Desconectándome de Facebook

4 min de lectura

Liberándome de la trampa de los “Me Gusta”.

El silencio en mi casa es refrescante, pero también un poco inquietante. No es que había mucho ruido ambiental antes de desconectar mi cuenta de Facebook por unas vacaciones de un mes. Lo que ya no está es el bullicio mental. Todas las conversaciones, seguidillas de comentarios, mensajes instantáneos y actualizaciones de estado, el flujo ininterrumpido de respuestas a conversaciones y a comentarios (no del tipo amistoso o clemente) que se había generado en mi mente, se están convirtiendo ahora en un recuerdo lejano.

Pasó con mucha rapidez. Había sido herida por algo que alguien dijo o que dejó de decir, había estado delirando por falta de sueño a la 1 am, había perdido aún más sueño preocupada por ello y le había contado mi historia de horror a una amiga vía sms a la mañana siguiente, quien respondió a secas: "Entonces elimina tu cuenta de Facebook".

¿Qué?

Después de una pausa de asombro, con la vista fija en la pantalla, me di cuenta de que había estado pensando en la idea por mucho tiempo. Viendo cómo las relaciones de todo el mundo se desarrollaban frente a mis ojos, y juzgando mis propias relaciones al compararlas constantemente con las de los demás, estaba lisiada tanto mental como emocionalmente. ¿Quién es más 'gustado'? ¿Quién obtiene más 'me gusta', comentarios en el muro y respuestas a sus comentarios? ¿Por qué la gente tarda tanto en responderme mientras obviamente le están respondiendo a otras personas? ¿Por qué mi número de amigos disminuyó?

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¿Por qué mi número de amigos disminuyó? ¿Por qué la gente tarda tanto tiempo en responderme mientras que obviamente le están respondiendo a otras personas?

El síndrome de 'qué piensan de mí' no era el único problema. También había una sensación constante de estancamiento: ¿Cómo me mantengo al día con la abrumadora cantidad de interacciones, cambios de estado, cumpleaños, eventos…? ¿Estaba prestándole suficiente atención a ‘X’? ¿Cuántos cumpleaños me perdí? ¿Me olvidé de responder el mensaje de ‘Y’? ¿Ofendí a ‘Z’ por no mencionarlo/a en un post? ¿O con una respuesta irritante a su broma? Todo esto, sin las expresiones faciales y las inflexiones vocales para calibrar la respuesta de la otra persona, algo que un compañero de trabajo llamó "una desconexión de las emociones humanas".

No era de extrañar que haya estado muchas veces despierta hasta cualquier hora de la madrugada sabiendo que tenía que estar alerta en el trabajo al día siguiente. Como resultado muchas veces estaba de mal humor y no me llevaba bien con mucha gente que es importante para mí. Surgían malentendidos y discusiones, los resentimientos se intensificaban y una sensación general de incomodidad permeaba muchas de mis interacciones.

Mirando hacia atrás las noches sin dormir que vagaba por las calles vacías de Facebook, algo se tornó muy claro: Mi ego estaba de vacaciones. Es exigente, cerrado y siempre tiene que tener la razón. Necesita muchísimo ser querido y verse bien. Nunca está satisfecho; es un buscador eterno de aprobación, depende de la opinión de todo el mundo para valorarse a sí mismo y para ser feliz, y por lo tanto es una víctima de las circunstancias externas.

En contraste, la voz del alma es tranquila, calmada, humilde, abierta, expansiva y está dispuesta a ver todos los ángulos de la historia. Quiere hacer una diferencia y hacer el bien sin esperar nada a cambio. No exige que los demás se comporten o reaccionen de una determinada manera, y no necesita condiciones específicas para ser feliz. Está contenta con lo que es, agradecida más allá de las circunstancias externas. Si tiene un deseo de cambiar las cosas para bien, lo hace, sabiendo que es co-creadora de su propia vida, una socia de Dios.

Cada tanto, una tranquila y suave voz me recuerda una lección clave que aprendí: mi trabajo no es ser 'gustada', sino hacer una diferencia. Sin dudas fui atrapada por la trampa de los “me gusta”, que es muy debilitante; me estaba convirtiendo en una víctima en lugar de en una co-creadora de mi vida.

En los medios sociales puedes elegir actuar desde una perspectiva basada en el alma, que aprovecha todos los maravillosos beneficios que Facebook tiene para ofrecer –conexiones, reuniones, fotos, cumpleaños, videos graciosos para alegrar a la gente y publicaciones de eventos. Pero si eliges dejar que el ego dirija tu vida, no es bueno. Facebook le estaba dando a mi ego la oportunidad de usar cada táctica que tiene para hacerme trastabillar apenas podía.

Entonces, ¿qué he estado haciendo sin Facebook? He meditando, me he puesto al día con clases, he leído, he pasado tiempo con mis sobrinos, me he juntado con amigos a almorzar y conversar, y he jugando a las escondidas en lugar de estar paralizada por una pantalla de computadora o un Blackberry. En el último tiempo disfruté comidas en mi sucá, a veces con amigas (incluyendo una nueva) o familia, a veces sola con mis pensamientos o un libro. He estado viviendo la vida real en lugar de la virtual. También he estado consiguiendo muchos más logros.

Me siento un poco desconectada de mis 868 contactos.

Hace sólo dos semanas que comencé mis vacaciones, y la verdad es que me siento un poco desconectada de mis 868 contactos. Pero estoy apreciando las interacciones cara a cara y los matices de las conversaciones reales.

Asumí que no estaba sola en esta preocupación por los medios sociales (hasta me aventuré a llamarla una verdadera adicción), pero la prueba llegó de mano de un artículo que leí sobre la depresión que los medios sociales causan en los adolescentes [artículo en ingles]. Si Facebook puede afectar a un profesional adulto y consciente de treinta y tantos años, imagina el caos que puede generar en un sensible e inseguro adolescente. Especialmente en uno no tan popular.

Si vuelvo a Facebook, sabré cómo ser más equilibrada con respecto a éste, usándolo como una herramienta en lugar de cómo un apoyo. De todos modos, estas vacaciones me han ayudado a vivir mi verdadero Yo, a estar más presente en mi vida y a tener relaciones más reales y significativas. Esto en sí mismo es una buena razón para que Facebook exista después de todo.

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