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Durante más de una década, Iosef protagonizó una serie de eventos negativos que parecían no tener fin: sus hermanos lo traicionaron, lo vendieron como esclavo y luego lo arrojaron en prisión acusándolo falsamente de seducir a la esposa de Potifar.
Hasta que surge la oportunidad dorada de Iosef y rápidamente lo sacan de prisión y lo llevan frente al Faraón, la persona más poderosa de Egipto, quien precisa su ayuda. "Y el Faraón dijo a Iosef: 'He soñado un sueño, pero no hay quien lo interprete. Y he oído decir de ti que tú comprendes un sueño para interpretarlo" (41:15). Finalmente Iosef está en una posición que le permite ganar poder, prestigio, o por lo menos la libertad.
Sin embargo, la respuesta de Iosef al Faraón niega cualquier mérito personal y en cambio coloca en primer plano su confianza en Dios. "Iosef respondió al Faraón, diciendo: "No procede de mí; Dios será quien responda [sobre] el bienestar del Faraón'" (41:16). En vez de aprovechar una oportunidad, Iosef se mantuvo firme a su fe y su humildad.
Incluso sin jactarse de su talento para interpretar sueños, Iosef podría haber mencionado al Faraón que lo intentaría, o que tuvo éxito en el pasado. ¿Por qué potencialmente dejar pasar esta oportunidad sosteniendo que no dependía de él sino sólo de Dios?
Lección:
Es agradable atribuirse el mérito por las cosas que tenemos o que hemos logrado. Cuando alguien recibe un cumplido por ser bella, por ejemplo, por lo general baja la mirada y acepta el elogio, sintiendo orgullo y casi que tiene derecho a ese aplauso: trabaja duro para mantener su figura, para estar a la última moda, asegurarse de que su maquillaje es perfecto, etc. Aunque todo eso puede ser cierto, nadie elige el color que tendrán sus ojos, el tamaño de su nariz o la velocidad de su metabolismo.
Iosef reconoció que era Dios quien le concedía todo, y no estaba dispuesto a atribuirse ni siquiera una pequeña parte del mérito por algo, aunque ello significara perder una oportunidad que podía costarle su libertad.
Existe la hermosa idea de que cuando alguien da crédito a quien lo merece, trae redención al mundo. Esto lo encontramos en el Talmud (Meguilá 15a), cuando en la historia de Purim, Ester le contó al rey Ajashverosh en nombre de Mordejai sobre el malvado complot que había en su contra. Dios trae milagros a través de personas que son capaces de desplazarse a sí mismas y a su ego y reconocer a alguien más. Estas son las personas que no se atribuyen los milagros de Dios, que permiten que la presencia de Dios se revele en el mundo porque no se atribuyen el mérito.
Por ejemplo, si alguien se atribuye por completo el mérito de su gran ascenso, proclamando que se debe a sus proezas, a su perspicacia para los negocios, a su previsión, etc., en esa imagen no queda lugar para Dios. Cuando reconocemos que Dios es Quien nos otorga todo, nuestros asombrosos talentos y capacidades, ejercemos verdadera humildad y dejamos entrar a Dios en la escena. Esto nos permite esforzarnos por lograr grandes cosas.
Ejercicio:
Da crédito a quien lo merece. Si compartes una buena idea, di dónde la has escuchado. Si alguien te hace un cumplido, da crédito a Dios y a cualquier otra persona que haya tenido algo que ver con eso.
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