Gal Gadot gana el "premio nobel judío"


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No soy Rambo. Solo estoy cumpliendo con mi responsabilidad de proteger a mi familia y a mi comunidad.
Nunca tuve nada que ver con las armas. No estaban ni siquiera en mi radar.
Sin embargo, hace unos años, tal vez por la tentación del "fruto prohibido" o tal vez porque tuve una premonición inconsciente de lo que se avecinaba, no lo sé, pero muy pronto me encontré sentado en una clase sobre cómo portar armas de forma oculta, escuchando a un expatriado israelí contarnos cuándo podíamos sacar nuestras armas.
Apenas pasé el curso, que incluyó un viaje a un campo de tiro local, pero demasiado pronto ya tenía mi permiso. Poco después, una pequeña Glock semiautomática, con una funda "tuckable" a juego, llegó ocasionalmente a mi cadera. Las visitas continuas al campo de tiro mejoraron mi precisión. (No creo que alguna vez llegue a ser un francotirador).
Mencionar mi logro a algunos amigos en la sinagoga reveló un interés en formar un grupo de personas que portaban armas ocultas. Fuimos a ver a nuestro rabino, quien, para mi sorpresa, aprobó el proyecto. Al mes, una docena de miembros nos reunimos en el salón social de la sinagoga para ver presentaciones en PowerPoint de una clase de porte oculto dirigida por el dueño de una empresa de seguridad.
Con el aumento de los ataques antisemitas a las comunidades, nuestro grupo de porte oculto pasó de ser un club casual a ser una parte integral de la vida en la sinagoga.
Tuvimos rondas de ejercicios tácticos en la parte trasera de la sinagoga, apuntando coloridas pistolas de plástico a un "intruso", gritando "¡Tírate al suelo!" Todos nos divertimos.
Cada tanto, enviaba un mensaje de texto con la lista de quienes se sentarían en la parte trasera de la sinagoga cada mañana de Shabat. Todo estaba tranquilo.
Entonces llegó el 7 de octubre.
Nuestro guardia de seguridad nos apartó a algunos esa mañana y nos dijo que las noticias estaban llenas de cosas terribles que sucedían en Israel, con miles de personas bajo fuego y cientos de rehenes secuestrados.
Parecía irreal y lejano, hasta esa noche que era Simjat Torá. Mientras caminábamos hacia la sinagoga sefardí vecina para bailar juntos en una hermosa muestra de unidad, un coche redujo la velocidad, conduciendo lo más cerca posible, con música árabe a todo volumen. Luego se alejó, pero ya habíamos recibido el mensaje. Saben dónde estamos.
Con el aumento de los ataques antisemitas a las comunidades, nuestro grupo de porte oculto pasó de ser un club casual a ser una parte integral de la vida en la sinagoga. Ahora se espera que cada miembro porte armas en todos los eventos de la sinagoga, desde los servicios de la semana y Shabat hasta los bar mitzvás y las clases de Torá. Incluso los miembros fuera de turno están armados y listos para intervenir si fuese necesario.
Pero a medida que las cosas se tornaron más intensas, comencé a sentir dudas. ¿Qué hace este objeto de metal duro bajo mi camisa, en mi casa? Durante años escuché a los políticos culpar "a esas armas en la calle" por el aumento del crimen. Y la comunidad pro-armas no era un refugio; recibía revistas y correos electrónicos del mundo de las armas, llenos de anuncios mostrando a ex comandos militares presumiendo sobre sus últimos "dispositivos para acabar con todos", o tipos duros con camisas a cuadros mostrando sus escopetas. Cosas totalmente ajenas a mí.
Ninguno de los dos lados me parecía correcto. Necesitaba una forma completamente nueva de relacionarme con el hecho de portar un arma, así que fui a ver a mi rabino en busca de orientación y juntos entramos en este territorio inexplorado.
Él me aconsejó: “Siempre que llevas un arma, estás cumpliendo con varias mitzvot (mandamientos). ‘Guarda tu vida’ protegiéndote a ti mismo, y ‘ama a tu prójimo’ por proteger a los demás. No eres Rambo. Eres un judío comprometido en hacer mitzvot importantes”.
De repente, mi pequeño hobby comenzó a adquirir mayor significado. Me di cuenta de que estaba cumpliendo con mi deber al poner el esfuerzo necesario para proteger nuestra comunidad. Lo demás está en las manos de Dios.
Al final del día, digo una plegaria silenciosa agradeciendo que mi Glock permaneciera justo donde la puse esa mañana. El mejor día es un día tranquilo.
Ahora mi Glock está en mi cadera desde las 6:30 am antes de los servicios matutinos, hasta las 10:30 pm, después de los servicios vespertinos. Cuando estudio con mis compañeros de estudio, cuando hago compras en la tienda kósher, cuando asisto a conferencias de rabinos que están de visita, cuando visito amigos y familiares, porto mi arma. Ellos no tienen idea de que los estoy protegiendo, así como a mí mismo, mientras descansa bajo mi ropa.
Al final del día, digo una plegaria silenciosa agradeciendo que mi Glock permaneciera justo donde la puse esa mañana. El mejor día es un día tranquilo.
Llevar un arma ciertamente no es para todos. Puedo relacionarme completamente con aquellos que no quieren ni acercarse a un arma. Me costó mucho trabajo llegar a este lugar en el que estoy. Aunque anhelo los días en los que simplemente podía entrar a la sinagoga sin tener que caminar a través de una gruesa cerca de metal y marcar un código, esta es la realidad actual en la que vivimos, y estoy agradecido por poder hacer mi parte para proteger a la comunidad.
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