Ariel Sharón y yo

6 min de lectura

Mi familia y yo nos mudamos a Israel después de un increíble encuentro con el ex primer ministro.

2 de enero de 2014

Para la familia del ex primer ministro Ariel Sharón,

Por fin estoy plasmando en papel lo que debería haber escrito hace mucho tiempo, y probablemente directamente al propio ex primer ministro cuando todavía estaba bien, pero tal vez esta carta tendrá más sentido ahora que antes.

Escribo para decirles que tengo, y que siempre tendré, una enorme deuda de gratitud con Ariel Sharón por mi decisión de hacer Aliá a Israel en enero del 2002. Ustedes leerán a continuación por qué siento que el ex primer ministro fue mi mensajero personal de Dios; la inspiración definitiva y categórica para desarraigar a mi familia de América y ayudar así a construir este gran país nuestro.

Esta es mi historia:

Yo y mi esposa somos de EE.UU. y nos consideramos sionistas religiosos. Después de que nos casamos, nos mudamos a Teaneck, Nueva Jersey. La vida allí era genial. Teníamos tres niños, una casa hermosa, un gran trabajo y todos nuestros amigos y familia estaban en los EE.UU. Tanto yo como mi esposa estudiamos en Israel después de la escuela secundaria, y a pesar de que nos encantó Israel, nunca pensamos en hacer Aliá. Era más que nada una discusión hipotética sobre algo que haríamos si es que todo calzara exactamente en su lugar. Al mismo tiempo, la Intifada en Israel comenzó nuevamente, y cada vez que algo pasaba nos sentíamos culpables de vivir una cómoda vida en Nueva Jersey mientras nuestros hermanos arriesgaban sus vidas por nuestra patria colectiva. Sin embargo esos sentimientos se evaporaban rápidamente y la vida seguía su curso natural en la maravillosa América.

En el año 2001, por asuntos de trabajo, tuve que viajar a Moscú semana por medio desde Nueva York para integrar una empresa que mi compañía había comprado allí. El desafío era sin duda interesante, pero también agotador para la familia. Pensé en mudarme a Israel ya que los viajes de allí a Moscú y el jetlag eran mucho más tolerables e incluso me acerqué a mi compañía en abril de ese año para pedir un traslado. Por supuesto, yo sabía que las posibilidades eran remotas, pero me pareció que después de 120 años por lo menos sería capaz de pararme frente a Dios y decir “lo intenté”.

Como era de esperar, la compañía rechazó mi petición y sentí mayormente una sensación de alivio, pero también sentí una cierta cuota de decepción. Pasaron unos cuantos meses y a fines de agosto del año 2001, mi compañía se acercó a mí y me dijeron que por cuanto que esta posición se extendería por un largo periodo de tiempo, habían reconsiderado mi petición y querían que me mudara a Israel si todavía estaba interesado. Sin embargo, necesitaban una respuesta en los próximos 10 días, y si aceptábamos, tendríamos que mudarnos rápidamente.

Bueno, mi esposa y yo estábamos un poco sorprendidos y de repente nos enfrentábamos a una de las decisiones más difíciles de nuestra vida. Todos nuestros amigos y la gran mayoría de nuestra familia estaban en los EE.UU. y no estábamos seguros de querer dejar todo atrás y mudarnos a Israel. Estábamos muy indecisos y nos estaba costando mucho trabajo tomar una decisión. Esa semana yo debía viajar a Moscú y le dije a mi esposa que ambos pensaríamos en esto y tomaríamos una decisión cuando yo regresara de mi viaje.

Yo siempre viajaba a Moscú los domingos por la tarde desde JFK en Nueva York en el vuelo de Delta Airlines y siempre rezaba Minjá en el aeropuerto justo antes de embarcar. Todavía recuerdo mi plegaria ese día y cómo en el medio de la Amidá (plegaria silenciosa), en la bendición de Shemá koleinu —donde se puede insertar una oración personal—, me detuve y añadí una pequeña plegaria a Dios para que nos ayudara a tomar la decisión correcta y para que nos guiara. Luego me subí al avión y comencé un viaje que cambiaría nuestras vidas para siempre.

Aterricé en la fecha prevista en Moscú y como de costumbre un chofer me recogió y me llevó a mi hotel. Cuando llegué al hotel, inmediatamente percibí que había más seguridad de lo habitual y que un grupo de personas que se registraban al lado mío en el hotel hablaban en hebreo. Le pregunté a uno de ellos qué ocurría y me explicó que el primer ministro Ariel Sharón acababa de llegar a Moscú para una cumbre y que ahora toda la delegación se estaba registrando en el mismo hotel que yo. En ese momento no le di mucha importancia al asunto, simplemente pensé que era una curiosa coincidencia y que la seguridad en el hotel sería mucho mejor que lo habitual.

Después de registrarme en el hotel, subí a mi coche y me dirigí a mi oficina. Mientras conducía recibí una llamada de un rabino estadounidense con el cual yo trabajaba en un proyecto de tzedaká y me dijo que Ariel Sharón estaba en la ciudad, que daría una charla esa misma noche en el centro de Jabad en Marina Roscha y me preguntó si me gustaría asistir. Yo acepté cordialmente. Él me dijo que yo debía estar allí a las 7:30 p.m. y que me reservaría un asiento.

Cuando llegué allí esa noche, la calle del centro de Jabad estaba repleta de gente y pensé que no había ninguna posibilidad de entrar al recinto a escuchar al ex primer ministro hablar. Llamé a mi amigo, él vino a buscarme personalmente y me dijo que tenía un asiento reservado para mí en primera fila. El evento comenzó, el ex primer ministro Sharón y su comitiva entraron al recinto, se sentaron en una tarima y el asiento del ex primer ministro quedó justo en frente mío. Yo todavía no especulaba nada más allá, simplemente disfrutaba y pensaba que se trataba de uno de los eventos más emocionantes en los cuales había estado. Después de que cantamos el Hatikva (himno nacional de Israel), cada uno tomó su asiento y el ex primer ministro Sharón comenzó a hablar.

Hay momentos en la vida en los cuales las personas ven la mano de la Divina Providencia, y éste para mí fue uno de esos momentos. El ex primer ministro Sharón se levantó y pronunció estas palabras exactas (en hebreo por supuesto):

“He venido aquí hoy como la primera parada en una misión para entregar un mensaje a todos los judíos del mundo. No importa si vives en Moscú, París, Londres, Nueva York, Sudáfrica, Australia o en cualquier otro lugar del mundo. La vida libre y próspera que tienes hoy no podría existir si no existiera tu patria judía, el Estado de Israel. El hecho de que el Estado de Israel exista y que tengamos un ejército propio que protege continuamente a cada judío en cualquier lugar del mundo es lo que nos da la libertad y la vida que tenemos hoy en día, incluso fuera de Israel. Sin embargo, este estatus puede y seguirá existiendo sólo si nosotros, como nación, continuamos fortaleciendo y apoyando al Estado y a la Tierra de Israel. Estoy aquí para decirles que la mejor manera de hacer esto es trasladarse a Israel para que construyamos juntos nuestra patria. He venido aquí hoy para comenzar una campaña mundial la cual tiene como meta conseguir que un millón de judíos hagan Aliá”.

Bueno, yo estaba completamente asombrado y conmocionado. Quiero decir, ahí estaba yo, a 13.000 kilómetros de casa, nada menos que en Moscú, alojando casualmente en el mismo hotel que el primer ministro de Israel (en aquel entonces) y su comitiva, y ahora estaba en medio de una charla del primer ministro. Apenas 24 horas antes yo le había pedido ayuda a Dios con mi decisión de hacer Aliá o no. Y ahora, aquí estaba el primer ministro de Israel a 2 metros de distancia, diciéndome que había venido aquí esta noche sólo para decirme que hiciera Aliá. Yo tenía lágrimas en los ojos cuando llamé a mi esposa por teléfono y le dije “tienes que escuchar este discurso”. El primer ministro Sharón habló durante 10 minutos específicamente sobre este mensaje, y al final le dije a mi esposa... “vamos a hacerlo, nos mudaremos a Israel”. Cuáles eran las probabilidades de que todo esto se conjugara para que yo escuchara ese discurso. Me dije a mí mismo: “Wow, yo sé que le pedí a Dios un poco de ayuda con la decisión, pero no tenía que enviar al primer ministro de Israel”. Pero la verdad es que tal vez sí lo hizo. Cuatro meses más tarde hicimos Aliá y nunca más miré hacia atrás.

Yo siempre quise darle las gracias directamente al ex primer ministro, pero no tuve la oportunidad de hacerlo antes de que cayera enfermo. Sé que ahora es demasiado tarde para hacer esto personalmente, pero yo quería agradecer por lo menos a su familia y hacerles saber en este difícil momento, que él causó un gran impacto en mi vida. Quiero expresar mi más sincero agradecimiento por todo lo que él hizo por mí, por mi familia y por el pueblo judío. No puedo siquiera imaginar la terrible experiencia que ustedes como familia han sufrido en los últimos ocho años. Pero por favor, sepan que nunca olvidaré a Arik Sharón, quien sirvió a nuestro país con orgullo y dedicó su vida a ayudar al pueblo judío, e impactó mi vida de forma directa.

Atentamente,

Hillel Scheinfeld

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