Cuando los judíos fueron acusados ​​falsamente de asesinar a un fraile

18/03/2025

10 min de lectura

La calumnia fue aceptada inicialmente como un hecho por casi toda la prensa europea, lo que llevó al mundo judío a reaccionar con indignación y movilizarse.

El "Asunto de Damasco" de 1840 fue una infame calumnia de sangre que se convirtió en noticia internacional y llevó a una de las primeras ocasiones en que comunidades judías de todo el mundo trabajaron juntas para exigir justicia para otra comunidad judía. La calumnia de sangre de Damasco es reconocida como uno de los puntos de inflexión en la historia judía moderna, cuando el pueblo judío comprendió la importancia de unirse para defenderse mutuamente.

La calumnia de sangre

El 5 de febrero de 1840, el padre Thomas, un fraile italiano de la Orden de los Capuchinos que vivía en Damasco, desapareció junto con su sirviente musulmán, Ibrahim Amara. Se asumió que habían sido asesinados, posiblemente por comerciantes con quienes Thomas tenía negocios turbios o por un musulmán indignado por un insulto al islam que el fraile había pronunciado.

Pero los judíos fueron quienes cargaron con la culpa, ya que los frailes capuchinos comenzaron a difundir rumores de que los judíos habían asesinado a los dos hombres para usar su sangre en la festividad de Pésaj. Esto dio lugar a una de las calumnias de sangre más famosas de la historia: la calumnia de sangre de Damasco, más conocida como el Asunto de Damasco de 1840.

En ese entonces, Damasco estaba bajo el dominio del Imperio otomano. Sin embargo, dado que el Imperio otomano era débil, el gobernador otomano de Egipto, Muhammad Ali Pasha, era quien gobernaba principalmente tanto Egipto como Siria, tratándolos como principados casi-independientes con sólo una sumisión nominal al Imperio otomano. Francia también mantenía cierto grado de autoridad en Siria, ya que los franceses habían conservado una presencia en la región desde la época de las Cruzadas. Los católicos de Siria, incluido el padre Thomas, estaban oficialmente bajo la protección de Francia.

Debido a la jurisdicción francesa sobre el caso, , presidió la investigación el cónsul francés, Ulysse de Ratti-Menton, conocido por sus posturas antijudías. Junto con el gobernador general, Sharif Pasha, llevó a cabo una breve investigación y, entre otros, un barbero llamado Shlomo Negrin fue arrestado arbitrariamente y torturado. Finalmente, lograron arrancarle a Negrin una "confesión" respecto a que el monje había sido asesinado en la casa de David Harari por siete judíos. Los hombres que mencionó fueron arrestados y torturados. Dos de los detenidos murieron, uno se convirtió al islam para salvarse y las declaraciones obtenidas de los otros bajo tortura fueron consideradas adecuadas como admisión de culpabilidad.

Encontraron huesos en una alcantarilla y estos fueron “identificados” como los del monje y enterrados en un funeral el 2 de marzo, lo que aumentó la furia contra los judíos. La inscripción en la tumba del monje declaraba que era la sepultura de un santo torturado por los judíos. Tras el “funeral”, comenzaron los ataques contra los judíos, y Sharif Pasha tuvo que desplegar cientos de soldados para proteger el barrio judío.

Prisionero judío preparando su defensa, se ve un monje capuchino en la entrada. Cuadro del pintor judío Moritz Daniel Oppenheim

El foco de la “investigación” pasó ahora al sirviente, Ibrahim Amara. Con más torturas, lograron extraer la “confesión” de que había sido asesinado por judíos, entre ellos miembros de las prominentes familias Farhi y Picciotto, y las autoridades intentaron arrestarlos. Sabiendo la tortura a la que serían sometidos, algunos de los acusados intentaron esconderse o huir. Rav Iaakov Antebi, acusado de haber recibido una botella con la sangre de Thomas, fue arrestado y torturado, pero resistió el tormento y no confesó nada.

Se encontraron más huesos, y los investigadores afirmaron que eran los restos de Ibrahim Amara. Sin embargo, el médico de Damasco, el Dr. Lograso, dudaba de que fueran huesos humanos y, considerando la presión a la que estaba sometido, solicitó que los enviaran a Europa para ser examinados. Ratti-Menton se negó y, en cambio, anunció que basándose en las confesiones de los acusados y en los restos encontrados de las supuestas víctimas, la culpabilidad de los judíos en el doble asesinato estaba demostrada más allá de toda duda.

Uno de los judíos arrestados durante esta segunda ola de acusaciones fue Isaac Levi Picciotto, ciudadano austríaco y, por lo tanto, bajo la protección del cónsul de Austria. Inicialmente, también fue sometido a tortura, pero el 8 de marzo ocurrió un giro repentino. El vicecónsul austríaco, Caspar Giovanni Merlato, amigo personal de Picciotto, exigió que este fuera devuelto a la jurisdicción austríaca y que la investigación se llevara a cabo en el consulado de Austria.

Dibujo contemporáneo del padre Thomas y su siervo, Ibrahim Amara

Con la intervención de Merlato, las cosas cambiaron drásticamente. Picciotto demostró que estaba en otro lugar la noche del asesinato, y un cristiano corroboró su coartada. Picciotto pasó entonces de la defensa al ataque y comenzó a acusar a los funcionarios de instigar esta calumnia de sangre, de llevar a cabo investigaciones bajo tortura y acusó abiertamente a Ratti-Menton de asesinato. Exigió que las autoridades austríacas tomaran el control de la investigación. Como los métodos de tortura eran vistos por los países occidentales como injustos, crueles y retrógrados, sus acusaciones pusieron a la defensiva a Ratti-Menton y a sus colaboradores.

La calumnia de sangre se extiende

El resultado previsible de las acusaciones fue que los judíos de Damasco y de otras partes de Siria comenzaron a sufrir ataques de turbas antisemitas. Sinagogas fueron destruidas y saqueadas, cementerios fueron profanados y judíos fueron atacados en todo el país.

Las noticias de estas atrocidades se difundieron por todo el mundo judío, causando una ola de conmoción e indignación por lo que estaba ocurriendo en Siria.

El primer intento judío de intervenir en esta trágica situación fue una petición iniciada por Israel Bak y dirigida a Muhammad Ali, que era el gobernador de Siria. Al mismo tiempo, el cónsul general de Austria en Egipto, Anton Laurin, recibió un informe del cónsul austríaco en Damasco. Reconociendo la enorme injusticia, Laurin se involucró profundamente en el caso y comenzó a usar su influencia para presionar a Muhammad Ali a detener los métodos de tortura empleados por los investigadores.

Muhammad Ali accedió y envió instrucciones a Damasco mediante un mensajero expreso. Como resultado, el uso de la tortura llegó a su fin el 25 de abril de 1840, lo que desató una nueva oleada de disturbios en Damasco.

Sin embargo, la acusación de asesinato y la calumnia de sangre seguían en pie, y la investigación contra los judíos continuó, aunque sin torturas. Ahora, el cónsul general austríaco Laurin intentó influir en el cónsul general de Francia en Egipto para que ordenara a su subordinado, Ratti-Menton, detener la calumnia, pero no tuvo éxito. En este punto, Laurin rompió todos los protocolos y decidió enviar la información que recibió desde Damasco al barón James de Rothschild, el cónsul honorario de Austria en París.

Barón James de Rothschild

El barón Rothschild apeló al gobierno francés para que detuviera la injusticia, y cuando sus peticiones fueron ignoradas, decidió recurrir a los medios de comunicación. Publicó el informe en periódicos de todo el mundo con el objetivo de generar presión pública y poner fin a esta farsa judicial.

Su hermano Salomon Rothschild, que estaba en Viena, trabajó junto a él y utilizó su influencia para hablar sobre la situación con el canciller Klemens von Metternich. Finalmente, Metternich apoyó a su cónsul Laurin, ya que la mala publicidad para Francia, archienemiga del Imperio austrohúngaro, le resultaba beneficiosa. Los británicos también decidieron apoyar a los judíos en su lucha contra la calumnia, y el cónsul general británico en Egipto expresó públicamente esa postura.

Como resultado de esta defensa, el 3 de mayo de 1840 se envió un mensaje a Damasco ordenando la protección de los judíos contra la violencia de las turbas musulmanas y cristianas.

La reacción mundial y la respuesta coordinada judía

Los judíos occidentales en Europa y América estaban indignados por lo que ocurría en Damasco. Tanto en Europa como en los Estados Unidos, los judíos presionaron a sus gobiernos para que intercedieran en favor de sus correligionarios en Siria. En lo que fue un enfoque completamente novedoso para la época, 15.000 judíos en seis ciudades estadounidenses se reunieron y protestaron en defensa de los judíos de Siria.

En lo que fue un enfoque completamente novedoso para la época, 15.000 judíos en seis ciudades estadounidenses se reunieron y protestaron en defensa de los judíos de Siria.

En respuesta a esta movilización, líderes gubernamentales condenaron la calumnia y trataron de intervenir en favor de los judíos acusados. Entre ellos se encontraban la reina Victoria, Lord Henry Palmerston, el secretario de Estado de los Estados Unidos, John Forsyth y, como mencionamos, Klemens von Metternich de Austria.

Uno de los principales defensores de los judíos de Damasco fue Sir Moses Montefiore. Junto con el abogado francés y futuro ministro de justicia de Francia Adolphe Crémieux, Louis Loewe y Solomon Munk, viajó como parte de una delegación a Egipto para apelar directamente a Muhammad Ali. Ellos solicitaron que la investigación fuera transferida a jueces egipcios o europeos para que revisaran el caso. Su petición fue denegada, pero como resultado, Muhammad Ali decidió liberar a los judíos sin absolverlos oficialmente. La orden de liberación se emitió el 28 de agosto de 1840, y los prisioneros que habían sobrevivido a la investigación finalmente fueron puestos en libertad.

Sir Moses Montefiore, por Salomón Alexander Hart, circa 1840

Viendo que los cargos no se retirarían y que la calumnia continuaría, Montefiore y Crémieux decidieron recurrir al sultán Abdul Mejid del Imperio otomano, ya que él era el líder real de la región, aunque en gran medida impotente. Le pidieron al sultán que emitiera un decreto proclamando que las calumnias de sangre eran falsas y prohibiendo procesar a los judíos basándose en tales acusaciones. El sultán accedió y emitió su decreto el 6 de noviembre de 1840. En un acto significativo, condenó la calumnia de sangre, afirmando claramente que era completamente falsa y que "los teólogos musulmanes habían examinado los libros religiosos judíos y encontraron que los judíos 'tienen estrictamente prohibido no sólo usar sangre humana, sino incluso consumir sangre de los animales. Por lo tanto, las acusaciones hechas contra ellos y su religión no son más que pura calumnia'".

Sin embargo, durante años y hasta el día de hoy en sitios web antisemitas, los católicos de Damasco continuaron contando la historia del fraile asesinado por los judíos para usar su sangre, y que los judíos sólo fueron liberados gracias a la influencia de los judíos poderosos de otros países.

¿Qué pensaba Francia?

Tras el Asunto de Damasco, surgieron numerosas preguntas. ¿Cómo pudo Francia, un país que otorgó la igualdad civil a los judíos en 1791 y les dio los derechos legales más completos, apoyar abiertamente la acusación de calumnia de sangre manifiestamente falsa e incluso permitir el uso de la tortura para obtener confesiones?

La mayoría de los historiadores concluyen que la respuesta fue el interés nacional. Los líderes de Francia vieron que era beneficioso mantener su presencia en Siria y creyeron que apoyar a los acusadores contra los judíos les sería favorable. De igual manera, los países que eran hostiles a Francia aprovecharon la oportunidad para denunciar a Francia por sus acciones, ya que buscaban aumentar su control en el Medio Oriente y reducir la influencia francesa. Así, Metternich, que no era conocido por ser amigo de los judíos, denunció las acusaciones de calumnia de sangre, al igual que los líderes de Gran Bretaña. La calumnia de sangre de Damasco, que de otro modo habría pasado desapercibida en Europa, atrajo la atención internacional debido a la rivalidad de las grandes potencias de Europa en el Medio Oriente.

La Reacción Judía

El Asunto de Damasco ha sido descrito como un punto de inflexión en la historia moderna de los judíos, particularmente para los judíos franceses, que estuvieron entre los más vocales defensores de que el nacionalismo judío tradicional era cosa del pasado. Ellos eran ciudadanos patriotas para quienes la religión era un asunto privado, si es que era relevante. Sin embargo, cuando se expusieron al antisemitismo que Francia mostró en el Caso de Damasco, los judíos franceses quedaron completamente desconcertados. De hecho, los judíos de todo el mundo se sorprendieron de que la acusación de calumnia de sangre, un regreso al antisemitismo de la Edad Media, fuera inicialmente aceptada como un hecho por casi toda la prensa europea. ¿Cómo era posible que ciudadanos educados y líderes modernos pudieran creer y apoyar una acusación tan infundada y ridícula? No surgió ninguna respuesta tranquilizadora.

En un acto que resonaría durante los próximos dos siglos, en 1846, se publicó en París un libro de dos volúmenes, escrito por Achille Laurent (un seudónimo), Relation historique des affaires de Syrie depuis 1840 jusqu’en 1842. El libro afirmaba documentar los protocolos completos de la investigación en Damasco, pero omitía completamente cualquier mención del uso extensivo de la tortura y sólo se centraba en los judíos como asesinos y en la calumnia de sangre como un hecho comprobado.

Estos protocolos fueron publicados en alemán, italiano, árabe y ruso en los años y décadas siguientes. Este libro permitió a los antisemitas “demostrar” que la acusación de asesinato había sido probada y documentada, y que los judíos fueron liberados a pesar de su culpabilidad. De hecho, la cobertura en los medios de comunicación rusos del Caso de Damasco se considera una de las causas que llevaron a los pogromos de la década de 1890. Desafortunadamente, estos protocolos continúan siendo publicados y difundidos, particularmente en los medios de comunicación de habla árabe.

Uno de los resultados del Asunto de Damasco fue el despertar de la conciencia judía sobre la necesidad de cooperar para abordar las necesidades judías y responder a cargos y ataques hacia los judíos en todo el mundo. En las décadas siguientes, por primera vez en la historia moderna, se formarían múltiples organizaciones para abordar estas preocupaciones.

Una Nación

La siguiente calumnia de sangre que atrajo la atención internacional fue la de Menajem Mendel Beilis en Rusia, en 1911. El abogado que encabezó el equipo de defensa, el legendario Oscar Gruzenberg, estaba seguro de que el ataque de la acusación tomaría citas fuera de contexto del Talmud y las utilizaría para acusar a los judíos. Pidió a Rav Mazeh, Gran Rabino de Moscú, que encabezara un equipo de asesores rabínicos para la defensa y preparara respuestas a las preguntas inevitables. Como Gruzenberg había predicho, en el juicio la acusación citó la declaración talmúdica en el Tratado Ievamot 61a, "Ustedes (el pueblo judío) son llamados 'Adam' (Hombre), y las otras naciones no son llamadas 'Adam' (Hombre)".

Los fiscales exigieron: “¿Cómo pueden los judíos afirmar que sólo ellos son llamados hombre, y las demás naciones no lo son? ¡Eso debe significar que consideran a los no judíos como subhumanos!”

La defensa tenía una respuesta preparada, proporcionada por Rav Meir Shapira, que ya era conocido como un brillante y elocuente líder del judaísmo polaco. Él explicaba que la cita refleja una característica esencial de los judíos y no fue pensada como un insulto hacia las demás naciones.

Rav Shapira explicó que el Talmud (Shevuot 39) enseña Kol Israel arevim zé lazé, todos los judíos son responsables unos de otros. Explicó que en el tribunal se estaba decidiendo el destino de un solo judío, Mendel Beilis, pero que el juicio tocaba al pueblo judío en todo el mundo.

Rav Shapira dirigió al equipo de defensa a preguntarle al juez: “Si un ciudadano italiano fuera arrestado en Polonia o un francés en Alemania, ¿todos los italianos o todos los franceses estarían rogando por él y abogando por su absolución? ¿Estarían todos los italianos o franceses del mundo constantemente preocupados por él y esperando noticias de su liberación? Por supuesto que no. Sin embargo, cuando un judío en Rusia es acusado falsamente de asesinato, toda la nación judía se pone de su lado, porque realmente somos uno. El Talmud dice que los judíos son llamados 'Adam' porque 'Adam' muestra la unidad del pueblo judío. Somos uno, una sola unidad, así como Adam era un solo hombre. La palabra 'Adam' en hebreo no tiene plural, y es por eso que representa al pueblo judío, que es uno, y este pronombre no se usa para identificar a otras naciones, como dijo el Talmud.”

Esta respuesta fue entendida, incluso por los acusadores. Este mensaje sigue sirviendo como un faro de luz de la conexión que los judíos tienen entre sí. En los buenos y en los malos momentos, el pueblo judío es uno.

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