Cómo enfrentar tus errores e intentarlo otra vez

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No permitas que los errores de ayer limiten tus posibilidades de mañana.

El millonario inversionista James Altucher perdió todo su dinero, su hogar y su matrimonio en un corto período de tiempo. En uno de sus puntos más bajos en aquel entonces, tuvo una discusión con sus padres que llevó a la interrupción de toda comunicación entre él y ellos. Poco después, su padre falleció por causa de un inesperado infarto.

Justo antes de su repentina muerte, su padre lo llamó para tratar de hacer las paces; James se negó a hablarle. Nunca pudo despedirse de su padre, nunca pudo decirle que lo sentía. Mientras James todavía estaba sufriendo intensamente por el dolor de perder a su padre, su madre lo culpó por su muerte.

Sé todo esto porque cuando James perdió todo, no se ocultó y cubrió sus errores. Comenzó a escribir, documentando y describiendo en detalle todos sus errores y lo que había aprendido de ellos. Escribió libros sobre sus errores y lo que estaba tratando de hacer ahora de forma diferente. Se levantó cuando literalmente lo había perdido todo y se dijo a sí mismo: “Me pregunto qué pasaría si yo cambiara. Si dejara de beber para escapar de mi dolor. Si dejara de hacer que el dinero y las posesiones sean lo principal en mi vida. Si me casara de nuevo y construyera un matrimonio que yo nutriera en lugar de ignorar. Si me acercara a personas que están en crisis para ayudarlas”.

James se casó nuevamente. Continuó escribiendo y cayendo y volviendo a levantarse. Continuó hablando de sus errores y de lo que estaba aprendiendo de ellos. Hoy, tiene todas sus posesiones literalmente en una mochila. No sé si su madre o alguna otra persona lo perdonó alguna vez, pero él aprendió a perdonarse a sí mismo. Se dio cuenta de cómo pasar de la desesperanza al asombro, diciéndose a sí mismo y a todo el que quisiera escuchar: “Lo único seguro que puedes hacer es intentarlo, una y otra vez”.

Leer su libro me hizo preguntarme: ¿Y si yo perdiera todo lo que tengo? ¿Qué haría? ¿Sería tan valiente como James y diría: “Cometí muchos errores, esto es lo que aprendí de ellos, así es como voy a intentar de nuevo”, o me encerraría avergonzada y desesperanzada? ¿Estaría destruida por la culpa? ¿Me diría que nadie en el mundo ha estado tan solo, asustado o confundido?

El mes judío de elul está aquí. Es un mes para que examinemos el año pasado e identifiquemos nuestros errores, para encontrar formas de mejorar y superarnos. Pero cada año, con el comienzo de elul, siento esa familiar brisa de temor. No quiero mirar atrás, analizar todo el año, y ver todo lo que hice mal. No quiero cambiar. Quiero simular que todo está bien. No tengo el coraje de James. No puedo recordar cómo intentarlo una y otra vez.

Ahora, ¿qué pasaría si me detuviera por un momento, bajara mis defensas y me preguntara: “¿Qué podría lograr si cambiara?”? Si pensara en quién podría convertirme, si me preguntara cada día de este mes: ¿Qué no funciona en mi vida? ¿Cómo puedo cambiarlo? ¿Cómo sería mi vida si no sintiera vergüenza al tropezar y caer? ¿Qué tipo de persona podría ser si me levantara, me sacudiera y me preguntara constantemente cómo volver a comenzar?

En lugar de negar o camuflar mis fracasos, podría aprender a decir: Cometí todos estos errores, y quiero aprender a crecer de ellos. Podría dirigirme a Dios y decir: Quiero ser mejor y necesito Tu ayuda, quiero estar de nuevo cerca de Ti. ¿Cómo sería mi vida si me permitiera ser vulnerable y viviera con la realidad de que Dios me ama y cree en mí?

Dios no quiere que meta la cabeza en la tierra por la vergüenza y me esconda de mis errores. Quiere que me maraville por quien puedo llegar a ser si me aferro a mi conexión con Él y me niego a renunciar. Quiere que me niegue a permitir que los errores del ayer limiten las posibilidades del mañana. Me pregunto en quién podría convertirme si lo único que tuviera fuera algo que nunca podría perder: mi conexión con Quien creó un mundo en el que nunca se pierde la esperanza y en el que los errores nunca son un callejón sin salida.

Este es el momento para inculcar la creencia de que podemos cambiar todo, siempre y cuando recordemos que, independientemente de lo dura que sea la caída, podemos levantarnos y continuar intentándolo, una y otra vez.

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