Curando la ignorancia judía

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Demasiados judíos le dan la espalda a algo que ni siquiera conocen. Yo era uno de ellos.

"El que no visita a los enfermos es como si derramara sangre" – Rabí Akiva (Talmud, Nedarim 40a)

Nuestros hermanos judíos están enfermos. Ellos no lo admiten; en realidad, ni siquiera lo saben. Sin embargo, la enfermedad es grave. “La enfermedad más destructiva, dolorosa y más contagiosa de todas —solía decir Rav Noaj Weinberg, fundador de Aish HaTorá— es la ignorancia. La ignorancia pervierte a las personas y conduce a vidas vacías y contraproducentes. La ignorancia causa sufrimientos indescriptibles: el maltrato a los niños, los conflictos maritales y el sufrimiento en un trabajo sin porvenir".

¿Quiénes son estos judíos ignorantes? Los 1.2 millones de judíos altamente educados, con conciencia social, amantes de la comedia y honradores del Holocausto que se identifican a sí mismos como judíos sin religión, según la encuesta Pew realizada en Estados Unidos. Este grupo ha crecido constantemente durante las últimas cuatro décadas y ahora incluye una tercera parte de todos los judíos adultos nacidos después de 1980. Cuatro quintas partes de este grupo se casan con no judíos, sólo el 8% crían a sus hijos como judíos y la mayoría sienten poco o ningún apego a Israel.

Los llamo ignorantes porque le dieron la espalda a algo que ni siquiera conocen. Muchos de ellos nunca han estado expuestos al judaísmo en absoluto; otros han experimentado una versión idiotizada y diluida que, comprensiblemente, encontraron aburrida. No los culpo por renegar de toda la religión, pero es como decir que todo el sushi es terrible después de probar un rollo de atún gomoso en una estación de servicio.

Sé de lo que hablo porque yo era uno de ellos. Durante muchos años me sentía orgulloso de ser judío, pero pensaba que el judaísmo no tenía nada para ofrecerme. Yo había recibido dos mensajes de mis padres:

1) Sé judío para preservar al pueblo judío.

2) Sé judío porque tu abuelo murió en el Holocausto. Mi madre sobrevivió cuando niña a Theresienstadt, y quedó con problemas de salud de por vida que fueron ocasionados por el tratamiento que recibió allí. Su padre fue asesinado en Dachau y la mayor parte de su familia fue asesinada en Auschwitz. Mi padre es un judío chileno que tuvo que enfrentar varios altercados antisemitas. Nunca tuvimos un coche alemán y nos regocijamos cuando los comandos israelíes rescataron a los rehenes en Entebbe el 4 de julio de 1976.

Busqué la espiritualidad en todas partes menos en mi propio patio trasero.

Y sin embargo el judaísmo era como una especie de tarea rutinaria. Ir a la sinagoga era aburrido pero obligatorio un par de veces al año. Mi bar mitzvá fue más una actuación que una experiencia significativa. Cuando crecí, busqué la espiritualidad en la filosofía oriental, la meditación, los deportes de resistencia, las bandas de música improvisada, la poesía trascendental y la ciencia ficción… en todas partes menos en mi propio patio trasero.

Eventualmente encontré mi camino de regreso gracias a una confluencia de eventos. Mi abuela murió. Me topé con la sinagoga correcta. Tuve la oportunidad de probar la profundidad del judaísmo y una constelación de mitos seculares explotó a mi alrededor. Descubrí que nuestra antigua tradición me hablaba en innumerables formas, a pesar de que tengo una orientación científica y moderna. Más concretamente, me transformé en un mejor esposo, padre, hijo, hermano, amigo y ciudadano cuando me convertí en un judío practicante.

Como aprendí de Arthur Kurzweil, hay una cuerda que conecta a cada judío con Dios. A veces esta cuerda se rompe. Sin embargo, cuando una cuerda rota se vuelve a atar, la distancia entre el judío y Dios se hace más corta. Curiosamente, suelo sentir que tengo más en común con los practicantes de otras religiones que con los judíos devotamente seculares que se estremecen si les hablan de religión. Entre los primeros, existe un sorprendente grupo de 1.2 millones de no-judíos estadounidenses que se identifican a sí mismos como personas con afinidad judía. Lo hacen principalmente porque comparten valores religiosos con nosotros y porque Jesús era judío. Me parece que este apoyo es reconfortante, y es una evidencia de la gran libertad que disfrutamos en los Estados Unidos de practicar nuestra religión libremente. Irónicamente, podría ser esta misma falta de persecución la que ha llevado a tantos de nuestros hermanos y hermanas a devaluar su propia herencia religiosa y finalmente a abandonarla por completo.

"El que no visita a los enfermos es como si derramara sangre", dijo Rabí Akiva. Él dijo estas palabras después de visitar a un enfermo a quien ningún otro sabio había visitado. Vio que el hombre carecía de las necesidades básicas, por lo que lo atendió personalmente y le salvó la vida. Nosotros tenemos la misma obligación con quienes están espiritualmente enfermos hoy en día.

Nosotros, los que estamos conectados con Dios a través de la cuerda del judaísmo, tenemos el sagrado deber de ayudar a los desconectados a reparar el nudo. Si prueban un poco de judaísmo de calidad y a pesar de eso lo descartan, está bien; al menos habrán tomado una decisión informada. Sin embargo, la gran mayoría de estos judíos no tienen idea de lo que se pierden.

Nuestros compañeros judíos sufren de niveles trágicos de ignorancia. Ellos nunca han experimentado un servicio Carlebach, nunca han estudiado un texto en profundidad con un gran maestro y nunca han visto una relación mejorar a través del trabajo del musar. Ellos simplemente no saben que existe un judaísmo inspirador.

Creo que es fantástico que las instituciones judías desarrollen eventos divertidos, acogedores y estimulantes para sorprender a los curiosos cuando se aparecen por la sinagoga. Sin embargo el grupo al que me refiero nunca aparecerá. Los Kidush de Shabat con fuentes de chocolate no conseguirán que ellos atraviesen la puerta.

Los que están conectados tienen que encargarse de generar más conexión, comenzando con nuestros amigos más cercanos.

Así que debemos golpear sus puertas. Llámalo ‘Kiruv colaborativo’. Los que están conectados tienen que encargarse de generar más conexión, comenzando con nuestros amigos más cercanos. Tenemos que invitar a nuestros amigos seculares a nuestras cenas de Shabat. Cuando vienen, tenemos que hacer que sea cálido y festivo, ejemplificando los beneficios que hemos obtenido del judaísmo de la Torá. Me gustaría felicitar especialmente a mis queridos amigos el rabino Shlomo "Schwartzie" Schwartz y su esposa Olivia, quienes han sido anfitriones de este tipo de comidas de Shabat para 60 personas a la vez durante más de 30 años.

Si tienes una habilidad especial para conectar a los desconectados, por favor utilízala. Mi plan personal es ambicioso, pero Dios me bendijo con un pequeño milagro en el 2005, cuando me convertí en el Accidental Talmudist (Talmudista Accidental). Como resultado de ese milagro, tengo una gran oportunidad de “visitar a los enfermos”, y estoy aprovechándola. Puedo publicar fragmentos de sabiduría judía en Facebook todos los días, y la página ya cuenta con más de 180.000 fans. Comparto una misión con organizaciones dedicadas como Jabad y Aish, que han puesto a disposición enormes bibliotecas de judaísmo en línea. Sin embargo el problema con Internet es que las personas sólo consumen lo que buscan, dedicando muy poco tiempo a cosas que no les atraen realmente. E incluso las cosas que sí les atraen sólo pueden mantener su atención durante unos cuantos minutos a la vez.

La televisión, sin embargo, es diferente. Las personas se topan con programas todo el tiempo mientras buscan algo para ver, y si están intrigados, se quedarán mirando el programa durante media hora. Es una gran oportunidad para darle a probar a judíos y a potenciales judíos un sabor de judaísmo profundo. Actualmente hay un poco de cultura judía en la televisión, pero el único judaísmo disponible es el de Judíos por Jesús y el Centro de Cábala. Es por eso que estoy creando un programa de televisión en el que entrevisto a los más estimulantes, divertidos y dinámicos maestros de sabiduría judía y los desafío a abordar los problemas más complicados de la vida moderna; es el tipo de programa que habría llamado mi atención cuando yo “estaba enfermo”.

La clave es tomar nuestro judaísmo y ofrecerlo a los judíos que más lo necesitan. La recompensa por esta mitzvá es enorme. Cada mañana leemos en nuestro Sidur que una persona que visita a los enfermos goza del fruto de la mitzvá en este mundo y la recompensa se mantiene intacta para él en el mundo venidero (Talmud, Shabat 127a). La recompensa en el otro mundo es necesariamente misteriosa. La recompensa en este mundo, sin embargo, es clara: una comunidad más saludable y una tribu más fuerte.

Este artículo apareció originalmente en el Jewish Journal.

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