Influencia Social

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Nadie nace ni se cría en total aislamiento.

Si hubiésemos nacido en el seno de una familia chiíta en Irán, lo más probable es que veríamos al Estado de Israel con un cierto grado de enemistad. Si hubiésemos nacido en el seno de una familia judía en Jerusalem, lo más probable es que veríamos a Israel como nuestro hogar tanto físico como espiritual.

Si todos nos vemos afectados por el condicionamiento social, ¿cómo puede alguien asumir responsabilidad moral por sus acciones? ¿Por qué habría de reclamarse la responsabilidad moral de un adolescente alemán de 17 años por haberse unido a las Juventudes Hitlerianas? ¿Acaso no fue sometido desde el principio a un condicionamiento social que le hacía sentir desagrado hacia los judíos? ¿Estuvo acaso alguna vez expuesto a otro sistema de valores? Además, ¡todos sus amigos se estaban uniendo!

Sin embargo, el mundo sí hace responsables a los nazis.

La pregunta es, ¿por qué?

Cada niño absorbe naturalmente las creencias y los valores de su entorno. Todos estamos socialmente condicionados para pensar de cierta forma. Somos tantos los que pensamos que nuestras creencias son las correctas cuando, en realidad, son tan sólo fruto del ambiente en el que nos tocó crecer.

El condicionamiento social no constituye una base robusta y racional para forjar valores. Cuán diferentes serían nuestras creencias si nos hubiésemos criado en otra sociedad. Trascender los confines de nuestras conductas adquiridas y replantear los fundamentos de nuestras creencias, constituyen el primer paso para convertirnos en un verdadero ser pensante. Sin cuestionar o verificar la validez de nuestros valores más profundamente arraigados, nunca podremos saber si nuestra postura es correcta, no podremos calificar nuestras opiniones como auténticamente propias y seremos tan sólo una marioneta de la sociedad, un simple autómata intelectual.

El Dr. Stanley Milgrom, de la Universidad de Yale, realizó un experimento en el cual los participantes pensaban que estaban sometiendo a prueba la función del castigo en el aprendizaje.

Cada vez que el alumno – quien en realidad era un colaborador de Milgram - cometía una equivocación al memorizar una lista de palabras, al verdadero sujeto del experimento se le pedía que oprimiera un botón, originando descargas eléctricas cada vez más intensas (sin que lo supiera, nunca se generó descarga alguna).

La mayoría de los participantes llegaron al extremo de propinar intencionalmente descargas fatales de electricidad, que incluso podían haber dado muerte al estudiante. Sin embargo, preferían someterse a la figura de autoridad que les ordenaba proceder con el experimento en vez de desafiarle.

El experimento de Milgrom demuestra que no necesitamos ser unos sádicos o dementes para encerrar a otras personas en cámaras de gas. Tú puedes ser del todo normal, sólo que no lo suficientemente independiente como para cuestionar la moralidad de lo que te ordenaron hacer.

Todos somos responsables de elegir nuestras creencias, ya sea que hayamos crecido en la Alemania de 1941 o en la Norteamérica del nuevo milenio. Sin la fuerza necesaria para cuestionar la autoridad y desafiar las normas establecidas, tomos podemos caer en las garras del mal: tan sólo debe llegar la oportunidad y la circunstancia indicada.

Las juventudes alemanas del ayer y los terroristas de hoy son ambos responsables por sus acciones, pese a su condicionamiento social. En vez de cuestionar activamente su sociedad, optaron por permanecer pasivos.

Ser judío significa cuestionar nuestro condicionamiento social, esforzándonos por ser personas íntegras y sedientas de verdad. Abraham, el padre de la nación judía, se convirtió en el primer hebreo porque tuvo la independencia y la valentía para cuestionar su entorno pagano. Superó sus orígenes idólatras, se enfrentó con toda su sociedad y proclamó su creencia en un solo Dios.

Con la tenaz independencia de Abraham, seremos capaces de librarnos de las cadenas que atan nuestra personalidad.

En resumen

Todos estamos condicionados por la sociedad a aceptar un determinado conjunto de creencias, ya sea en el marco de la Alemania Nazi, en Siria o en Long Island.

El condicionamiento social nunca constituye un fundamento válido para basar nuestras convicciones.

Todos somos moralmente responsables de desarrollar una idiosincrasia autónoma, replantear las bases de nuestras creencias y buscar la verdad.

Sin la fuerza necesaria para cuestionar la autoridad y desafiar las normas establecidas, todos podemos caer en el abismo del mal: tan sólo debe llegar la oportunidad y la circunstancia indicada.

Fuentes de referencia

1. Es natural que una persona se vea influenciada, en sentimiento y acción, por sus vecinos y colegas, y a observar las costumbres de su sociedad.

Maimónides, Mishné Torá, Leyes sobre el Desarrollo del Carácter 6:1

2. “...a Abram, el hebreo [Haivrí].”

Génesis 14:13

3. Rabí Yehudá dice: [Haivrí] – todo el mundo estaba de un costado [haéver] y Abraham estaba del otro costado.

Bereshit Rabá 42:8

4. Con el transcurso del tiempo, el honrado y reverenciado Nombre de Dios fue olvidado por la humanidad… y ya no lo reconocieron. Todas las personas corrientes… sólo conocían las efigies de madera y piedra… incluso sus hombres sabios pensaban que no había deidades aparte de los astros y las esferas, levantando efigies en su honor y a su semejanza. Mas el Creador del Universo no era reconocido por nadie...

El mundo siguió por este rumbo, hasta que nació el pilar del mundo, Abraham nuestro patriarca.... Ya de niño, a muy temprana edad, comenzó a reflexionar… No tenía maestros… estaba sumergido en Ur-Casdim entre idólatras ignorantes. Su padre y madre y todos los habitantes veneraban ídolos y él veneraba con ellos. Pero su mente trabajó con afán y reflexionó hasta que alcanzó el sendero de la verdad… y supo que sólo hay Un Dios… Se dio cuenta de que todo el mundo estaba equivocado… y comenzó a alzar la voz… y a enseñar a las personas que todo el universo tiene sólo Un Dios.

Maimónides, Mishné Torá, Leyes sobre Idolatría 1:2

5. Debemos figurarnos la valentía que Abraham necesitó para confrontar a su padre, a toda su familia y, por cierto, al mundo entero, a fin de luchar por la verdad de la unicidad de Dios.

Todos sabemos cuán difícil resulta nadar contra la corriente de la sociedad, incluso en un medio que tan sólo se opone levemente a nuestras creencias; cuánto más para una sola persona inmersa en una sociedad totalmente antagónica. ¡Qué valiente tiene que haber sido Abraham! Esto no es más que una sincera testarudez por hacer el bien, una decisión por no bajar los brazos ante ninguna circunstancia. En reconocimiento de esta tenacidad, Abraham tuvo el mérito de recibir el pacto – una promesa que nunca se rompería – de que su descendencia sería eterna…

Rabí Eliahu Dessler, Mijtav M’Eliahu vol. 2. Discurso sobre Pesaj

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