¿Coincidencia o la mano de Dios?

3 min de lectura

Bejukotai (Levítico 26:3-27:34 )

El libro de Levítico termina con una advertencia sombría. Dios nos advierte el terrible destino que nos aguarda si abandonamos Su pacto. En nuestra parashá hay una palabra que se repite una y otra vez: keri (casualidad),1 una actitud que implica una falta de intención, una coincidencia. La Torá nos advierte que el desenlace será consecuencia de keri, de sentir que todo lo que ocurre es casualidad, un mero accidente del destino.

Maimónides enseñó que cuando llega un sufrimiento tenemos que clamar y despertar al pueblo haciendo sonar el shofar. Se debe alertar a todos para que examinen sus vidas y se comprometan a una mayor adherencia a la Torá y las mitzvot. Todavía más importante, Maimónides señaló que entender que las tragedias son sucesos naturales (como lo entiende el mundo) es ser crueles.

A primera vista, es difícil entender por qué Maimónides escoge el término "crueldad" para describir a quienes consideran que las dificultades son "sucesos naturales". Podemos entender que esas personas sean culpables de apatía, estupidez o ceguera, pero… ¿por qué crueldad?

La respuesta es simple. Si consideramos que nuestro dolor y sufrimiento son meras coincidencias, no sentiremos motivación para examinar nuestra vida, abandonar nuestras viejas costumbres y cambiar. Sí, esa actitud es cruel, porque invita a que ocurran más desgracias.

Por lo tanto, cuando nos negamos con obstinación a ver la Providencia Divina en nuestra vida diaria, cuando creemos que las cosas pasan simplemente "porque sí", permitimos que el sufrimiento continúe y creamos una pared entre nosotros y nuestro Padre Celestial. Es crueldad ignorar el llamado de Dios y considerarlo keri, mera coincidencia.

Redescubrirte a ti mismo

Al final de la parashá, después de enumerar todas las calamidades que nos ocurrirán, Dios hace una promesa: “Recordaré Mi pacto con Iaakov, y también Mi pacto con Itzjak, y también Mi pacto con Abraham recordaré…”2 Esta declaración es una garantía eterna de que sin importar lo que ocurra, el pueblo judío será redimido en mérito de nuestros patriarcas.

Pero hay un aspecto de este pacto que es enigmático. ¿Por qué está invertido el orden de los patriarcas? ¿Por qué comienza mencionando a Iaakov y no a Abraham?

Al comienzo de la parashá, cuando se nos advierte sobre las terribles maldiciones que recibiremos si abandonamos el pacto, también se nos dice cómo puede llegar a ocurrir que el Pueblo del Libro, la nación que estuvo en el Sinaí y oyó la voz de Dios, olvide su llamado Divino. Esas maldiciones tienen siete niveles ascendentes de severidad, correspondientes al fracaso continuo del pueblo en entender los castigos y aprender de ellos para arrepentirse.

Nunca ocurrió que un judío se levante una mañana y de repente decida: "voy a abandonar mi fe judía". Es un proceso lento de siete pasos, delineados en nuestra parashá. El primer paso es dejar de estudiar Torá. El segundo es el debilitamiento de la observancia de la Torá; el tercero es burlarse de quienes observan los mandamientos que él abandonó. Una erosión lleva a otra hasta culminar en el séptimo paso, cuando finalmente se abandona el pacto. Las maldiciones ocurren como consecuencia de este abandono.

¿Cómo logramos redimimos?

La respuesta es simple: hay que revertir el proceso, así como Hashem revirtió los nombres de los Patriarcas. Hay que recuperar ese primer paso, el estudio de Torá, y el resto viene solo.

Tres pilares

Hay tres pilares que sustentan nuestra fe: Torá, avodá (servicio, sacrificios) y guemilut jasadim. Cada uno de nuestros patriarcas personificó uno de estos pilares. Abraham representa la bondad, Itzjak el servicio y el sacrificio y Iaakov la Torá. Dado que el trágico proceso de deserción del judaísmo comienza con el abandono de la Torá, la revitalización de la vida judía debe comenzar volviendo a aceptar la Torá, simbolizada por Iaakov. Por eso la promesa de Dios en esta instancia menciona los nombres de los patriarcas en el orden inverso.

El camino para estudiar Torá

El primer versículo de esta parashá comienza diciendo: Si caminan en Mis decretos…. Es bastante raro que se use la palabra “caminar”. Hubiera sido más adecuado usar los verbos observar o estudiar. Pero de esta forma la Torá nos enseña cómo proteger nuestra vida espiritual y preservar nuestras neshamot judías.

Caminar connota movimiento constante, lo que nos enseña que en el estudio de la Torá nunca nos graduamos. Mientras vivimos debemos seguir sumergiéndonos en sus profundos secretos. Nuestros Sabios explican que este "caminar" implica "amelut, esforzarse en la Torá"; estudiar con el corazón y el alma, porque sólo cuando uno estudia con pasión, con cada fibra de su ser, cosecha los beneficios de su esfuerzo.

Caminar también implica que los judíos tienen la obligación de continuar el camino recorrido por nuestros ancestros, porque sólo al seguir sus pasos podemos ser fieles a nuestra misión.


NOTAS

1. Levítico 26:27 et al.
2. Ibíd. 26:42.

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