Cuatro actos de bondad que te ayudarán a sentirte mejor

23/11/2022

4 min de lectura

Porque la buena energía genera más buena energía.

De vez en cuando, cuando el yen me mueve a hacer algo bueno por los demás, para inspirarme llamo a mi amiga Nancy (ella es la de la foto de arriba, con su perro Moochy). “Cuéntame algo bueno que hiciste hoy”, le pido.

“No mucho”, me responde.

Así que tengo que sacárselo con tirabuzón. Y eso es lo que hago.

A continuación, unos pocos ejemplos de cómo Nancy pasa su día, cuando no está trabajando como entrenadora, liderando clases de zumba en silla para adultos mayores o conversando con alguno de sus ocho hijos ya adultos (ya está en la década de los 50). Escogí los cuatro ejemplos más sencillos, lo que cualquier persona puede hacer y sentirse bien al hacerlo.

1. Deja que alguien pase antes de ti en la fila para pagar en el supermercado.

Especialmente si tienes tu carrito repleto y la persona de atrás sólo tiene un par de cosas.

Nancy asegura que en todos los años que lo ha hecho, nunca nadie rechazó su oferta.

Seguro, yo también dejé pasar a otras personas en el pasado… de acuerdo, tal vez sólo dos veces al año. Pero ahora voy a hacerlo.

Yo llamo a esto una sensación barata de bondad, porque a cambio del pequeño esfuerzo que haces, el efecto puede ser bastante dramático: la expresión que ilumina el rostro de la matrona con cara larga o del aburrido y sobrecargado adolescente, la boca abierta de sorpresa, la sonrisa que le llena el rostro, el tímido gesto de gracias, el cambio en la atmosfera a tu alrededor. Simplemente eso: amistoso, humano.

Seguro, yo también dejé pasar a otras personas en el pasado… de acuerdo, tal vez sólo dos veces al año. Pero ahora voy a hacerlo. Sobre todo antes de que las cajas de autoservicio dominen en todos los supermercados y ya no tengamos tales oportunidades.

2. Saluda a las personas invisibles.

Por invisibles me refiero a las personas que ignoras a pesar de pasar junto a ellas cada día: la señora del correo, el guardia del cruce de peatones, el hombre frágil que pasea a su perro, el tipo que reparte molestas publicidades frente al edificio de tu oficina.

Andrew Thornebrooke, Unsplash.com

“Como llevo conmigo un perro, cuando le sonrío a las personas, es menos probable que piensen que soy extraña. Moochy me ayuda a ser mucho más amistosa. A veces incluso puedo decirle a alguien un cumplido”, afirma Nancy.

Conozco una mujer sudamericana que caminaba abatida por la calle, con la intención de saltar de un puente. Un anciano la miró preocupado, le ofreció una hermosa sonrisa y ella cambió de opinión.

A veces, una sonrisa o un saludo pueden ser muy poderosos.

3. Muestra un poco de cortesía automovilística.

Digamos que dos pistas se vuelven una y un auto que está afuera intenta meterse en tu carril. No protejas tu lugar como si tu ego y tus ahorros de toda la vida estuvieran en riesgo. Es ridículo cuán mezquinos podemos ser… ¿y para qué?

Nancy dice que si alguien realmente quiere estacionar en su lugar, ella lo cede. “Tengo puestas mis zapatillas de correr. A quién le importa si tengo que caminar un poco más. No hay ningún problema. Es Nueva Jersey” (En Brooklyn o Manhattan la cosa es un poco diferente).

Al conducir, los buenos modales son tan contagiosos como los malos.

Ella también deja fácilmente pasar a otros autos. ¿Por qué no? “Es gracioso, pero casi siempre también a mí me dejan cambiar de carril", lo que de cierta forma confirma su creencia respecto a que la buena energía genera más buena energía.

Llevo un año trabajando en mis buenos modales al conducir.

Cuando conduzco con conciencia, con zen si lo prefieres, la atmósfera del camino comienza a cambiar de una forma maravillosa. Al conducir, los buenos modales son tan contagiosos como los malos.

4. Recoge la basura en la playa.

Sus hijos trataron de detenerla: “Mamá, no lo hagas. No. ¡¡¡Noooo!!! ¡Es asqueroso!” No es que se avergüencen de ella. Es porque está sucio, hay gérmenes, Covid, lo que sea.

Ella empezó a hacerlo cuando tenía cinco años. Antes de irse de la playa, su madre le decía. “Nancy, limpia el área alrededor de tu toalla”.

“Así es, estuve recogiendo basura en la playa desde que era una niña. Más de cinco décadas. Y todavía soy una niña”.

Por lo general recoge la basura con sus manos, a menos que sea algo desagradable y entonces usa una de las bolsitas plásticas que lleva para Moochy.

Crédito de fotografía: OCG Saving The Ocean, en Unsplash

Yo también empecé a recoger basura. Totalmente gracias a Nancy. Pensé que lo mismo voy recogiendo piedritas por la costa. ¿Me va a matar recoger también unas cuantas tapas de botellas, bolsas de sándwich, pajitas de bebida, envoltorios de comida y colillas de cigarrillo? ¿Durante 15 minutos?

Al principio me preocupaba que los demás pensaran que soy rara. O todavía peor, que estaba mostrándome como virtuosa. Pero después de 20 minutos, seguí levantando piedras y basura. Casi que lo disfruté. Más que casi. Me sentí conectada –con la arena por la que caminaba, con las pocas personas que seguían en la playa, con las ballenas que espero haber salvado de tragar poliestireno innecesariamente. Algunas personas me sonrieron, simplemente sonreían. Quizás incluso recogieron la basura que ellos mismos habían dejado. Toda la experiencia mejoró el ánimo de todos los que estaban allí, y decidí hacer de la recolección de basura un hábito de playa.

Los actos de bondad son los postes que sostienen el puente, manteniendo a la sociedad sana, civil y completa.

Pruébalo. Sólo asegúrate de no mirar feo a quienes dejan basura ni enorgullecerte de cuán humilde eres por recoger basura.

Los actos de bondad tienen la fuerza de sacarnos de momentos difíciles. Son los postes que sostienen el puente, manteniendo a la sociedad sana, civil y completa.

¿Qué dices? Provoquemos un cambio atmosférico a través de actos de bondad que generan buena voluntad de forma instantánea y que prácticamente no cuesta nada implementarlos.


Crédito de la primera foto: Joshua Rawson-Harris, Unsplash.com

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