Cómo un hombre y su familia sobrevivieron milagrosamente la masacre del 7 de octubre

28/10/2024

8 min de lectura

Itay Shabi está seguro de que ese día experimentó varios milagros.

Eran las 6:30 de la mañana del 7 de octubre cuando Itay Shabi y su esposa, Morán, se despertaron por el ruido de los misiles que surcaban el cielo. Todos los habitantes del kibutz Beeri se despertaron sobresaltados.

"Desde el principio sentimos que había empezado una guerra, porque era algo inusual, incluso para nosotros. Las balas y los cohetes no cesaron en todo el día, hasta que escapamos. Afuera había un campo de batalla. Los terroristas gritaban en árabe constantemente".

Antes del 7 de octubre, los residentes del kibutz Beeri vivían "en armonía" junto a la frontera de Gaza. Los judíos del kibutz manifestaban regularmente una enorme amabilidad hacia los civiles de Gaza. Muchos de los miembros del kibutz viajaban a Gaza para llevar a los niños enfermos que debían ser operados en hospitales israelíes, los esperaban durante y después de los procedimientos y luego los llevaban nuevamente a Gaza.

Correr buscando refugio

Cuando los misiles comenzaron a volar sobre sus cabezas, lo primero que hicieron Itay y su familia fue correr al refugio. En un primer momento no cerraron la puerta porque supusieron que los cohetes durarían algunos segundos y luego podrían escapar en su auto si fuese necesario. Pero los misiles continuaron cayendo y comprendieron que iba a ser para largo. Entonces cerraron la puerta.

"Unos pocos segundos después de cerrar la puerta, empezaron a recibir mensajes de texto diciendo que había terroristas dentro del kibutz Beeri. La gente enviaba fotos acompañando los mensajes de texto. Entendimos lo que estaba pasando cuando comenzamos a escuchar disparos".

Alrededor de las 7 de la mañana, Itay y su familia comenzaron a escuchar gritos en árabe.

"A las 7:10 de la mañana, los terroristas llamaron a la puerta de nuestra casa. Sólo llamaron suavemente, sin golpes". Itay estaba desconcertado. "Pensé: ¿por qué llaman suavemente? Quizás intentaban engañarnos para que pensáramos que no eran terroristas". Afortunadamente, no abrieron la puerta.

Los mensajes de texto se volvieron más intensos. Sabían dónde estaban los terroristas y podían seguir su trayectoria basándose en el flujo de los mensajes que llegaban.

Al cabo de tres horas, a las 10:30 de la mañana, los terroristas irrumpieron en su casa.

"Entendimos que los terroristas se iban acercando. Tengo un hijo y una hija de cuatro años. Estábamos sentados en el refugio antibombas con nuestros mellizos, Sinaí y Benaiá".

Los cuatro se limitaron a esperar. El ejército no podía ayudarlos, porque cada vez que llegaban soldados al lugar, los terroristas barbáricos los superaban en número y los mataban.

"En cuanto entraron a la casa nuestra perra empezó a ladrar. Ellos dispararon y la perra comenzó a gemir, le volvieron a disparar, una y otra vez. Siguieron disparando. Uno de ellos gritó en árabe: 'Khallas, khallas' que significa 'alto, alto'. No querían gastar más municiones en un perro. Entonces se hizo silencio".

Itay se apoyó con fuerza sobre la manilla de la puerta del refugio antibombas mientras rezaba en silencio el Shemá. Ese terror agonizante se prolongó durante 30 minutos.

Forcejearon conmigo. Intentaban bajar la manilla de la puerta y yo, con toda mi fuerza y la ayuda de Dios, seguía empujándola hacia arriba.

"Oímos cómo los terroristas rompían todo lo que había en la casa, ventanas, vidrios… Comenzaron a tratar de abrir la puerta. Forcejearon conmigo. Intentaban bajar la manilla de la puerta y yo con toda mi fuerza y la ayuda de Dios, seguía empujando la manilla hacia arriba".

Morán estaba sentada en la cama y los dos niños la abrazaban fuertemente. Entonces se cortó la electricidad.

Tras unos minutos forcejeando la manilla, los terroristas se rindieron. Agarraron neumáticos, les prendieron fuego y los arrojaron por la rejilla de ventilación del refugio. "Saqué mi teléfono y usé la linterna para ver qué pasaba. Me di cuenta de que entraba humo negro al refugio. Casi de inmediato, el humo oscuro comenzó a llenar la habitación".

Atrapados

"Le dije a mi esposa que tendríamos que rendirnos. Le dije que debíamos poner nuestras manos en alto, y que no teníamos más opción que abrir la puerta. Fui a la puerta pero no pude abrirla. Habían roto la manilla del lado exterior de la puerta para dejarnos atrapados".

Cuando Itay y su familia no pudieron rendirse a través de la puerta, les quedó una sola manera de salir. Por la ventana.

"Estaba muy asustado. Sabía que en el momento que abriera la ventana, recibiría una bala en la cabeza. Sabía que era el fin, pero no tenía otra opción. Ya no podíamos respirar. Esa era la única opción".

Milagrosamente, en el momento que Itay abrió la ventana, no había nadie a la vista. Él saltó primero, y luego Morán le pasó a los dos niños.

"Ella me dio a los niños. Yo los dejé debajo de una pequeña palmera que tenemos en nuestro jardín. Sólo los puse ahí porque era el lugar más cercano que tenía. Mi esposa salió, cerramos la ventana y nos sentamos debajo de la palmera y las ramas. Cada uno tenía un niño sobre su falda". El árbol no tenía demasiadas ramas, pero Itay tiró y puso sobre él y su familia las ramas que quedaban y permanecieron allí sentados durante cinco horas insoportablemente largas que parecieron durar una eternidad.

Los terroristas estaban a 30 centímetros de mi cuerpo. Su pierna estaba justo a mi lado. No tengo idea cómo fue que pasaron varias veces y no nos vieron.

Unos minutos después de haber escapado de su casa. La propiedad de Itay se llenó con terroristas de Hamás y civiles de Gaza. "Vimos cómo los habitantes de Gaza enteraban a nuestro hogar y se llevaban todo. Esos eran los mismos civiles que nuestros vecinos llevaban ida y vuelta al hospital para que sus hijos pudieran ser operados". Observaron todo eso en silencio, no podían moverse ni respirar muy fuerte para no ser descubiertos.

"Los terroristas estaban a 30 centímetros de mi cuerpo. Su pierna estaba al lado de la mía. No tengo idea cómo fue que pasaron varias veces y no nos vieron. Sin duda es un milagro de Dios. No hay otra explicación".

Itay seguía rezando: "Dios, dame fuerzas. Dios, sólo un poco más. No me dejes solo, no me dejes solo".

En un momento, Morán le señaló a Itay que debían correr hacia un pequeño bosque de bambú, ya que esos árboles eran más altos. Itay razonó: "Mira, hay decenas de terroristas delante nuestro y por alguna razón no nos ven. Algo nos oculta y no podemos movernos". Posteriormente reflexionó: "Los milagros son difíciles de comprender. Todavía no lo entiendo del todo, y fui yo quien lo experimentó. Los terroristas no pasaron sólo una vez… pasaron muchas veces a nuestro lado".

Morán e Itay escondiéndose

Siguieron allí durante varias horas. Eventualmente, dejaron de escuchar gritos en árabe y los disparos parecieron ser más distantes. Entendieron que los terroristas se habían alejado.

El humo que los rodeaba comenzaba a volverse más espeso e Itay comprendió que finalmente debían salir de su escondite.

"Levantamos a los niños y comprobamos que la zona estaba despejada. Empezamos a correr y nos dimos cuenta que había terroristas en el tejado, disparando a la gente". Morán giró a la izquierda y se quedó paralizada por el miedo. Empecé a gritarle que siguiera moviéndose, y los terroristas debieron oírme porque empezaron a dispararnos. Los dos corrimos y oíamos las balas cada vez más cerca. Los oía y comprendí que nos perseguían".

Itay encontró unas ramas en el suelo y empezó a juntarlas para hacer un montículo. Se metieron debajo y se escondieron en silencio durante otras cinco horas, hasta el anochecer.

Hasta ese momento, la familia no había comido nada, no habían bebido ni habían hecho sus necesidades durante todo ese tiempo. Sus pequeños mellizos de 4 años cooperaron en todo momento y no hicieron ningún ruido ni expresaron ninguna queja.

"No les dije nada a los niños. Ellos cooperaron porque comprendieron la situación. Vieron el miedo en nuestros ojos. Estuvieron 14 horas sin beber ni comer y en absoluto silencio. Mis hijos suelen ser muy enérgicos, sobre todo mi hija. Esto fue otro milagro".

El "jeep" que les envió Dios

El mayor milagro tuvo lugar cuando cayó la noche e Itay se levantó para hacer sus necesidades.

"Estaba de pie frente a un árbol y miré a un costado. Vi las luces rojas de un jeep. Pensé que era un jee de Hamás. Todos esos pensamientos se agolpaban en mi mente y sabía que iba a morir. Cuando el jeep me iluminó con sus luces, supe que nos habían atrapado.

"Empecé a oír voces, pero a medida que se acercaban reconocí que hablaban en hebreo. Eran soldados israelíes. Grité: '¡Soldados!'".

"¿Quién está ahí?", preguntaron.

"Soy un padre, estoy con mis hijos. Por favor, ¡ayúdennos!". Ahora, finalmente ellos estaban en manos seguras.

Los soldados los llevaron de regreso al kibutz. Vieron multitudes de cadáveres de sus amigos y de terroristas.

Este es un video de la casa quemada de Itay.

Itay y su familia pasaron por la casa de los padres de Morán y trágicamente vieron que también la habían quemado. Cuando los padres de Mórán no respondieron cuando los llamaron, entendieron la agonizante realidad de su muerte. Eso fue confirmado diez días más tarde.

"Los soldados nos llevaron por donde había tenido lugar la fiesta Nova, y vimos la ruta repleta de cadáveres. Había cientos de jóvenes arrojados por todas partes, quemados. Nadie puede olvidar lo que nos hicieron ese día".

Meses más tarde, el soldado que rescató a Itay le preguntó: "En definitiva, ¿cómo nos encontraste? Estábamos en una misión secreta, tratando de ser indetectables".

Itay le respondió que fue por las luces rojas del Jeep.

"¿Qué jeep? Llegamos en helicóptero y éramos completamente clandestinos". No hubo un jeep. No hubo luces. Pero Itay está seguro de haberlas visto en ese momento.

"La fortaleza del ejército es que hacen todo de forma oculta. Puedes decirme que fue mazal, mazal, mazal (suerte, suerte, suerte) pero te digo que yo vi las luces rojas con mis propios ojos. Fue una revelación, más que simple mazal. Yo vi algo físico… Estoy seguro de que fue un milagro".

La primera sucá de Itay resultó ser su máxima protección

Quizás una de las partes más fascinantes de la historia es que ese fue el primer Sucot que Itay construyó una sucá.

"Quise construirla con mis propias manos. No quería comprar algo prefabricado. Quería que mis hijos me vieran construirla y me formularan preguntas sobre Sucot para poder enseñarles".

Itay había reunido tablas de madera por todo el kibutz y la construyó él mismo. También encontró una gran palmera en la entrada del kibutz y cortó ramas para techar su sucá.

En el techo quedaban muchos huecos que tenía que cubrir. Fue entonces cuando Itay recordó que tenía una palmera enana en su patio. "Nunca antes le había prestado atención. Corté sus ramas para tapar los huecos. Ese árbol es exactamente donde nos escondimos. Se suponía que debía tener más ramas, pero como había cortado ramas para la sucá estaba bastante desnudo. No tuvimos elección y nos escondimos allí de todos modos, pero aun así nos salvó".

Itay sigue procesando la experiencia y no entiende por qué él se salvó y otros no. Se pregunta si el mérito de haber construido una sucá por primera vez en su vida le permitió tener éxito escondiéndose entre las ramas que le quedaban a la misma palmera que utilizó para su sucá.

"De mi casa no quedó ningún recuerdo. Hasta el techo se quemó. Pero a la sucá no le pasó nada. Las llamas se detuvieron justo en la conexión entre la casa y la sucá. Nunca antes en mi vida había construido una sucá. Todavía no termino de entenderlo. Tuve contacto con la muerte, pero Dios tenía otro plan para mí, quizás alguna clase de propósito.

"Después de lo que viví me resulta imposible decir que Dios no existe. ¿Después de haberme salvado decenas de veces de la muerte? Sólo Dios pudo hacerlo. Quiero que el mundo entienda que tenemos a Dios, pero necesitamos unirnos. Tenemos dos piernas, una derecha y una izquierda. Si no caminamos juntos, caeremos. Dios está aquí y nos ayuda, pero para que Él nos ayude, tenemos que ayudarnos los unos a los otros. Tenemos que entender que las personas pueden pensar diferente y de todos modos llevarse bien".


La versión original de este artículo apareció en la Revista Ami.

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Bessie
Bessie
4 meses hace

Simplemente Wow!

Jessica Mizrachi
Jessica Mizrachi
4 meses hace

Waooo esta historia de la vida real me hace darle gracias a D-os por no haber pasado ni yo ni mi familoa por lo que mucha gente vivio aqui em Israel. Tambien es un gran Milagro, es definitivo que para itay su primera construcción de una sucá le salvo la vida es un gran Milagro bh viven para contarlo

Carlos Steinman
Carlos Steinman
4 meses hace

Linda historia de sobrevivencia de una familia Israeli con la ayuda y proteccion de H'S'. Israel tiene todo el dercho a defenderse y contraatacar a los asesinos de Hamas y tambien a los de Hezbola hasta su eliminacion esten donde esten y tome el tiempo que tome Am Israel JAI

Jose
Jose
4 meses hace

Baruj Hashem, en efecto, ¡existen los milagros!

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