José “Pepe” Mujica y su ambivalente legado frente a Israel
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Mi interés por la ciencia inicialmente alimentó mi escepticismo hacia la religión. Pero a medida que maduré y enfrenté desafíos en la vida, llegué a comprender el impacto de la espiritualidad en la salud mental.
Nací con un escepticismo innato. Cuestionaba todo y a todos a mi alrededor, siempre con sed de conocimiento y comprensión. Al reflexionar sobre mi infancia, entiendo lo pacientes que fueron mis padres, respondiendo a mis interminables preguntas sin la ayuda de Google o la inteligencia artificial. Un año, me regalaron una enciclopedia completa, lo que para mí fue el jardín del Edén. Entre muchas cosas, también me encontré cuestionando las creencias y tradiciones religiosas de nuestra familia.
Criada en un hogar judío reformista, asistí a una escuela judía donde frustraba a mis maestros de estudios judaicos con preguntas como: "Si Dios creó el mundo, ¿quién creó a Dios?" "Si el judaísmo es la religión correcta, ¿por qué existen tantas otras?" "Si como pan en Pésaj, ¿no podré entrar al cielo?"
A pesar de mi profundo escepticismo, continué observando las tradiciones con mi familia por respeto a nuestros ancestros y parientes.
Mi interés por la ciencia y el estudio del cerebro inicialmente alimentó mi escepticismo hacia la religión. Sin embargo, a medida que maduré y experimenté las pérdidas significativas de mis queridos abuelos, mi tía y una amiga muy cercana, comencé a apreciar la religión como una fuente de apoyo y comunidad que está presente cuando más se necesita. Mientras estudiaba psicología, comprendí el impacto de la religión y la espiritualidad en la salud mental. Reconocí su importancia para nuestro bienestar y anhelaba ese sentido de comunidad y de creer en algo más grande que yo misma, especialmente ante la muerte, que se llevó a quienes amaba, tanto jóvenes como mayores.
Con el tiempo, entendí que, en definitiva, la ciencia y la religión buscan respuestas a las grandes preguntas de la vida: ¿Cómo se creó el universo? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el significado de la vida?
Con el tiempo, entendí que, en definitiva, la ciencia y la religión buscan respuestas a las grandes preguntas de la vida: ¿Cómo se creó el universo? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el significado de la vida? Entender esto despertó una curiosidad que me llevó a explorar diversas religiones, estudios científicos sobre la espiritualidad e incluso investigaciones sobre vidas pasadas cuando contemplé formar una familia. Buscaba una comprensión más profunda de la vida antes de traer hijos al mundo. También me resultó intrigante el simple hecho de que nos hagamos estas preguntas. Creo que el acto mismo de cuestionar sugiere que hay más en la existencia que sólo el mundo material.
Cuando mis padres atravesaron lo que algunos describirían como un divorcio amargo, recurrí a Dios en busca de fortaleza a través de la meditación y la plegaria. Al buscar orientación, razoné que rezar no haría daño si Dios no existía. Para mi sorpresa, desarrollé una relación personal con Dios, lo que me ayudó a madurar y crecer durante la experiencia del divorcio de mis padres, incluyendo el establecimiento de los límites necesarios. Con el tiempo, mis miedos se disiparon y sentí que era guiada hacia el camino correcto. A pesar de los cambios drásticos en mi vida familiar, supe que estaría bien.
A medida que comencé a seguir a rabinos influyentes e incluso colaboré en un libro con un rabino de Jabad, reconocí las limitaciones de mi escepticismo y la importancia de mantenerme abierta al conocimiento y la fe.
Numerosos estudios han sugerido que volverse una persona de fe es a menudo una experiencia transformadora que puede llevar a cambios profundos en la vida de una persona. Los investigadores han encontrado que muchas personas recurren a la fe en tiempos de crisis o estrés significativo, buscando consuelo en la creencia en un poder superior. Este proceso es cuando los desafíos de la vida empujan a las personas a buscar un significado más profundo o una luz de esperanza. Además, los científicos sociales han observado que el sentido de comunidad y pertenencia que conlleva ser parte de un grupo basado en la fe brinda seguridad emocional y un sistema de apoyo que puede ser increíblemente poderoso. La investigación psicológica muestra que la fe puede proporcionar un marco sólido para la identidad y el crecimiento personal, dando a las personas una estructura narrativa para comprender sus experiencias y acciones.
Mi crianza como judía me había influenciado más de lo que jamás imaginé.
Este camino me llevó de vuelta a mis raíces en el judaísmo, pero con una perspectiva renovada. Comprendí que la ciencia y la religión intersecan en muchos aspectos. Al estudiar para ser terapeuta familiar, descubrí que muchos de los principios del judaísmo reflejaban lo que estaba aprendiendo. Mi crianza como judía me había influenciado más de lo que jamás imaginé.
La ciencia y la religión, a menudo vistas como entidades opuestas, intersecan en su encarnación de la esperanza, la búsqueda de la verdad y la contemplación de la existencia. Los principios psicológicos que forman la base de la terapia familiar resuenan con las enseñanzas judías sobre la comunicación, el respeto y la comprensión. El énfasis del judaísmo en la importancia de la familia y el apoyo comunitario refleja estrategias terapéuticas que fortalecen los lazos familiares y promueven el bienestar colectivo, demostrando una sinergia subyacente entre la sabiduría espiritual y la práctica psicológica.
Hoy, creo que los desafíos que enfrenté me permitieron comprender las enseñanzas de la Torá y el judaísmo a un nivel profundo. Aprecio la sabiduría dentro del judaísmo como un camino hacia una vida más plena y reconozco que la ciencia y la religión pueden coexistir armoniosamente. En particular, veo paralelismos entre la terapia familiar y los valores judíos.
Junto con mi trayectoria profesional, también disfruto al participar en las tradiciones que mi familia ha mantenido durante cientos de años. Estas prácticas ancestrales sirven como un puente vivo hacia mis antepasados, proporcionándome continuidad e identidad. Ya sea encendiendo las velas de Shabat, asistiendo a un Séder de Pésaj u horneando jalá, cada ritual es un hilo en el tejido de la historia que me conecta con generaciones pasadas. Estos momentos de reflexión y celebración refuerzan los valores inculcados en mí y ofrecen un santuario de familiaridad y consuelo en el cambiante paisaje de la vida.
Mi esposo y yo hemos inscrito a nuestras hijas en una escuela judía, y me llena de inmensa alegría verlas no sólo aprendiendo sobre las tradiciones judías, sino también absorbiendo los valores y principios que creo que las guiarán para convertirse en la mejor versión de sí mismas. A diferencia de mí, ellas no son escépticas; participan con entusiasmo en las festividades judías y en Shabat, lo que, a su vez, me ha inspirado a mantener estas tradiciones. Al preservar estas tradiciones, veo cómo fortalecen nuestros lazos familiares y comunitarios, un aspecto crucial para la buena salud mental.
Referencias
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