Calendario judio
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Una madre en Israel.
Así era el pueblo judío en los días de los Jueces: se comportaban mal, Dios los entregaba en manos de los [no judíos] y cuando se arrepentían, inmediatamente Dios los redimía (Tana Devei Eliahu 11).
Iehoshúa llevó al pueblo judío a la Tierra de Israel, la conquistaron y la dividieron entre las Doce Tribus. Cuando la nación comenzó a asentarse y acomodarse en la Tierra, los canaanitas continuaban viviendo allí. Como no habían sido erradicados por completo, influyeron sobre los judíos llevándolos a hacer idolatría y a alejarse de Dios. Se estableció un ciclo en el que el pueblo judío se desviaba del camino y Dios les enviaba señales a través de la opresión de las naciones circundantes. Entonces los judíos clamaban a Dios, se arrepentían y finalmente surgía un juez/líder para salvarlos tanto militar como espiritualmente. Este ciclo se repetía cada una o dos generaciones, lo que dificultaba que la gente pudiera ver el patrón con claridad. Hasta que ocurría nuevamente…
Los hijos de Israel volvieron a hacer lo que era malo ante los ojos de Dios… y Dios los entregó a manos de Iavín, el rey de Canaán, quien gobernaba en Jatzor. El general de su ejército era Sisrá, que habitaba en Jaróshet Hagoim. Los Hijos de Israel clamaron a Dios porque él [Sisrá] tenía 900 carrozas de acero y durante 20 años oprimió con exceso a los Hijos de Israel. (Jueces 4:1-3)
Previamente hubo dos opresores, Aram y Moav, y dos Jueces, Otniel ben Kenaz y Ehud ben Guera. Esta era la tercera etapa del ciclo de sufrimiento/arrepentimiento/juez, y en este momento surgió Deborá como la salvadora.
La posición de juez es atípica para una mujer. De hecho, de acuerdo con la ley judía, las mujeres normalmente no actúan como jueces. Dado que son las responsables de construir la esencia moral y espiritual de los individuos de la sociedad, no se alienta a las mujeres a desarrollar el extremo desapego emocional necesario para poder juzgar en una corte de justicia. Entonces, ¿por qué Deborá fue una excepción?
¿Qué había de especial en Deborá para que fuera elegida como jueza para Israel y profeta en ese entonces? Especialmente considerando que Pinjás ben Elazar estaba vivo en esos días... Esto se debe a que tanto si se es judío o no, hombre o mujer, esclavo o sierva, el Espíritu Divino se posa sobre las personas... según sus acciones (Eliahu Rabá 89)
De acuerdo con el Midrash, todo el que reúne los requisitos necesarios para la profecía puede recibir el Espíritu Divino. Esa persona tiene que ser sumamente sabia, saber mucha Torá, tener un carácter ejemplar y estar gobernada exclusivamente por su naturaleza espiritual y no por sus deseos físicos. Este fue el nivel al que llegó Deborá, y en este caso ella era la más calificada para la tarea. Sin embargo, aún no respondimos cómo estas razones permitieron la excepción de que fuera una jueza.
Hay muchas posibilidades. Al ser profetiza, a Deborá se le permitió, de acuerdo con las instrucciones que Dios le dio proféticamente, quebrar temporalmente la ley de la Torá por un período de tiempo para rectificar la situación nacional judía.
Otra posibilidad es que en lugar de ser un juez oficial de la corte, Deborá sólo enseñaba las leyes y arbitraba aplicando la ley judía cuando dos personas tenían un desacuerdo.
Deborá juzgaba de acuerdo con las palabras que Dios le comunicaba. Alternativamente, ella no era una jueza sino una maestra de leyes (Tosafot, Nidá 50a).
Las posiciones de maestra, erudita e incluso árbitro están completamente disponibles para una mujer competente que puede desarrollar la tarea de forma adecuada.
Otra razón: la palmera da sólo un poco de sombra. Así también en esa generación sólo había pocos eruditos.
Además, el tronco de la palmera tiene un solo corazón. De la misma forma, en la generación [de Deborá] el pueblo judío tenía un solo corazón para su Padre Celestial (Talmud, Meguilá 14a)
De todos modos, todavía debemos investigar con mayor profundidad para entender por qué Deborá fue elegida. Como señala el Midrash, Pinjás ben Elazar también era un profeta en esa época, sin embargo no fue elegido como juez. Debe haber algo más que llevó a Deborá a esa posición, algo que sólo una mujer puede proveer y que era necesario en ese momento de la historia. Vamos a analizarlo.
¿Qué significa “con exceso” (la opresión excesiva de los canaanitas a los judíos)? Rabí Itzjak dijo: con insultos humillantes y maldiciones, como dice (Malají 3:13): “Tus palabras son duras sobre mí”. ¿Quién era capaz de enfrentar ese problema? Deborá (Midrash Tanjuma, Behar 3).
El duro tormento con el que los canaanitas oprimieron a Israel fue de naturaleza espiritual, una humillación de burlas e insultos. Esta fue la manera en que Dios creó para el pueblo judío un exilio espiritual y psicológico en su propia tierra, lo cual los llevó a clamar a Dios para que los salvara.
Deborá debe haber tenido una capacidad especial para guiar a su pueblo para salir de ese exilio particular. Ella tenía una capacidad única para restaurar su sentido de identidad con su capacidad para nutrirlos y elevarlos, algo que veremos más adelante.
Además, es posible que haya habido un elemento de medida por medida en relación a Iavín y Sisrá, los líderes canaanitas, en el hecho de que Deborá haya sido la mujer a cargo de su derrota y de que Yael, otra mujer, matara al General Sisrá. En esa época, ser conquistado por mujeres se consideraba humillante (ver Jueces 9:53-54). Sus insultos degradantes, ideados para humillar a los judíos, encontraron una mortificación igual en la naturaleza femenina de su caída.
El nombre Deborá viene de la raíz daled, bet y reish, las letras de dibur, habla. Deborá debe haber sido una excelente oradora. Deborá también significa abeja. Quizás para combatir los insultos punzantes de Iavín y Sisera, hacía falta una persona que fuera capaz de usar el habla apropiadamente junto con un elemento punzante (como el aguijón).
Dabar significa también líder o gobernante. Las aptitudes de liderazgo de Deborá, junto con su capacidad de oratoria, fueron los rasgos perfectos para una profetiza, líder nacional, jueza e incluso experta militar.
Otro rasgo de Deborá lo encontramos en el siguiente Midrash sobre su esposo, Lapidot:
El esposo de Deborá no era instruido (era un am haáretz). Ella le dijo: “Déjame hacer pábilos para que lleves al Tabernáculo en Shiló; tu porción estará entre los rectos y ameritarás el Mundo Venidero”. Hizo pábilos gruesos para aumentar su luz, de allí que su nombre era Lapidot (antorchas). Y Dios le dijo a Deborá: “Ustedes intentaron iluminar el Tabernáculo; asimismo Yo haré que tu luz brille en Israel y Iehudá, y entre las 12 tribus (Eliahu Rabá, Capítulo 9).
Aparentemente, Lapidot era un hombre de la tierra (am haáretz), orientado hacia lo físico, sin grandes proezas intelectuales ni espirituales. Podemos imaginar que esa situación no debe haber sido fácil para Deborá, una gran estudiosa, maestra, líder y profetiza. De todos modos, no vemos amargura, quejas ni una palabra de condescendencia.
Por el contrario, Deborá se enfocó en la fortaleza de su marido y le sugirió llevar al Tabernáculo los pábilos que ella había hecho, esperando que allí él encontrara compañía que lo elevara, que lo inspirara a acciones espirituales. Aparentemente ese método funcionó, dado que él asumió la responsabilidad de hacer los pábilos y e incluso los mejoró agregando anchura para aumentar su luz, al punto en que se volvió su especialidad e identidad. De ahí el nombre con el cual es conocido: Lapidot.
Es interesante que Deborá no alentara a Lapidot a tomar clases, estudiar más ni volverse más intelectual. Ella sabía que eso no iba con su personalidad y que no podía convertirlo en algo que no era. En cambio, ella reconoció su capacidad de hacer cosas, de ser bueno en el mundo de la acción. Ella posibilitó su desarrollo, dirigiéndolo con sabiduría para que fuese recto dentro de sus posibilidades.
De hecho, este es el método general del liderazgo de Deborá, hacerlo de manera femenina y sutil, percibiendo las necesidades de las personas. Con respecto a la nación en general, ella reconoció sus carencias espirituales y la alentó a elevarse trabajando en sus fortalezas.
Los Sabios identifican a Lapidot (antorchas) con el general de ejército Barak (rayo), debido al significado similar de sus nombres.
[Deborá] mandó a llamar a Barak… y le dijo: “Ve al Monte Tabor y lleva contigo diez mil personas de las tribus de Naftalí y Zevulún. Yo dirigiré a Sisrá, el general de Iavín, y a sus carrozas y masas de soldados, hacia ti en el río Kishón y los entregaré en tus manos”.
Barak le dijo: “Si vienes conmigo iré; pero si no vienes conmigo, no iré”.
Ella le dijo: “Iré contigo, pero no tendrás ninguna gloria por este camino, sino que Dios entregará a Sisrá en las manos de una mujer…” (Jueces 4:4-9).
Deborá le dio a su marido, Barak, otra tarea para la que era apto: asumir la responsabilidad de la batalla contra los canaanitas. Al principio él se negó y le pidió que ella se mantuviera a su lado. Deborá trató de disuadirlo, afirmando que él debería llevarse todo el mérito al liderar las tropas en la batalla. Ella le dijo que no habría gloria en ese camino, si ella lo acompañaba.
La palabra para gloria es tiféret, que significa armonía y también es una de las “cualidades” de Dios. Tiféret es la belleza que surge de la unión de dos aspectos dispares para crear un todo armonioso. Si una mujer va a la guerra, dice Deborá, no es algo armonioso. La naturaleza de la mujer es dar vida, algo que no concuerda con el rol del ejército de generar muerte. Sin embargo, Barak insiste en que su presencia proveerá el apoyo espiritual y moral necesario para reunir a los soldados judíos para ir a la guerra y liderarlos hacia la victoria.
Porque Barak confiaba en Dios y creía en la profecía de Deborá, como dice: “Si vienes conmigo iré, pero si no vienes conmigo, no iré”. Por eso compartió el cántico con ella, como está escrito: ‘Y Deborá y Barak cantaron…’ (Tana devei Eliahu 9).
Barak sabía que ganarían la guerra sin importar cuán pequeño fuera el regimiento judío y la fuerza del enemigo. Estaba completamente seguro de que esa guerra le traería gloria y honor al pueblo judío. Sin embargo, quería asegurar que la nación entendiera que el mérito era de Deborá y no se debía a su propia fortaleza o capacidad. Barak tenía una confianza tan grande en la profecía de Deborá que, debido a su humildad, estuvo dispuesto a renunciar a su propio honor de una victoria militar. Como resultado, también se volvió socio de Deborá en su cántico espiritual de agradecimiento.
Si realmente este era el marido ignorante de Deborá, entonces quiere decir que realmente había crecido mucho, habiéndose “graduado” de la necesidad de la guía de su esposa para involucrarse en buenas acciones y llegar a ser guiado por sus propios valores y prioridades. Barak, a través del cuidadoso aliento de su esposa, desarrolló su carácter y alcanzó la grandeza espiritual.
En un principio Deborá fue la estratega militar, quien le decía a Barak qué debían hacer. Barak recibió la orden de reunir a 10 000 personas de las tribus de Naftalí y Zevulún, y fue con ellos, y con Deborá, al Monte Tabor.
Sisrá, el general de Iavín, fue con su ejército al valle de Kishón. Normalmente, si un ejército tiene la ventaja de la altura sobre el enemigo, no deja la montaña para luchar en el valle. Sin embargo, aquí Deborá transmitió la palabra de Dios al ejército, mientras marchaba con ellos:
…Levántate, porque este es el día en que Dios ha entregado a Sisrá en tus manos. Dios ha ido delante de ti… (Jueces 4:14).
Deborá le informó a Barak que esa guerra no se lucharía con medios naturales. La guerra ya había sido ganada milagrosamente por el ruido estruendoso de Dios, que sonaba como caballos y carrozas, haciendo que los canaanitas retrocedieran. Barak sólo tenía que perseguirlos hasta ese lugar y terminar el trabajo.
Era claro que se trataba de una victoria completamente espiritual, liderada por Dios y por su profetiza/mensajera Deborá. Barak, con apenas 10 000 soldados, superó a un enemigo que el Midrash describe —en un estilo exagerado— contando con 4000 millones de soldados:
Sisrá vino a luchar contra ellos con 40 000 oficiales; cada uno de ellos lideraba a 100 000 soldados. No hubo ciudad que no colapsara por la fuerza de su grito de batalla; incluso un animal en el campo podría quedar inmovilizado por su voz (Midrash Ialkut Shimoni, Jueces 43).
En un relato secundario, nos enteramos de que Sisrá huyó a pie y fue llamado por Yael, la esposa de Jéver (de los descendientes de Itró, que se había sumado al pueblo judío aproximadamente un siglo antes). Yael alentó a Sisrá a beber, comer y dormir, y luego usó una estaca para romper su cráneo. En la historia judía, este es uno de las grandes relatos de valentía femenina, en donde la fortaleza y el coraje de una mujer, junto con sus artimañas femeninas, fueron usados por el honor del Cielo para generar victoria y redención.
Después de la victoria en el Monte Tabor, Deborá se une a Barak y canta un cántico que compuso con inspiración Divina. Éste se convirtió —tanto para su generación como para las posteriores— en un testimonio de la elevación espiritual de la nación, lo que llevó a la milagrosa victoria.
Cuando vienen ataques a Israel y luego la nación se arrepiente voluntariamente, que el Nombre de Dios sea bendecido (Jueces 5:2).
En esta línea de apertura, Deborá sienta las bases para entender el destino judío. Cuando el pueblo judío se aleja de Dios y de la Torá, es entregado en las manos de sus enemigos. Una vez que se arrepiente voluntariamente, Dios trae la salvación. Y por eso Él es alabado.
Deborá continúa describiendo la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, y Rashi interpreta:
“Dios, al dejar Seir…”.
Rashi: “Esta es la Entrega de la Torá… ¿y por qué está aquí? Deborá dijo: ‘Es difícil alejarse de la Torá y es bueno apegarse a ella… Por eso es entregado el pueblo de Israel en manos de sus enemigos cuando se aleja de ella, y es salvado tan pronto como se vuelve a apegar a ella…’” (Rashi, Jueces 5:4).
Antes de que Deborá pudiera siquiera intentar el desafío de enfrentar al enemigo, primero tuvo que inspirar a la nación judía a volver a Dios. Una vez que ocurrió el cambio espiritual, la victoria física reafirmaría la convicción de la nación de que su lealtad a la Torá estaba generando una respuesta positiva de Dios. De esta forma, el retorno espiritual sería profundo, bien arraigado y mucho más duradero.
Antes del reinado de Deborá, la situación de seguridad en Israel estaba en uno de sus puntos más bajos:
En los días de Shamgar ben Anat, en los días de Yael, los caminos estaban desiertos; los viajeros tomaban caminos desviados; no había ciudades abiertas en Israel… hasta que yo surgí, Deborá, surgí como una madre en Israel (Jueces 5:6-7).
En los días de Shamgar, el juez anterior, los israelitas habían tenido que pavimentar caminos que circundaban las aldeas canaanitas hostiles (¿les suena familiar?) y evitaban los caminos principales por temor a sus vecinos no judíos. Las caravanas de comerciantes dejaron de entrar a las ciudades para comprar y vender por temor al enemigo. La Tierra Prometida ya no era un lugar seguro para los judíos.
Deborá entendió que la causa de esa debilidad física era el abandono de los valores de la Torá y que la solución a los caminos desolados vendría sólo por medio de la reparación de los caminos espirituales:
Los cabalgantes de burros blancos, sentados en juicio y andando en el camino, conversando (Jueces 5:10). “Los cabalgantes de burros”: son los estudiosos de la Torá que iban de una ciudad a otra y de una provincia a otra para enseñar Torá. “Burros blancos”: hacían que la Torá fuera tan clara como el día. “Sentados en juicio”: juzgando la verdad. “Andando”: estudiosos de la Ley Escrita. “En el camino”: estudiosos de la Torá Oral. “Conversando”: estudiosos del Talmud, cuyas conversaciones son toda la Torá (Talmud Eruvín 54b).
Como líder, Deborá hizo todo lo que estuvo a su alcance para fortalecer las bases espirituales de la nación, para restaurar el estudio de la Torá en las ciudades y aldeas. Y luego organizó una milagrosa victoria militar para cementar la fe y la observancia.
Deborá eligió una extraña forma para expresar su liderazgo de la nación judía: “Yo surgí, Deborá, surgí como una madre en Israel”.
De todos los adjetivos que podrían usarse para describir a Deborá (general, líder, jueza, árbitro, profetiza), la palabra madre no es la primera que se nos vendría a la mente. Sin embargo, así era como Deborá se percibía a sí misma.
Uno podría asumir que tal como la presentadora de televisión Dra. Laura se presenta a sí misma como “la madre de mis hijos”, aquí también, Deborá está diciendo que la forma más profunda y única en que una mujer puede realizarse a sí misma es como madre.
Sin embargo, habiendo estudiado a Deborá en los diferentes textos, esta especulación parece limitada. En ningún lugar las fuentes mencionan algo sobre los hijos de Deborá, ni siquiera mencionan si es que tuvo hijos. Fuera del Midrash que describe que alentó a su marido a llevar las antorchas al Templo, tampoco vemos a Deborá en un rol típico de esposa.
Quizás la autodescripción de Deborá es una definición expandida de la palabra madre. Una mujer puede ser una madre incluso si no tiene hijos propios. Sara fue estéril durante la mayor parte de su vida de casada, sin embargo fue llamada matriarca, un término que se refiere a toda su vida, no sólo a los últimos 37 años. Lo mismo ocurre con Deborá, quien dentro de sus diferentes roles de liderazgo, ejemplificó los rasgos de la maternidad:
Como profetiza, usando su capacidad innata para conectarse con Dios, trajo la palabra de Dios a un pueblo que había sufrido degradación y humillación, elevándolo espiritual y emocionalmente.
Como jueza/árbitro, educó al pueblo judío para devolverlo a su estatura previa de ser una sociedad recta, una luz para las naciones.
Como líder alentó a los estudiosos y a los maestros a viajar de ciudad en ciudad reeducando a las masas y transformando su ignorancia y distancia de Dios en iluminación y arrepentimiento.
Incluso como líder militar actuó como una madre, liderando a la nación hacia la batalla no porque hubiera preferido entrar en guerra, sino porque sabía que eso les daría la seguridad necesaria para funcionar y materializar su potencial, así como un enorme fortalecimiento de la autoestima al ver la milagrosa victoria y concientizarse de los beneficios su relación cercana a Dios.
Deborá lideró al pueblo judío durante 40 años, un período durante el cual el país estuvo en paz, libre de molestias de las naciones vecinas. Fue un logro atípico en la historia judía, y pudo lograrlo gracias a sus singulares fuerzas femeninas.
Este es el mensaje de Deborá para todas las mujeres judías: además de tener hijos y cuidarlos físicamente, “ser madre” es un componente necesario en toda área de la vida. No importa cuál sea la tarea, siempre debemos aspirar a nutrir, ayudar a las personas con nuestro entendimiento especial para lograr la salud física, emocional y psicológica, así como afectar a las personas en un nivel espiritual, impactar e influenciar ya sea de una forma pequeña y profunda o a escala general y nacional.
Todo esto lo aprendemos de Deborá. Todo esto cae bajo el rótulo de ser una madre en Israel.
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“Deborá se enfocó en la fortaleza de su marido y le sugirió llevar al Tabernáculo los pábilos que ella había hecho, esperando que allí él encontrara compañía que lo elevara, que lo inspirara a acciones espirituales”
Que espectacular estudio. Lo leo en una etapa de mi vida que necesitaba recibirlo, también me llamó Débora, y al leer éste estudio me siento confrontada e inspirada. Ya que describe mucho de mi vida, sobre todo con mi esposo.
Gracias Dina.