Modernidad
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León Lewis y su red de espías salvaron a los judíos de Los Ángeles y evitaron que los nazis se apoderaran de los Estados Unidos.
En 1933, Hitler fue nombrado canciller de Alemania, consolidando su aterrador ascenso al poder. Sin demoras inició su plan para apoderarse de Europa y exterminar a los judíos.
Mientras Hitler y los nazis estaban ocupados en Europa, también se escondían en Los Ángeles intentando entrar en Hollywood, la mayor máquina de propaganda del mundo. ¿Su plan? Asesinar a 24 figuras destacadas de Hollywood como Charles Chaplin, Al Jolson y Louis B. Mayer, sabotear las operaciones militares a lo largo de la Costa Oeste y recorrer Boyle Heights, el barrio judío, matando a tiros a tantos judíos como pudieran.
Todo esto está documentado en Hitler in Los Angeles: How Jews Foiled Nazi Plots Against Hollywood and America (Hitler en Los Ángeles: Cómo los judíos frustraron los complots nazis contra Hollywood y Norteamérica), un libro fascinante de Steven J. Ross. El autor es profesor de historia en la universidad del Sur de California y director del Instituto Casden para el estudio del rol judío en la vida norteamericana.
Hitler en los Ángeles sigue los pasos de León Lewis, un abogado que los nazis llamaron "el judío más peligroso de Los Ángeles". Él llevó adelante una operación de espionaje que consistía en veteranos militares y sus esposas que se infiltraron a grupos nazis y frustraron sus malvados planes.
Lewis, que fue el primer secretario ejecutivo de la Liga Antidifamación, dedicó su vida a proteger al pueblo judío. Cuando Hitler subió al poder, la gente no lo tomó en serio, pero Lewis sabía que era un hombre peligroso y que los judíos no podían quedarse de brazos cruzados.
"Muchos estadounidenses veían a Hitler y a sus seguidores como matones o tontos", escribe Ross. "Asumieron que el virulento antisemitismo del líder nazi era una fase pasajera, y que una vez que llegara al poder moderaría sus políticas hacia los judíos del país. Pero Lewis entendió que Hitler estaba usando la violencia para llegar al poder y que una vez en el cargo, los líderes nazis probablemente eliminarían toda oposición política".
León Lewis recibe el Premio Americanismo de la Legión Americana, junio de 1939 (USC Biblioteca de Colecciones Especiales)
Poco después el activista Joseph Roos, un nativo de Viena que luego partió de Alemania hacia los Estados Unidos, se unió a Lewis para ayudarlo con su campaña para liberarse de los nazis en Los Ángeles. En el pasado, Roos había espiado a los nazis en Chicago, donde trabajó como periodista para el Herald Examiner de Chicago.
"Cuando llegué a Chicago en enero de 1927 no sabía que tres años antes había comenzado en Chicago la primera organización nazi de los Estados Unidos, con el nombre 'Teutonia', y que estaban difundiendo el 'veneno de la propaganda nazi' [entre la población alemana de la ciudad]", escribió Roos en su autobiografía.
Además de Lewis y Roos, en Hitler en Los Ángeles hay otros protagonistas, como Georg Gyssling, un cónsul alemán y nazi que se infiltró en la alta sociedad de Los Ángeles, se hizo amigo de los medios de comunicación, y espió las actividades de los estudios de filmación. En un punto, convenció a los directores del estudio Columbia para que cambiaran la forma en que presentaban al capitán de un submarino alemán en la película "Below the Sea" (1933).
Una reunión de simpatizantes nazis en Los Ángeles, setiembre 1937
"Cuando se trataba de los judíos que dirigían los estudios cinematográficos de la ciudad, no había división de opiniones sobre Georg Gyssling", escribe Ross. "Era universalmente odiado y considerado mucho más peligroso para sus fortunas empresariales que los nazis que pertenecían a los "Amigos de la Nueva Alemania" o sus aliados de las "Camisas plateadas". Para los magnates judíos, Gyssling era el nazi más peligroso de Los Ángeles".
Entonces, ¿por qué los directores de los estudios cedieron a Gyssling? Todo era cuestión de dinero, en especial tras la Gran Depresión.
En la década de 1930 se podían ver símbolos nazis por todo el centro de Los Ángeles. Aquí se ve una esvástica colgada sobre la calle fuera de una mueblería en Broadway. (Foto: cortesía de Steve Ross)
"Los estudios se dedicaban primordialmente a hacer dinero, no a concientizar", escribe Ross. "Por mucho que odiaran al cónsul alemán y al régimen nazi, los magnates tenían que cooperar con ambos si querían permanecer en el mercado alemán, donde los estudios tenían más salas que en ninguna otra parte del continente". Tras cumplir con Gyssling, los estudios de Hollywood vendieron sesenta y cinco películas a Alemania en 1933, en comparación con las cincuenta y cuatro que habían vendido en 1932.
Un giro interesante resultó ser que Gyssling en verdad odiaba a Hitler, tal como manifestó luego su hija. Al parecer, él también había estado para los Estados Unidos y no se lo conocía por odiar a los judíos.
"Gyssling era nazi pero no antisemita", escribió Ross. "Él declaró ante la prensa sobre el buen trato que recibían los judíos en Alemania sabiendo que era mentira. Sin embargo, durante su mandato de ocho años en Los Ángeles nunca hizo una declaración antisemita a los periodistas y los agentes de León Lewis nunca sugirieron que el cónsul fuera antisemita".
Joseph Roos
Este es sólo uno de los tantos giros en Hitler en Los Ángeles. El libro tiene muchos momentos en los que uno se pregunta: "¿Cómo pudo suceder esto?" Por ejemplo, ¿cómo pudo el gobierno de los Estados Unidos fallar y no vigilar a los nazis que trataban de apoderarse de sus operaciones militares? La respuesta: estaban demasiado ocupados vigilando a los comunistas.
O: ¿cómo pudo Hollywood estar tan influenciado por los nazis? La respuesta: les importaba más el dinero que la seguridad del pueblo judío.
Finalmente Lewis, Roos y su red de espías salvaron las operaciones militares a lo largo de la Costa Oeste, a Hollywood y a los judíos de Los Ángeles. Lewis y Roos colaboraron estrechamente con la oficina del fiscal general de los Estados Unidos para asegurar que ninguno de los nazis acusados escapara de la sentencia. Sus esfuerzos lograron que Hermann Schwinn y Hans Diebel fueran enviados a prisión y juzgados por sedición. Gyssling fue absuelto de toda culpa porque, como dijo su hija, él despreciaba trabajar para Hitler. De hecho, él quería que la guerra terminara lo antes posible.
Georg Gyssling
Nueve años después de que terminara la guerra, Lewis sufrió un infarto mortal cuando conducía por la autopista de la Costa del Pacífico, cerca de su casa. Tenía sólo 65 años, pero dejó un legado que inspira hoy a otros activistas judíos.
Hitler en Los Ángeles es una lectura obligada para los aficionados a la historia y para cualquier persona interesada en Hollywood. El libro ofrece una mirada al pasado, mostrándonos la inspiradora valentía de individuos judíos como Lewish y Roos que dieron un paso al frente cuando nadie más estaba dispuesto a hacerlo. Necesitamos más héroes como ellos.
Como escribió Roos: "Lewis, Roos y su red de espías se negaron a quedarse de brazos cruzados y permitir que su ciudad y su nación fueran amenazadas por grupos de odio. Ellos nos mostraron con sus actos que cuando un gobierno no logra frenar el ascenso de los extremistas que fomentan la violencia, cada ciudadano debe proteger las vidas de todos los habitantes de su nación, sin importar su raza ni su religión".
"No puede haber mejor manera de honrar a León Lewis que recordar sus palabras después de la guerra. Él dijo que sólo en una "América unificada" la nación y sus ciudadanos pueden alcanzar la verdadera "realización del ideal democrático norteamericano".
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