Desde que mi esposo falleció, entendí que la vida es como una receta de jalá

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Tengo que aprender de los momentos salados y aferrarme a los dulces tanto como puedo.

Mi amado esposo, Motty, falleció hace sólo seis años. Desde entonces comencé a descubrir que los ingredientes necesarios para hornear jalot encapsulan las diferentes partes de mi vida.

Los ingredientes básicos son: harina, azúcar, levadura, sal, agua y aceite.

El ingrediente principal para preparar jalá es la harina. Creo que la harina representa cada cosa de mi vida, todo lo que hay en mi vida. Las personas, las cosas materiales, las rutinas, etc. Todo.

El azúcar representa los buenos momentos, los más valiosos y dulces. La risa, los momentos claves, crear recuerdos duraderos con mi hijo. Los momentos con amigas. Sentarme con mi familia alrededor de la mesa y recordar esas locas escenas familiares.

Stephanie Pollak y su esposo, Motty Winkler

La media cucharadita de sal representa la parte de mi travesía por la vida que tiene angustia, tensión, cuando me siento sola y abrumada. El dolor. Esos momentos en los que siento que necesito llorar y desahogarme. Algo lo provoca y uno simplemente se quiebra.

¿Alguna vez entraste al Mar Muerto y descubriste que tenías lastimaduras que ni siquiera sabías que existían? ¡Yo sí! Uno tiene que permitirse sentir esas heridas abiertas.

Los momentos salados de la vida pueden tener lugar incluso en medio de los momentos más dulces. El año pasado, mi hijo se sintió muy orgulloso durante su graduación del Jardín de infantes. Estaba vestido con su ropa de Shabat y sostenía en sus brazos su nuevo sidur (libro de rezos). Se sentía grande y noble. Pero en ese momento yo me emocioné demasiado porque pensé que Motty no estaba a mi lado gritando su nombre y diciendo cuán orgulloso estaba de nuestro hijo. O cuando salgo con otras parejas y en la mesa hay un número impar de personas. Esas noches en las que no tengo ninguna otra obligación y después de acostar a David me quedo sola entre cuatro paredes y no tengo con quién hablar, cuando no hay nadie en la casa para compartir los altibajos de mi día. Nadie para reír conmigo al mirar la reposición de Los años dorados.

Agua. ¡Ah, el agua! ¡Las lágrimas! No quiero que te sientas triste. En mi vida no todas las lágrimas aparecen en momentos tristes o dolorosos. Ellas llegan en algunas de las mejores conversaciones, por algo gracioso en los medios sociales, cuando David tiene uno de esos días geniales y yo amo cada segundo que estoy a su lado. Pero por lo general el agua llega en olas de angustia que pueden atacarme de forma inesperada. A menudo el agua llega junto con el dolor de la sal. Cuando me siento un poco bajoneada.

Stephanie y su hijo David

Para poder hornear jalá, hace falta un ingrediente activo clave. Necesitas levadura. Para mí, la levadura representa los momentos en los que estoy motivada para trabajar sobre mí misma. Para escuchar una clase de Torá o leer un libro que me inspira, cuando me tomo tiempo para mejorar o para cuidarme a mí misma. Nuestras vidas sólo pueden mejorar si somos proactivos. Esa es la única forma de salir de la rutina. Debemos actuar.

En mi receta de jalá para la vida, yo uso toneladas de levadura. Puede ser que llegue a sentirme un poco bajoneada, pero no me permito quedarme así por mucho tiempo. Cada día trabajo duro con mis músculos, y logro superar los altibajos amasando.

El último ingrediente es el aceite. En la época del Templo Sagrado en Jerusalem, cuando ungían a un rey, le derramaban aceite sobre la cabeza. En mi vida, el aceite es Dios. Cuando tenía apenas 25 años y un niño de 2 años, tuve que experimentar la pérdida de mi esposo y todas las pruebas y tribulaciones previas y posteriores. Cuando a eso le agrego el aceite, demuestro que tengo plena confianza en Dios de que con Su ayuda y Su guía voy a lograr llegar a la cima de esta montaña. Cuando agrego el aceite a la masa, incremento mi nivel de creencia y confianza en Dios.

Al preparar jalá, uno de los aspectos más cruciales es el tiempo. Hay que tener paciencia para dejar leudar la masa. Durante los últimos cinco años estuve leudando. Trabajé sobre mí misma. Enfrenté los momentos salados y aprendí de ellos. Crecí a partir de ellos. Me aferré tanto como pude a los momentos dulces. Tiempo. Tenemos que tomarnos el tiempo necesario para leudar, para elevarnos. Para llegar a ser lo que se supone que debemos ser.

El último paso al preparar jalá, y el más importante, es la plegaria. Cuando separamos una porción de la masa para cumplir la mitzvá de hafrashat jalá (separar la jalá), recitamos una bendición especial. Ese es un momento propicio para rezar por todos y por todo. Cuando me dirijo a Dios, lloro a Dios, lo alabo y le rezo, me elevo. A veces de forma instantánea y otras necesito un poco más de tiempo.

Que todos podamos reconocer cuán importante es cada uno de estos ingredientes en nuestra vida, y que los deliciosos aromas de nuestra jalá llenen nuestras almas, nuestros hogares, nuestros matrimonios, las relaciones con nuestros hijos, con nuestras comunidades y sobre todo que mejoren nuestra relación con Dios.

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