Cuando el amor no es ciego

12 min de lectura

Jaiei Sara (Génesis 23:1-25:18 )

Ideas filosóficas y cabalísticas de la parashá semanal.

La mayor parte de la parashá de esta semana está dedicada a la historia de la unión matrimonial entre Itzjak y Rivka.

Hay muchas preguntas que se presentan a medida que uno lee este detallado recuento:

  • ¿Por qué es importante para nosotros conocer tanto detalle?
  • ¿Por qué era tan importante que Itzjak no saliera de Israel y que, en cambio, Eliezer (el sirviente de Abraham) llevase a la novia hasta él?
  • ¿Por qué no le consultaron a Itzjak —quien tenía en ese entonces casi 40 años— acerca de la novia que le sería propuesta?

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El significado de “todo”

Para entender los factores involucrados en esta historia, tenemos que entender el significado de “todo”.

Ahora Abraham era viejo, entrado en años, y Dios había bendecido a Abraham con todo” (Génesis 24:1).

Rashi nos informa que dado que Abraham tenía todo, y que lo único que le faltaba era tener nietos, surgió en su cabeza la idea de concertar el matrimonio de Itzjak. Pero obviamente, un padre cuyo hijo soltero de 40 años no hace ningún esfuerzo para casarse y darle nietos, no lo tiene todo. Abraham estaba lejos de ser el tipo de persona superficial que creería tenerlo todo sólo por el hecho de haber sido bendecido con riqueza.

Obviamente, un padre cuyo hijo soltero de 40 años no hace ningún esfuerzo para casarse y darle nietos, no lo tiene todo.

A estas alturas de su vida Abraham ya había perdido a su esposa, había expulsado a su hijo Ishmael y su único hijo restante, Itzjak, parecía estar en un callejón sin salida. Para una persona que había dedicado toda su vida al establecimiento de relaciones —tanto con el prójimo como con Dios— esto estaba lejos de ser “todo”.

Najmánides explica este “todo” con la ayuda de un Midrash:

Rabí Shimón bar Yojai le preguntó a Rabí Eliezer bar Rabi Yosi: “¿Por casualidad escuchaste de tu padre alguna vez una explicación para el siguiente versículo: “Vayan adelante y contemplen hijas de Tzión al Rey Shlomó, adornado por la corona que su madre confeccionó para él en el día de su boda, el día del regocijo de su corazón” (Cantar de los Cantares 3:11)?”.

Él le dijo que sí… le dijo que su padre le explicó el versículo de acuerdo a la siguiente parábola: “El rey tenía una única hija a la cual amaba muchísimo y a quien llamaba “mi hija”. Luego la amó aún más y la llamó “mi hermana”. Su amor no disminuyó y finalmente la llamó “mi madre”.

“Similarmente, al principio Dios amó a Israel y lo llamó “mi hija”, como está escrito, Escucha hija, fíjate bien y presta atención (Salmos 45:10). Dios no vaciló, y posteriormente describió a Israel como Su hermana, como está escrito, ¡La voz de mi amado toca a la puerta! ‘Ábreme, hermana mía, amada mía’ (Cantar de los Cantares 5:2). Dios mantuvo Su amor por Israel, hasta que lo llamó “mi madre”, como está escrito, Presten atención a Mí, Mi pueblo, Mi madre… (Isaías 51:4)”.

Rabi Shimon se levantó y lo besó en la parte superior de su cabeza. Le dijo, “Si hubiera venido a este mundo únicamente para escuchar estas palabras, habría valido la pena” (Shir Hashirim Rabá 3:21).

Intentemos bajar estas elevadas ideas a la tierra, paso a paso. ¿Qué significa que Israel sea descrito como la hija, hermana, o madre de Dios?

* * *

A imagen de Dios

Dios describe al hombre en el momento de su creación como "formado a imagen de Dios". El nombre que Dios eligió para transmitirnos esta idea es el sagrado nombre Elo-him, es decir, Adam fue creado a la imagen de Elo-him.

Rav Jaim de Volozhin explica en su obra Néfesh Hajáim (Sección 1) que el concepto de “imagen” no indica un parecido físico; Dios es infinito y no tiene imagen alguna, por lo que es imposible verse como Él. El concepto retrata un parecido en términos de atributos o características.

El atributo humano que le permite al hombre tener algo en común con Dios se encuentra en la categoría de los Atributos Divinos que son específicamente transmitidos por el sagrado nombre Elo-him.

El Tur Shulján Aruj (Oraj Jaim, 5) explica que el sagrado nombre Elo-him representa la idea de que Dios es la fuente de toda la energía del universo.

Rav Jaim explica esto con la siguiente metáfora. Cuando una persona construye una casa de madera, él no forma la madera, sino que utiliza los materiales que ya se encuentran disponibles. Más aún, cuando él termina su trabajo, logra el diseño deseado y se retira del sitio de la construcción, la casa se mantiene erigida y puede perdurar indefinidamente sin ningún aporte posterior por parte del constructor. Dios en cambio, construye de forma diferente.

Cuando Dios creó el mundo, primero tuvo que manufacturar los materiales con los cuales el universo sería construido.

Cuando Dios creó el mundo, primero tuvo que manufacturar los materiales con los cuales el universo sería construido; Él logró esto transformando parte de su propia energía Divina, por así decir, en los materiales deseados. Esta es la primera diferencia entre el constructor humano y Dios.

La segunda gran diferencia es que el universo sólo puede existir mientras Dios —Elo-him— continúe suministrando la energía necesaria. Puesto que el universo está construido a partir de energía Divina, en realidad sólo está ahí por un abrir y cerrar de ojos cada vez. Se requiere de constantes e incesantes nuevos aportes de energía Divina para mantener el universo funcionando.

Para clarificar un poco esta idea, podemos imaginar una pesada pelota suspendida en el aire. Obviamente este estado de suspensión sólo puede durar mientras exista una fuerza sobre la pelota que contrarreste la fuerza de gravedad. La fuerza de gravedad causaría que la pelota descendiera a la tierra en el mismo instante en que la fuerza contraria dejase de ser aplicada. De la misma manera, se requiere de una aplicación constante de energía Divina para contrarrestar el estado básico de no-existencia y así mantener al universo suspendido en el estado de existencia.

Pero aún hay más.

Supongamos ahora que yo soy un hombre muy rico que quiere donar una gran suma de dinero. En vez de escuchar yo mismo a todos los que vienen a pedir por distintas causas, podría contratar a alguien de confianza para que distribuyera el dinero por mí. Todos los que vienen a pedir deben dirigirse entonces a mi hombre de confianza como si realmente él fuera la persona rica, y no yo, puesto que no hay ningún dinero que se pueda conseguir a través de pedirme directamente a mí. Si bien el dinero es mío, yo designé a alguien para que lo distribuyera. Teóricamente, yo podría incluso arreglar un sistema tan estricto que en caso de que yo mismo quisiera dirigir cierta suma de dinero a un destinatario en particular, yo mismo tendría que dirigirme a mi designado y pedir por el dinero como todo el resto de la gente.

Explica Rav Jaim: es en este sentido que el hombre fue creado a imagen de Dios. Cuando Dios creó al hombre, tomó la decisión normativa de darle libre albedrío. Libre albedrío no significa que el hombre tiene la habilidad de desobedecer las órdenes de Dios. En un nivel más profundo, el libre albedrío le otorga al hombre la facultad de tener exactamente el mundo que él desea. Al otorgarle libre albedrío, Dios puso al hombre a cargo de distribuir la energía Divina de la creación, y esto es una consecuencia directa de eso.

En vez de ser Dios Mismo quien toma las decisiones con respecto a dónde localizar la energía Divina creativa, estas decisiones le fueron delegadas al hombre. En ciertas porciones del universo, que ciertamente incluyen nuestro propio mundo, tanto espiritual como físico, no es Dios quien distribuye la energía Divina creativa representada por el nombre Elo-him, sino el hombre.

La energía Divina de creación podría ser empleada para formar un universo que esté lleno de kedushá (santidad) y que esté apegado a Dios en todos los aspectos. Pero la misma energía podría ser también empleada para construir un universo que esté totalmente desconectado de la fuente de toda esa energía y que sea impermeable a Su presencia. Puesto que es el hombre quien está a cargo de la distribución de la energía Divina de creación, es él quien decide cuál de estos dos universos será formado en cada momento. Más precisamente, dado que ambos extremos no pueden existir simultáneamente [el por qué de esto es extenso y está fuera del alcance de esta discusión], es el hombre quien determina el equilibrio entre lo sagrado y lo mundano en el universo que habita.

* * *

El poder de “todo”

Armados con esta información, volvamos a nuestra metáfora del hombre rico una vez más. Una persona como aquella ciertamente no designaría a cualquiera para distribuir su dinero. Él tendría primero que llegar a conocer bien y a confiar bastante en alguien en particular antes de permitirle ejercer este tremendo poder sobre sus recursos. De la misma manera, a pesar de que Dios tomó la decisión normativa de darle al hombre libre albedrío y de ponerlo a cargo de la energía Divina de creación, Él no estaba dispuesto a entregarle este poder de “todo” a cualquiera. Obviamente Él tendría que conocer y confiar en el ser humano a quien se le daría un poder tan increíble e inmenso al menos en la misma medida en que el hombre rico de nuestra analogía debe confiar en su designado. Aquí es donde las ideas de hija, hermana y madre entran en escena.

Luego de la caída de Adam, los seres humanos sólo poseían libre albedrío en términos de su propio comportamiento. A pesar de que Dios quería entregar al hombre este poder de “todo” que estaba incluido en el nombre de Elo-him, el hombre debía primero probar que era digno de confianza.

Después de diez pruebas, Dios se sintió lo suficientemente seguro como para designar a Abraham como el distribuidor de la energía Divina.

Hasta que Abraham apareció en escena, ni siquiera hubo otro candidato digno de ser puesto a prueba. Cuando Abraham apareció, Dios tampoco saltó para elegirlo; lo probó diez veces, culminando con la mayor de las pruebas: la Akedá (el atamiento de Itzjak). Sólo después de estas pruebas, Dios se sintió lo suficientemente seguro como para designar a Abraham como el distribuidor de la energía Divina.

En efecto, Él puso a Abraham a cargo del nombre sagrado Elo-him, que es el nombre que utilizó Dios para crear el universo. En otras palabras, Él le dio a Abraham “todo”. En ese momento, el hombre podía volver a ser descrito como formado “a imagen de Elo-him”, un título que había perdido su importancia desde la caída de Adam.

Pero incluso entonces, Dios procedió en este asunto de forma cautelosa, dando pequeños y calculados pasos. Primero, le dio al hombre este poder de “todo” en la forma en la que se lo darías a una hija. Una hija está casi totalmente bajo el control del padre. En la siguiente generación, Dios fue un poco más lejos. A Itzjak le dio este poder de “todo” como se lo darías a una hermana, alguien que está mucho menos bajo tú control. Finalmente, en la siguiente generación, Dios le dio a Yaakov el poder de “todo” como se lo darías a una madre, alguien a quien no puedes controlar para nada sino que por el contrario, generalmente tiene una gran cantidad de control sobre ti.

Desde los días de Yaakov, cada vez que Dios quiere realizar algo en el mundo, Él Mismo debe extraer el poder para hacerlo de los descendientes de Yaakov, quienes están colectivamente a cargo del poder de Elo-him. De acuerdo a Rav Jaim, éste es el significado del siguiente versículo:

Den poder a Elo-him; Su grandeza descansa sobre Israel, y Su poder está en los cielos” (Salmos 68:35).

Dios necesita que Israel le de poder.

Mencionamos esta conexión entre los patriarcas y el poder de “todo” cada vez que recitamos Birkat HaMazón:

¡El misericordioso! Que Él bendiga… todo lo que es nuestro, tal como fueron bendecidos nuestros Patriarcas, Abraham, Itzjak y Yaakov, en todo, desde todo y con todo.

Las tres expresiones, cada una indicando que no hay ninguna medida necesaria de bondad que esté faltando, son utilizadas respectivamente por la Torá en referencia a los patriarcas. El Talmud (Baba Batra 16b) desprende de estos versículos que a los patriarcas les fue concedida una noción del mundo por venir, y que la inclinación al mal no tenía dominio alguno sobre ellos, ya que la palabra kol, “todo”, implica perfección, una bendición totalmente sin mella. (Sidur Artscroll)

* * *

En busca de una esposa

Ahora podemos entender con claridad cuán preciso fue el momento elegido por Abraham para comenzar a buscar una esposa para Itzjak.

Tan pronto como Abraham sintió que le había sido otorgado el poder de “todo”, empezó a buscar una esposa para Itzjak. Si Itzjak se hubiera casado antes y hubiese tenido hijos, éstos habrían sido hijos comunes y corrientes en lugar de ser los herederos del poder de “todo”; les habría faltado la completitud de haber sido creados “a imagen de Elo-him”.

Abraham tenía que terminar de adquirir por completo su propia “imagen de Elo-him”, comparable a una “hija”, antes de que Itzjak pudiera comenzar a avanzar en su propia meta y escalar al siguiente nivel de ser la “imagen de Elo-him”, comparable a una “hermana”.

Pero estos dos niveles todavía estaban lejos de la meta. Mientras el nivel de “madre” alcanzado por Yaakov faltara en el mundo, el control del poder de “todo” era sólo tentativo. Era solamente un préstamo, por así decirlo, mientras los patriarcas se encontraran en la casa de Dios, es decir, la Tierra de Israel. Todavía no estaba en condiciones de sobrevivir en el entorno de la casa de Labán, donde Eliezer, el sirviente de Abraham, encontró a Rivka (la hermana de Labán) como esposa para Itzjak. Más adelante, Yaakov viajaría a la casa de Labán y tomaría a las dos hijas de Labán —Rajel y Leah— por esposas.

Sobre Labán está escrito: “Un arameo trato de destruir a mi padre” (Deuteronomio 26:15)

La Hagadá de Pesaj explica este versículo:

Vengan y observen lo que Labán el arameo quiso hacerle a nuestro patriarca Yaakov. El Faraón sólo quiso matar a los varones judíos, pero Labán quiso destruir “todo”, como está escrito, un arameo trató de destruir a mi padre.

Cuando Yaakov intentó irse de la casa de Labán después de 14 años de arduo trabajo para regresar a Israel, Labán se resistió. Él dijo: “Me enteré por adivinación que Dios me bendijo por causa tuya” (Génesis 30:27).

Cuando Yaakov finalmente se fue, él literalmente corrió por su vida. Con tal de mantener la bendición del poder de “todo” en su casa, Labán estaba dispuesto a destruir a sus propios nietos. Si los patriarcas eran “la imagen de Elo-him”, en quienes podía ser confiado el poder de “todo”, Labán era su opuesto absoluto. Bajo estas circunstancias, no resulta sorprendente que Abraham no quisiera mandar a Itzjak donde Labán.

* * *

La sabiduría de Eliezer

Finalmente estamos listos para apreciar la gran sabiduría que mostró Eliezer al escoger una esposa para Itzjak.

El Talmud nos cuenta sobre Eliezer (Yoma 28b) que él fue quien difundió las enseñanzas de Abraham por el mundo, y que tenía un dominio completo de la sabiduría de Abraham. Si Eliezer hubiera ido a buscar una esposa para Itzjak de la forma ordinaria, es decir, primero localizar a la familia de Abraham, buscar candidatas adecuadas, seleccionar a la más apta y negociar el contrato de matrimonio, él habría estado igual de convencido que el matrimonio estaba siendo concertado desde el cielo.

En el sistema de creencia de Abraham, el cual Eliezer compartía completamente, la máxima “Cuarenta días antes del nacimiento de un hijo hay un anuncio en el cielo, ‘La hija de tal está destinada a casarse con tal’” (Talmud, Sota 2a) era el principio que se aplicaba a todos los matrimonios. No importa cuán difícil sea la búsqueda y la negociación, ellos creían que en realidad todo estaba arreglado desde el cielo. Entonces, ¿por qué Eliezer tuvo que idear la prueba del pozo?

Eliezer entendió que si él se sentaba a negociar con Labán, entonces, Labán demandaría que Itzjak fuese a buscar a Rivka.

La respuesta es que él conocía a Labán el arameo. Él entendió que si se sentaba a negociar con él de la forma usual, inevitablemente Labán demandaría que Itzjak fuese a buscar a Rivka. Él quería el poder de “todo” en su posesión para manipularlo a su antojo. Si Eliezer quería triunfar en su misión de llevar a Rivka donde Itzjak, tenía que presentar esta unión matrimonial de una forma tan poderosa y convincente que incluso Labán entendiese que no había nada que negociar. Así, él concibió la prueba del pozo y transmitió el mensaje de forma tan exitosa que Labán se vio momentáneamente sobrecogido y se olvidó por completo de negociar. Para cuando volvió en sí, al día siguiente, ya era demasiado tarde. Para entonces, la decisión estaba en manos de Rivka, quien demostró su grandeza espiritual al acceder sin vacilar a viajar a una tierra extraña, junto a un hombre desconocido que sólo había visto por primera vez el día anterior, para casarse con otro total desconocido. Ella sabía lo que estaba en juego.

* * *

La importancia de una pareja

En el mundo de aquellos que fueron formados “a imagen de Elo-him”, sólo las parejas son entidades completas.

Entonces Dios creó al hombre a Su propia imagen, a imagen de Elo-him Él lo creó, varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).

“Un hombre sin una pareja no es un ser humano completo” (Talmud, Yevamot 63a).

Abraham estaba mejor calificado para encontrar la pareja perfecta para Itzjak que Itzjak mismo. La persona que busca su propia contraparte en este mundo está demasiado sesgada por consideraciones terrenales como para entender el matrimonio en términos de cuál es la mejor forma de convertirse en la “imagen de Elo-him”. En contraste, los padres adoptan automáticamente esta consideración como su foco principal.

Todo lo que ocurrió en las vidas de los patriarcas es una lección para nosotros, de la cual debemos aprender y la cual debe servirnos como guía en el futuro (Tanjumá, Lej Lejá 9). Y la elección de una pareja determina ese futuro en gran medida; un hogar que está diseñado para contener el poder de “todo” es un recurso muy valioso.

¿Pero acaso eso significa que tenemos que dejar de lado el romanticismo y que debemos buscar un matrimonio previamente acordado o un matrimonio que sea arreglado “racionalmente”? ¿Que sería de la vida sin el romance? Juzgando en base al abrumador rol que juega el romance en nuestra cultura —el cual domina la mayor parte de las canciones populares, películas y literatura— la vida simplemente no valdría la pena sin romance. ¿Tenemos que abandonar todo para ganar “todo”?

Para nada. Todos sabemos que es posible desarrollar sentimientos románticos hacia más de una persona. De hecho, es por eso que el romance es la causa de la mayoría de la angustia emocional en el mundo de la misma forma en que es la fuente de la más grande de las alegrías. En un mundo sensible que es dirigido por la Inteligencia Divina, ¿resulta acaso razonable suponer que el candidato más apto para suministrarnos la mitad faltante de la “imagen de Elo-him” será una persona con la cual no podremos desarrollar tales sentimientos? Por el contrario, ésta será la persona idónea para estimular los más intensos impulsos románticos en su Divinamente asignada contraparte.

La genialidad del pueblo judío transformó la búsqueda de pareja en una búsqueda espiritual. No hay necesidad de buscar romance. Éste fue programado dentro de nuestra psique de cualquier modo, y ciertamente ocupará su posición adecuada en nuestras vidas incluso si no lo buscamos activamente.

Nuestra búsqueda tiene que estar enfocada en dónde —a través del regalo del libre albedrío— personificaremos la “imagen de Elo-him” de mejor manera, en el área de la espiritualidad.

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