Perfiles
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Cómo el Shabat judío transformó mi vida.
Extraído del libro "Angels at the Table: A Practical Guide to Celebrating Shabbat" (Ángeles en la Mesa: Una Guía Practica para Celebrar Shabat), Editorial Continuum, 2011.
Siempre fui una adicta al judaísmo. Fui criada en un hogar conservador, donde cumplíamos algunas cosas: encendíamos velas de Shabat los viernes por la noche (a veces), íbamos en auto a la sinagoga los sábados por la mañana (a veces) y celebrábamos algunas de las festividades. Era un hogar cálido y amoroso, pero no intensamente espiritual.
Pero ahí estaba yo. La razón por la que encendíamos velas los viernes e íbamos a la sinagoga los sábados era porque a mí me encantaba. Mi disco favorito era "El Violinista en el Tejado". Mi libro favorito era "Los elegidos", de Jaim Potok. No puedo decir que me gustaba la escuela judía, pero me encantaba el hecho de que mis maestras parecían tener algo que yo no tenía: una familiaridad con los textos judíos y las tradiciones, sobre los que yo ni siquiera sabía cómo preguntar. Yo quería estudiar filosofía judía, pero no podía nombrar ni un solo pensador judío.
Por eso, finalmente me quedaba con un judaísmo sustituto. El judaísmo de El Violinista en el Tejado (que aún me gusta) y Yentl (que nunca me gustó). El judaísmo de la mayoría de los judíos americanos, el cual parece insinuar que hay una riqueza de sabiduría y belleza en nuestra religión y tradición, pero no te dice cuál es dicha riqueza. El judaísmo que ofrece trozos de belleza en sermones de rabinos y expone citas particulares en las paredes de sus museos y sinagogas, pero falla en educar a sus niños para que conozcan la fuente de dichas citas y aforismos. Hay toda una clase de "judíos profesionales" en la mayoría de las comunidades judías hoy en día que actúan como los guardianes de nuestras tradiciones, sin educar o enriquecer realmente a sus congregantes.
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Estuve años anhelando un judaísmo auténtico, el cual nunca pude localizar. Un sábado durante mi segundo año en la universidad, comencé a caminar y explorar el campus. A media tarde, pasé frente al centro comunitario judío “Hillel” que se encontraba en mi campus, y toqué la puerta. Sabía que los servicios de Shabat ya habían terminado, pero extrañaba mi casa y anhelaba una conexión con el judaísmo, la cual sabía que un centro como Hillel me podía brindar. Quería ver una cara amigable.
Nunca olvidaré ese momento, porque cambió mi vida por completo.
La puerta fue abierta por otra estudiante de segundo año; nunca olvidaré ese momento, porque cambió mi vida por completo. Ella respondió que efectivamente, me había perdido los servicios y el almuerzo de Shabat, pero que podía volver a las cinco de la tarde para "Shalosh Seudot". Ahora bien, yo no sabía que ella había dicho "Shalosh Seudot" (la "tercera comida" que uno come en Shabat) porque nunca había escuchado tal cosa. "Shalosh Seudot" me sonó como “gobledeguk”, pero sí entendí la parte de las cinco de la tarde, por lo que regresé a Hillel a esa hora.
Cuando volví, encontré que había unos cuarenta estudiantes en el lugar. Nos sentamos a comer una comida ligera de pan pita, humus y otros bocadillos. Todos eran amigables y conversamos placenteramente, y hacia el final de la comida, los estudiantes comenzaron a cantar. Primero Yedid Nefesh, "Querido de Mi Alma", una canción que compara al pueblo judío con un venado que corre a hacer la voluntad de su querido Dios. (Esa canción se hizo tan importante para mí que, 12 años más tarde, la escogí para que sonara mientras caminaba a mi jupá). Entonces, sin romper la misma melodía lenta, lastimera y vagamente oriental, los estudiantes prosiguieron con el Salmo 23, con la famosa letra, "Aunque transite por el valle de la sombra de la muerte, no temeré al mal".
Nunca había sabido de donde venía esa frase y me cautivó. A medida que continuó la canción, creciendo en intensidad, se me hizo un nudo en la garganta; no era la emoción que esperaba encontrar en una tarde de sábado en la universidad.
Concluimos Shabat con Havdalá, y me sentí energizada y refrescada. No podía esperar hasta la próxima semana. Volví una y otra vez, sábado tras sábado, hasta que yo también supe las canciones y las bendiciones, no solamente de Shalosh Seudot, sino de toda la experiencia de Shabat.
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Años más tarde, cuando estábamos a punto de graduarnos, conversé con otro estudiante sobre nuestras experiencias universitarias. Él también se había involucrado más con el judaísmo, y le pregunté si se arrepentía de algo, como por ejemplo de no haber comido en los populares lugares no-casher donde iban todos, o de no haber asistido a algunas actividades los viernes por la noche. Él dijo que es verdad que había perdido algunas experiencias, pero las pérdidas habían sido más que compensadas con la belleza y el significado de las experiencias judías. Entendí instantáneamente a lo que se refería.
El Midrash nos dice que cuando Dios creó el mundo e hizo los días de la semana, un día en particular – el sábado – se quejó con Dios. "El domingo tiene al lunes" reclamaba el sábado, "y el martes tiene al miércoles. El jueves tiene al viernes, pero yo no tengo a nadie". Dios escuchó el lamento del sábado y dijo, "Te daré un compañero. El pueblo judío será tu compañero".
Esta historia captura la esencial relación entre el pueblo judío y Shabat. Mientras va llegando Shabat el viernes por la noche, los judíos cantan Lejá Dodí, "Bienvenida la novia Shabat". Y nosotros, el pueblo judío, somos su novio.
¿Qué significa esto? Teológicamente, es una metáfora profunda, pero yo siempre lo he pensado de forma práctica. Tal como uno nutre a un matrimonio, así también un judío nutre su relación con Shabat. Y tal como la relación con la pareja propia lo renueva a uno, así mismo uno se renueva con Shabat.
El Shabat nos une como familia y nos permite trascender lo ordinario.
Este es el día de la semana en que mi esposo y yo nos enfocamos sin distracciones el uno en el otro, es cuando jugamos más intensamente con nuestros hijos. Shabat nos une como familia. Todos trabajamos duro para prepararlo y hacerlo especial, y una vez que comienza, nos sentimos empapados por el brillo que produce el estar atrapados en algo juntos y el luchar por imbuir cada momento con belleza y gratitud por el mundo que Dios creó para nosotros.
Este es el objetivo de Shabat: trascender lo ordinario. Durante la semana, corremos por todos lados haciéndonos cargo de nuestras cosas y de nuestras necesidades materiales. Esto es importante, pero ¿para que es todo esto? Mientras miro alrededor de mi desordenada casa en estos días, y escucho las demandas de mis hijos pidiendo incluso más actividades, clases, y juguetes, a veces pienso en las palabras de lamento que el poeta William Wordsworth escribió hace 150 años:
El mundo es demasiado con nosotros; tarde y pronto,
Recibiendo y gastando, desperdiciamos nuestras facultades;
Vemos poco en la Naturaleza que sea nuestro;
Hemos regalado nuestros corazones, ¡un miserable provecho!
¿Cuál es el objetivo de todo? ¿Dónde está la conexión? ¿Y la interacción humana? ¿El tiempo para pensar? Shabat provee la estructura necesaria para sentarse con tranquilidad. Para tener invitados que no necesitan correr a ningún lado después de determinado tiempo. Para tener largas conversaciones con nuestros hijos. Para terminar libros. Para dar paseos. Para hablar con Dios. Para estudiar Torá. Le da a la semana foco y estructura. De todos los regalos que los judíos le han dado al mundo, el concepto de un "fin de semana" es quizás el más valioso. Todos necesitamos tiempo para descansar y recargarnos, un cambio de ritmo de la semana.
En un plano más práctico, Shabat también nos ofrece una medida de gracia y de formalidad en este cada vez más frenético e informal mundo en el que vivimos. A menudo leo sobre la desaparición del comedor en las casas modernas; sin embargo en mi familia, el comedor es utilizado cada semana, para la cena del viernes y durante todo el día sábado. Mientras que durante la semana nuestras cenas juntos duran 20 minutos si tenemos suerte, en Shabat, nuestras cenas son un asunto de múltiples platillos, y están llenas de canciones y conversaciones.
He encontrado que cuidar Shabat es más fácil una vez que te acostumbras a separarlo como un día especial, el mejor día de la semana. Los individuos y las familias que observan Shabat lo hacen rutinariamente sin siquiera pensar en ello, y aquellos que quieren hacer la transición a comenzar a cuidar Shabat pueden alivianar su camino designando tiempo de Shabat para disfrutar lo mejor de lo que tienen. De este modo, en mi casa, por ejemplo, rara vez comemos postre después de cenar en la semana, pero siempre comemos mucho postre los viernes por la noche y los sábados. Durante la semana, insisto en que mis hijos coman desayunos saludables, pero en Shabat hacemos "emparedados sorpresa especiales" (los cuales tienen chocolate como ingrediente principal). Durante la semana, mi esposo y yo estamos a menudo demasiado ocupados como para jugar o para leerle cuentos a los niños, pero en Shabat pasamos horas jugando juegos de mesa y leyendo en voz alta.
No son sólo las actividades de niños las que pueden ser satisfechas en Shabat. Una vez que las personas comienzan a integrar el Shabat en sus vidas, se hace natural reservar todas las mejores cosas para ese día. Aquí hay dos pequeños ejemplos que muestran cuán inconciente se hace este reflejo de honrar el Shabat. Una vez compré un libro para mis hijos y rápidamente se transformó en su favorito: un libro de fotografías increíble, mágico, y bellamente ilustrado sobre un niño pasando un verano con su abuela explorando un río. El libro no es judío u orientado a Shabat de ninguna manera, pero es precioso, y mi hijo mayor me dijo que realmente debería ser un "libro de Shabat" que saquemos solamente en Shabat. Nadie nunca le dijo que tenía que restringir nuestras selecciones de libros de esta forma, pero para este niño que ha crecido observando Shabat, fue natural que cosas hermosas y especiales sean reservadas especialmente para este día especial.
Fue natural para mí comenzar a usarlo en Shabat.
Cuando mi hijo sugirió esto, lo encontré curioso. Pero yo inconcientemente hice lo mismo algunos años más tarde. Cuando mi abuela, de bendita memoria, falleció, yo heredé su muy ornamentado anillo de compromiso. El anillo es demasiado grande y demasiado magnífico para entrar en mi estilo de vida. Nunca lo usaría normalmente, pero fue natural para mí comenzar a usarlo en Shabat, mí tiempo semanal para convertirme en una persona sutilmente diferente, y disfrutar las cosas más finas de mi vida.
Sin embargo, ¿por qué no debiéramos disfrutar nuestras ropas buenas, nuestra vajilla buena, nuestras comidas favoritas cuando queramos? ¿Por qué agruparlos todos en un periodo semanal de 25 horas? En muchos años de observar Shabat, he encontrado que la respuesta a esta pregunta es profundamente contraintuitiva: al guardar nuestras mejores cosas para Shabat, en realidad las usamos más de lo que las usaríamos de otra forma. Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que usaste tu loza buena? ¿Comiste en tu comedor? ¿Usaste tus mejores joyas? ¿Invitaste muchas personas?
Para muchas personas que conozco, la respuesta es: hace meses o incluso años. Una amiga vive en una casa con un comedor hermoso – el cual han utilizado exactamente una vez en los cinco años que llevan viviendo allí. Estoy segura de que cuando compraron su casa, miraron el lindo comedor y se imaginaron hermosas cenas familiares. Sin embargo, la ajetreada vida interviene, y por lo general nos quedamos en la modalidad de vida del "día a día". Ellos tenían la intención de dedicar tiempo para cenas especiales, pero como todo el mundo, son personas muy ocupadas, y ese tiempo especial finalmente suele ser dejado de lado.
Puede que Shabat venga solamente una vez por semana, pero viene cada semana. Nos da una fecha regular para hacer que todo en nuestros hogares y en nuestras vidas sea especial.
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