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La desinformación sólo funciona si no se la desafía. Pongámonos a trabajar.
Nunca imaginé que después de luchar en el frente de batalla en Gaza, me encontraría en un campo de batalla aún más extraño, combatiendo la desinformación y el antisemitismo en los Estados Unidos. Una lucha sin armas ni refuerzos, librada no en Gaza, sino en las aulas, las redes sociales y las calles de Norteamérica.
Esto no se trata de territorio; se trata de la verdad. Y en este momento, estamos perdiendo.
Durante años, usé el uniforme del ejército de Israel, sirviendo en una de las regiones más hostiles y malentendidas del Medio Oriente. Vi con mis propios ojos lo que Hamás era capaz de hacer. Ayudé a descubrir depósitos de armas escondidos en hospitales, caminé por túneles de terror de Hamás construidos debajo de escuelas de la UNRWA y recuperé los cuerpos de los rehenes israelíes asesinados. No necesitaba noticieros ni un reel de Instagram para saber lo que había sucedido. Estaba allí. Lo vi.
Sirviendo en las FDI
Sin embargo, cuando dejé el campo de batalla en Gaza y llegué a mi campus universitario en los Estados Unidos, me enfrenté a un enemigo diferente: la desinformación. No sólo las mentiras flagrantes en los medios de comunicación, sino las distorsiones sutiles e insidiosas, envueltas en consignas y cánticos pegajosos. El odio disfrazado de activismo.
Estudiantes, profesores e incluso administradores universitarios sucumbieron a estas narrativas falsas, permitiendo que la verdad que yo había presenciado de primera mano fuera descartada como propaganda. Muchos eligieron adoptar una posición "neutral", reacios a confrontar la realidad.
Me paré en mi campus universitario con un cartel simple: "Ven a hablar sobre Israel con un soldado de las FDI". No sabía qué esperar. No estaba allí para discutir; estaba allí para hablar. Para compartir. Para explicar, tan claramente como pudiera, lo que había visto.
Algunas personas se detuvieron. Algunas escucharon. Pero otros, muchos otros, me insultaron.
"Asesino".
"Asesino de bebés".
"Criminal de guerra".
"Cerdo sionista".
Me había enfrentado a cohetes y terroristas, pero estar solo frente a mis compañeros, acusado de crímenes que no había cometido, fue una batalla diferente.
El 6 de noviembre, se volvió físico.
Max hablando con estudiantes en el campus de la universidad
Dos hombres enmascarados me emboscaron por la espalda y me golpearon hasta dejarme inconsciente. Cuando caí al suelo, no mostraron piedad. Continuaron atacándome a mí y a otro estudiante judío, Michael, asegurándose de que entendiéramos exactamente lo que pensaban de nosotros.
No me sorprendió el ataque en sí. Lo que me sorprendió fue lo que ocurrió después.
Esto no se trataba sólo de mí. Se trataba de silenciar a cualquier estudiante judío que se atreviera a alzar la voz.
Mientras estábamos en el hospital, los estudiantes en el campus realizaron una sentada… no para condenar a mis atacantes, sino para exigir mi expulsión. La bandeja de entrada de mi correo electrónico se llenó de amenazas. Mi cara fue publicada en las redes sociales con leyendas como "Recibió lo que se merecía" y "Buscado".
Quedó claro que esto no se trataba sólo de mí. Se trataba de silenciar a cualquier estudiante judío que se atreviera a hablar. Se trataba de reescribir mi realidad, mi verdad, con sus narrativas mal informadas y peligrosas.
La verdad sobre la desinformación es que sólo funciona si no se la desafía.
Así que decidí luchar de la única manera que sabía hacerlo: diciendo la verdad.
Lanzamos "Strong Voices for Israel", una iniciativa para preparar a soldados de las FDI y líderes experimentados con el conocimiento y las habilidades necesarias para defender a Israel y combatir el antisemitismo. Nuestra misión es simple: llevar la verdad a quienes más la necesitan.
Llevamos a reservistas de las FDI, sobrevivientes del 7 de octubre y del Festival Nova, soldados heridos y activistas judíos a hablar por toda Norteamérica. No discutimos. No gritamos. Contamos la realidad que muchos tratan de ignorar.
Porque la verdad es poderosa… si nos atrevemos a decirla.
Ganamos exponiendo las mentiras y difundiendo la verdad. Mostrándonos, manteniéndonos firmes y negándonos a ser silenciados. Así es como podemos hacerlo:
Déjenme ser claro: esto no se trata sólo de Israel.
Se trata de si la verdad tiene un lugar en nuestra sociedad. Si un estudiante judío puede ser golpeado en el campus mientras nosotros simplemente miramos hacia otro lado. Si se permite que la historia se repita.
El derecho del pueblo judío a la autodeterminación no es negociable. La verdad sobre lo que sucedió el 7 de octubre es innegable. Y si no nos ponemos de pie ahora, si no tomamos el control de nuestra propia historia, entonces nos veremos obligados a vivir en las mentiras que otros cuentan sobre nosotros, y este efecto Dreyfus continuará su peligroso patrón.
Este es un momento crítico. La pregunta es: ¿qué podemos hacer?
Si eres estudiante, líder comunitario o alguien invita a hablar a quienes pueden compartir lo que han visto, lo que saben y lo que están dispuestos a defender.
Porque cuando decimos la verdad, cuando decimos nuestra verdad, ganamos.
Nuestro newsletter está repleto de ideas interesantes y relevantes sobre historia judía, recetas judías, filosofía, actualidad, festividades y más.
Lamentablemente lo que aqui se cuenta es muy similar a lo que ocurre en Toronto. A seguir educando! Am Israel Jai.