los sobrevivientes de los campos de concentración o aquellos que estuvieron directamente bajo los talones del dominio y la opresión nazi. Ellos eran las víctimas a las que apuntaba el genocidio de Hitler. Yo creo que el término "sobreviviente" también se puede aplicar a otro grupo de personas.

Afortunadamente, yo nunca tuve que soportar los horrores de Auschwitz o Bergen Belsen. Nací en Suiza y logré escapar en el último barco que partió de Europa en 1941, un barco repleto de judíos asustados que no tenían idea si el Hamán moderno llegaría a tener éxito con su deseo de asesinar a todos los judíos de la tierra, que Dios no lo permita.

Si bien no es lo mismo que aquellos que sobrevivieron a los campos de concentración, yo también me siento como un sobreviviente. Cualquier judío que sobrevivió los años del Holocausto, ya sea en Norteamérica, en Alemania o en cualquier parte del mundo, es proclive a sentir la culpa del sobreviviente, un síndrome que Sheryl Sanders sensiblemente consideró como "un ladrón de la alegría, y una pérdida secundaria a la muerte".

El mecanismo más común y útil para enfrentar los sentimientos inquietantes relacionados con el síndrome de la culpa del sobreviviente es este: "Si inexplicable y misteriosamente yo sigo vivo mientras tantos otros murieron, debe haber una razón, y tengo la obligación de hacer que el resto de mi vida tenga significado y propósito".

El milagro de la longevidad no debe ser una pregunta insondable, sino que debe proporcionar una respuesta irrefutable.

Hay muchísimos sobrevivientes cuyo compromiso a vivir una vida significativa constituye la respuesta más poderosa al hecho de que sigan vivos. Ellos aspiran a que el hecho de haber sobrevivido tenga sentido.

Hace poco, el número total de muertes a causa de la pandemia mundial de COVID pasó los seis millones. Seis millones de vidas que acabaron por el COVID. Algunos de nuestros amigos más queridos y de nuestros parientes más amados. Seis millones es el número que ahora representa la tragedia contemporánea que nos enfrenta nuevamente con la pregunta que parece imposible de responder: "¿Por qué yo?".

De alguna manera, el ángel de la muerte no nos eligió. Nos salvamos. Aprovechemos los residuos de la "culpa del sobreviviente" que muchos podemos estar experimentando para incrementar nuestro compromiso y esforzarnos para vivir una vida plena de propósito, logros y amor.

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