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La enfermedad mental es una enfermedad, no una elección. La vergüenza, la negación y los consejos superficiales no solucionan nada.
El teléfono me despertó en medio de la noche. Mi corazón latió con fuerza incluso antes de que me despertara por completo. Al contestar, mi cuerpo sintió que algo terrible había ocurrido. "Tía Iris está muerta. Se suicidó", me dijo mi hermano.
Me estremecí. Sabía que le había sido muy difícil tras la muerte de mi abuelo y su padre, pero no había entendido que hubiera llegado a ese punto.
Mi padre rápidamente ocultó cualquier evidencia o narrativa que indicaran un suicidio. Él se enorgullecía de esconder la vergüenza y estaba furioso con la muerte autoinfligida de su hermana. Pero como estudiante de psicología, yo sabía que no había vergüenza, sólo un inmenso dolor. Mi tía tenía antecedentes de ansiedad y depresión, temas nunca discutidos en nuestra familia judía. "Tiene una buena vida", decían. "Debería ser más agradecida", sugerían. Consideraban que su colapso tras la muerte de su padre era un duelo normal.
Mucha gente cree que los problemas de salud mental pueden superarse o solucionarse con amor, dinero, éxito o gratitud. Algunos padres se ofenden cuando sus hijos experimentan depresión o ansiedad, y exclaman: "Te lo he dado todo. ¿Cómo puedes sentirte así?"
Pero la enfermedad mental no es una elección. Es una enfermedad, invisible pero muy real. No se trata sólo de tener una vida perfecta o una familia afectuosa; es mucho más compleja y enigmática. Y la enfermedad mental no discrimina. En la tormenta perfecta, destruye la mente y el alma de una persona, arruinando familias e incluso quitando vidas.
No sé si algo podría haber prevenido el suicidio de mi tía, pero sé que la vergüenza, la negación y los consejos superficiales no fueron soluciones. Combatimos el estigma contra la enfermedad mental al negarnos a avergonzarnos de ella, reconociendo el dolor de alguien y ofreciendo apoyo. Disminuimos el estigma admitiendo nuestras propias luchas. La vida es desafiante y a veces incontrolable, pero nunca sabemos qué podría empujarnos al borde. No siento vergüenza, ira ni una percepción alterada de mi tía porque ella puso fin a su vida. Era una mujer que ya luchaba por mantenerse a flote; la pérdida de su padre fue demasiado para soportar.
A medida que nos comenzamos a sentir cómodos con nuestras propias luchas, podemos empatizar con los demás. No importa si pensamos que alguien es débil porque no puede manejar lo que nosotros podemos. Su experiencia es propia.
Si bien en la comunidad judía hubo un cambio hacia una mayor aceptación de la enfermedad mental, aún queda un largo camino por recorrer. Tendemos a aceptarlo más cuando el problema está lejos. Pero cuando nos afecta de cerca, a menudo reaccionamos de manera diferente: ocultándolo, preocupándonos por el juicio y temiendo que nuestros hijos sean vistos como "fallados".
Las luchas son parte de la experiencia humana. Nuestro ADN judío lleva consigo trauma, y nuestra historia tiene el potencial de amplificar la enfermedad mental en las generaciones futuras. Es doloroso ver la lucha de nuestros seres queridos, pero la mejor manera de ayudar es estando a su lado, empatizar con su dolor y no alienarlos o, peor aún, etiquetarlos como defectuosos.
Si mi tía estuviera hoy aquí, tomaría su mano y le aseguraría que sus sentimientos eran válidos. Le prometería compartir sus cargas para estar a su lado hasta que encontráramos una solución. Haría todo lo que pudiera para obtener la ayuda médica que necesitaba. Y si una solución nos eludiera, le prometería ayudarla a manejarlo. Pero, sobre todo, le recordaría que no hay vergüenza en admitir: "Estoy deprimida y sufriendo. Esto es demasiado para mí".
Es esencial entender que la enfermedad mental es ampliamente reconocida como una enfermedad. Se describe como una condición médica que interrumpe el pensamiento, los sentimientos, el comportamiento, la capacidad para relacionarse con los demás y el funcionamiento diario de la persona, de manera similar a muchas enfermedades físicas. Las enfermedades mentales no son diferentes de las enfermedades físicas como la enfermedad cardíaca o la diabetes. Todas tienen componentes conductuales y bases biológicas. Aunque la enfermedad mental generalmente se ve como una enfermedad, esta perspectiva no niega la complejidad de estas condiciones ni las diversas experiencias de quienes viven con ellas.
Combatir el estigma asociado con los problemas de salud mental comienza con la educación y la conversación abierta. Incrementar la conciencia sobre la salud mental puede fomentar la empatía y el entendimiento, reduciendo los estereotipos y los prejuicios. Aquí hay algunos consejos:
Si tú o alguien que conoces tiene pensamientos suicidas, es vital conocer las señales y buscar ayuda de inmediato. Algunas señales de advertencia incluyen hablar sobre querer morir, sentirse sin esperanza o sin motivo para vivir, y retirarse o aislarse. Si estas señales están presentes, no dudes en buscar ayuda.
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