Dando el salto

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Nadie está completamente listo para los desafíos de la vida. Entonces, ¿qué estás esperando?

En un Bar Mitzvá al que fui recientemente estuve al borde de las lágrimas.

Jaim, el niño que hacía su Bar Mitzvá, no era ni amigo ni pariente mío, sino que era estudiante de mi esposo; yo apenas lo conocía. Pero de todas maneras, cuando se paró en el podio, se veía tan pequeño en su incómodo traje nuevo – se veía tan vulnerable para ser un niño que estaba a punto de transformarse en un hombre – que mis ojos se llenaron de lágrimas.

Se llenaron de lágrimas otra vez cuando el abuelo de Jaim se levantó para hablar de él. Con el amor y el orgullo que había en la voz de aquel hombre, mi corazón se partió. Ese abuelo sabía – tal como yo sabía – que el niño no podía estar listo para lo que se venía. ¿Cómo podría algún niño de tan sólo 13 años, que poco tiempo atrás estaba acostado pacífica y seguramente en su cuna, tapado con una frazada a crochet blanca, estar completamente preparado para soportar las responsabilidades de la Torá y sus numerosas expectativas?

A la Orilla del Agua

En unos cuantos años más, Jaim estará debajo de la Jupá, murmuraban las mujeres suavemente en la audiencia. Ellas murmuraban porque sabían lo que vendría a continuación – la indescriptible alegría del matrimonio y la paternidad, junto con la responsabilidad y la aprehensión. Ellas sabían que – sin importar su edad – él sería demasiado joven como para encarar los desafíos que inevitablemente tendría por delante.

Se utiliza un vino dulce para animar a la pareja en el comienzo de su viaje – y para resaltar el increíble placer de aceptar juntos esta nueva responsabilidad. Si el corazón de Jaim late un poco más fuerte de lo normal, es por excitación y alegría, mientras contempla un flamante futuro, con una magnífica compañera que lo hará brillar. La ceremonia va llegando a su fin, en medio de una copa rota y gritos de "Mazel Tov". Y con todo, nosotros sabemos – tal como sabíamos en su Bar Mitzvá – que no está completamente preparado para los desafíos que se avecinan.

La gente estaba asustada. Pero Najshón – igual de asustado y poco preparado que el resto – asumió el desafío.

Había alguien más que no estaba preparado. Najshón ben Aminadav, que estaba parado al lado de Moshé a la orilla del mar, miró sobre sus hombros al ejército egipcio acercándose, y entonces se lanzó directamente hacia las crecientes olas del Mar Rojo. Hablando de indefenso y vulnerable... una nación en pañales, apenas saliendo de su cascarón, estaba enfrentando la mayor prueba de su fe. Dios les había dicho que ignoraran los gritos de las hordas que estaban casi encima de ellos y que saltaran al mar. La gente estaba asustada. Pero Najshón – igual de asustado y poco preparado que el resto – asumió el desafío. Saltó dentro de las olas sin nada más que su confianza en Dios para sostenerlo.

Y Dios lo sostuvo, tal como sostuvo también a sus compañeros – a aquellos judíos que, siguiendo su valeroso ejemplo, asumieron el desafío.

Y de la misma forma, Él sostuvo a la recién nacida nación cuando se paró a los pies del Monte Sinai para recibir la Ley de la boca misma de Dios.

Asustada y no preparada, aturdida por los milagros, truenos y relámpagos, marcada por la prolongada esclavitud y confundida con una libertad tan cruda y nueva como la nueva piel rosada creciendo sobre la cicatriz – la nación judía aceptó el desafío. El Midrash nos cuenta que con cada mandamiento expresado por Dios, las almas de cada uno de los hebreos salieron de sus cuerpos y los dejaron sin vida en el suelo. Cada vez, Dios los revivió, hasta que ellos rogaron que Moshé fuese el portavoz de Dios. Ellos temieron por sus vidas – pero adoraban a su Creador. Y debido a que Lo amaban, ellos Le prometieron su obediencia, su lealtad, y sus vidas mismas con antelación. Al unísono, ellos proclamaron, "Haremos y escucharemos". Obedeceremos Tus palabras, y luego, si nos las explicas, las escucharemos.

No hubo ningún ensayo para el evento, ningún calentamiento previo. Ellos se enfrentaron a un desafío crudo – una pregunta simple: ¿Te atreves?

Y todos y cada uno de ellos se atrevieron.

Así como el niño del Bar Mitzvá, Jaim, que se veía tan tangiblemente pequeño dentro de su traje nuevo, se atrevió a aceptar el yugo de la Torá. Si sus hombros no eran lo suficientemente fuertes, el tenía fe de que se rellenarían y se harían resistentes. Ellos sostendrían cualquier peso que tuviesen que sostener. Y algún día, serían capaces de sostener a otros más débiles que él.

Así como cada pareja joven que se para debajo de la jupá se atreve. Si el matrimonio, y el mundo de la responsabilidad adulta y las relaciones es un libro cerrado para ellos en ese momento, ellos confían en que sus páginas se abrirán a tiempo y su mensaje les será revelado. La vida y sus grandes secretos se desplegarán de la misma forma que una flor con muchos pétalos, la cual espera por los primeros rayos de sol, que son su señal para comenzar a vivir.

El Zapato a Medida del Hombre

Ninguno de nosotros está completamente preparado. No estamos listos para llevar nuestro judaísmo a un nivel superior, al próximo nivel de observancia y compromiso. No estamos listos para probar nuestro potencial en áreas que nos intimidan – ya sea un nuevo trabajo, una nueva relación o una nueva filosofía. No estamos listos para tratar de arrancar montañas cuando nuestra única herramienta es una débil pala diseñada para cavar castillos de arena que están destinados a ser arrastrados por la siguiente marea.

Estar listo no es un prerrequisito para el crecimiento.

Pero nuestros ilustres antepasados nos han demostrado que el estar listo no es un prerrequisito para el crecimiento. Abraham tenía sólo tres años cuando descubrió la existencia de Dios. ¿Cuán listo puede haber estado para convertirse en el padre espiritual de cientos de almas en Jarán, y posteriormente de millones, algo que nunca habría siquiera imaginado?

Y sin embargo él entendió que su nuevo conocimiento lo obligaba a pararse en un par de zapatos que eran enormes para sus diminutos pies. Abraham se convirtió en el primer iconoclasta del mundo. Él se atrevió a empezar algo – algo grande – algo que literalmente hizo que el mundo sea lo que es hoy.

El Truco Mágico

Yo casi lloré en el Bar Mitzvá de Jaim, pero Jaim mismo no derramó una sola lágrima. Éste es, pienso yo, el mágico truco del cielo: un rápido movimiento de manos, una alegre ilusión. Mientras todos a nuestro alrededor son extremadamente concientes de lo poco preparados que estamos, nosotros los judíos, de alguna manera u otra, encontramos el coraje para pararnos y tomar control de la situación. Observamos las aguas del mar turbulento que nos asustan más allá de lo imaginable, pero logramos mantener el control sobre nuestra mente y sobre nuestro sentido de seguridad, a pesar de que podamos experimentar una punzada de dolor. Con confianza en Dios, aguantamos la respiración y damos el salto.

Y luego milagrosamente todo queda atrás, y nos encontramos nadando... caminando... corriendo en tierra firme, hacia la Tierra Prometida.

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