De robot a ser humano: cómo activar tu libre albedrío

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Lo que te define no es el punto desde el cual comienzas, sino las elecciones que tomas.

Nadie elige en qué familia nace.

Si nos quedamos en la seguridad de nuestro capullo, con demasiado miedo para dar un paso fuera de nuestro condicionamiento social, cedemos a nuestra libertad y a nuestro sentido de ser.

Seas Hassan Yousef, el hijo de uno de los miembros fundadores de Hamás que rechazó su educación terrorista y fue un importante espía israelí durante 10 años, o Jennifer Teege, la disertante alemana negra que descubrió que su abuelo era Amon Goeth, el nefastamente famoso comandante nazi del campo de concentración de Plaszow, todos tenemos nuestra propia carga (algunas más dramáticas que otras).

Pero el punto en el que comienzas tu vida no es lo que te define. Tus elecciones son las que te definen.

Cada persona está compuesta por una vertiginosa variedad de fortalezas y debilidades innatas y poderosas influencias de su propia familia y de la sociedad. Pero no somos prisioneros de nuestra naturaleza, de nuestras circunstancias ni de la educación que recibimos. El libre albedrío nos da poder, y con determinación y claridad podemos quebrar el marco que nos rodea y forjar nuestro propio camino.

Como enseña el Talmud:

Rabí Janina bar Papa explicó: el ángel encargado de supervisar la concepción de un niño toma una gota [de semen], la lleva frente al Creador y le dice: "¡Amo del universo! ¿Qué será de esta gota? ¿Será fuerte o débil? ¿Sabio o necio? ¿Rico o pobre?"

El ángel no pregunta si será recto o malvado, porque tal como explicó Rabí Janina: "Todo está en manos del Cielo, excepto el temor al Cielo" – Talmud de Babilonia, Nidá 16b.

Cuando se trata de las elecciones claves que nos definen, aquellas que se encuentran dentro del reino de lo moral, estas dependen por completo de nosotros mismos.

Si nos quedamos dentro de la cómoda seguridad de nuestro capullo, con demasiado miedo para indagar y dar un paso fuera de nuestro condicionamiento social, cedemos a nuestra libertad y a nuestro sentido de ser. Nos reducimos a ser sólo uno más del rebaño que sigue robóticamente las costumbres y las presiones de su respectiva sociedad.

Rav Kalónimus Kalman Shapira, el gran Rabino del Gueto de Varsovia, lo expresó de forma muy bella en su diario: To Heal the Soul (Para curar al alma):

…si no hay una persona, sino sólo uno más de la multitud, no puede haber libre albedrío ni voluntad personal. Porque… ¿quién podrá elegirt, fuera de la mentalidad de rebaño, si allí no hay nadie? [El hombre] no sólo no debe mantenerse prisionero de las reglas sociales, las costumbres culturales o el pensamiento aceptado sin la capacidad de ver más allá de ellos, sino que también debe tener su propia mente. Sin esto, no sólo no es un judío, sino que ni siquiera es una persona.

Cada individuo pasa los años formativos de su vida encerrado dentro de un marco social condicionante. Pero tenemos conciencia para reconocer que estamos condicionados, que nuestros valores y convicciones en esencia son accidentes de nacimiento, creencias no examinadas que nunca cuestionamos ni verificamos.

Cuando comenzamos a pensar sobre nuestro lugar en el mundo y nos formulamos a nosotros mismos la atemorizante pregunta: "¿Por qué creo en lo que creo?", creamos una pequeña fisura en el marco que nos rodea. Entendemos que hay puntos de vista alternativos e ideas para explorar, que la verdad debe estar allí afuera y que necesitamos salir y tratar de encontrarla. Entonces comienza el proceso de un segundo nacimiento, el nacimiento de nuestro verdadero ser individualizado.

Mi falta de creencia en Dios no era una posición pensada; simplemente nunca lo había meditado. Mis creencias eran simplemente las posturas predeterminadas de la sociedad en la que nací.

Este reconocimiento me obligó a cuestionar mi educación no religiosa y examinar la posibilidad de que Dios existiera. Entendí que mi falta de creencia en Dios no era una posición pensada; simplemente nunca lo había meditado. Mis creencias eran simplemente las posturas predeterminadas de la sociedad en la que había nacido.

Destruye tus ídolos

Abraham, el primer patriarca del pueblo judío, es el ejemplo más obvio de la persona que cuestiona su educación y busca la verdad. Abraham creció en mundo sumergido en la idolatría, destruyó los ídolos de su padre y se embarcó en una travesía intelectual que eventualmente llevó a la revolución del monoteísmo y al pacto entre Dios y el pueblo judío.

También Moshé experimentó un cambio de corriente en su pensamiento. Cuando era un bebé, la hija del faraón lo sacó de las aguas del Nilo. Moshé creció con todo el lujo y el poder del palacio del faraón. Sin embargo, él "Salió a sus hermanos y vio su dolor" (Éxodo 2:11). Es fácil pasarla por alto, pero esta frase es una bomba.

Imagina la odisea intelectual que atravesó Moshé para pasar de ser el príncipe de Egipto a identificarse con un pueblo esclavizado y maltratado como sus hermanos. Es un giro dramático de 180 grados. Él decidió: "estoy con ellos", y entonces arriesgó todo al matar a un egipcio que golpeaba a un esclavo hebreo, huyó hacia el desierto donde se encontró con Dios y la zarza ardiente, y se transformó en el máximo líder del pueblo judío.

Y todo comenzó con la pregunta: "¿Quién soy? ¿Por qué creo lo que creo?", y al tener el coraje de pensar por sí mismo.

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