Cuando la creatividad y la espiritualidad convergen

3 min de lectura

Descubriendo que la creatividad y el judaísmo no se contradicen.

Desde pequeño siempre supe que había nacido con el don de la creatividad. Aprendí a dibujar y pintar, a escribir canciones, a cantar, a tocar la guitarra y acabo de escribir mi primer libro. Sin embargo, por cada cosa que aprendí en el ámbito de la creatividad, aprendí aún más sobre mi alma judía.

Yo solía creer que la creatividad y el judaísmo tenían poco en común. Después de todo, el judaísmo parecía ser principalmente un conjunto de reglas fijas, mientras que expresar creatividad era liberarse de las cadenas del dogma y los rituales religiosos, un deseo de ser libre de todas las restricciones. Entonces, cuanto más creativo fuera uno, más en contra del judaísmo estaría.

¡Pero cuán equivocado estaba! La verdad es que el judaísmo no sólo no contradice la expresión de la creatividad, sino que incluso puede mejorarla. Y de la misma forma, la creatividad puede mejorar el judaísmo de uno. En la Torá, Dios convocó a Betzalel, un joven que apenas tenía 14 años, y le pidió que utilizara sus dones artísticos y construyera el Mishkán (Tabernáculo) para que Dios morara en él. Cuando alguien canaliza sus talentos creativos, ya sea en la música, la escritura u otro arte, para ayudar a convertir al mundo en un lugar mejor, está haciendo tikún olam, el ideal judío de ‘reparar el mundo’.

Comprobé la verdad de esto en mi propia travesía creativa. Cuando comencé a trabajar en pinturas que contenían temas judíos, descubrí que no sólo estaba aprendiendo más sobre mi religión, sino que cuando pintaba me sentía más cercano a Dios. Cuanto más me apasionaba el judaísmo, mejor resultaban mis pinturas. Esto también despertó en mí otros canales creativos. Comencé a escribir canciones y a tocar guitarra, algo que eventualmente me llevó a componer mi propio álbum.

Cuando utilizamos nuestra creatividad de manera positiva, estamos siendo como Dios, quien es el Creador supremo. El versículo dice: “No hay Tzur (Roca) como nuestro Dios” (Shmuel I 2:2), y el Talmud aprende de allí que: “No hay Tziur (artista) como nuestro Dios”. Tan sólo observa la cantidad de tonos de rojo que hay en una sola rosa y apreciarás la belleza de la obra de Dios, ¡y cuánto más la apreciarás si observas un atardecer o la vista desde la cima de una montaña!

Dios no sólo es un científico que manipula partículas y genera reacciones químicas; también es un verdadero artista, Quien trae una belleza inigualable al mundo. Cuando creamos obras de arte que traen belleza al mundo en cualquier área creativa, estamos continuando con la obra de Dios.

Sólo a la humanidad le fue encargada la tarea de crear.

Esta es una tarea única de la humanidad. El resto de las criaturas vive principalmente en el mundo del instinto. Sólo a la humanidad le fue encargada la tarea de crear. Podemos construir rascacielos, crear sinfonías, pintar obras maestras o escribir hermosas historias y poemas. Esta es una tarea que trae también grandes responsabilidades, pues la creatividad se asemeja al fuego. Puede proveer calidez y luz, pero también puede ser utilizada para destruir. Hay personas que han cometido actos terribles y que han dicho que cierta música o escrito los inspiró.

Cada uno de nosotros tiene una chispa creativa en su interior. Somos como trabajadores de construcción que llegan a una obra. Cada uno de nosotros recibe una caja de herramientas; una persona recibe un martillo y clavos, otra ladrillos y argamasa, y otra puede tener caños y cables. Cada uno de nosotros debe mirar hacia su interior y encontrar las herramientas que ha recibido para ayudar a convertir al mundo en un lugar mejor. Cada uno de nosotros tiene un regalo interior único; descúbrelo, exprésalo y utilízalo para mejorar el mundo.

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