Despreciar el servicio Divino

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Toldot (Génesis 25:19-28:9 )

Enseñanzas sobre crecimiento personal basadas en la parashá de la semana.

Yaakov preparó un guiso y Esav llegó del campo exhausto. Esav le dijo a Yaakov: ‘Vierte en mi boca de ese guisado rojo, pues estoy exhausto.’…Dijo Yaakov: ‘Véndeme este día tu primogenitura’. Y dijo Esav: ‘Si al final moriré [por ella], ¿de qué me sirve la primogenitura?’. Dijo Yaakov: ‘Júramelo este día’; él le juró y le vendió su primogenitura a Yaakov. Yaakov le dio pan y guiso de lentejas a Esav, y él comió y bebió, se levantó y se fue; y Esav despreció la primogenitura”. (Bereshit 25:29-34).

Sobre esta última frase, Rashí, el comentarista clásico de la Torá, comenta sobre el desprecio de Esav a la primogenitura: “La Torá testifica sobre su maldad, pues despreció el servicio Divino”. El comentario de Rashí es extraño, pues aparentemente Esav rechazó la primogenitura debido a los grandes riesgos que conlleva, tal como Rashí mismo lo explicó en el versículo 25:32: “[Esav] le preguntó a Yaakov de qué trataba el servicio Divino de la primogenitura y Yaakov le respondió: ‘Posee muchas prohibiciones, castigos y penas de muerte’… Esav le respondió: ‘Siendo así… si al final moriré por ella, ¿de qué me sirve la primogenitura?”. En otras palabras, el rechazo de Esav al servicio Divino no fue aparentemente porque lo despreciase en sí, sino porque acarreaba riesgos difíciles de afrontar. Siendo así, ¿por qué Rashí señala que Esav “despreció el servicio Divino”?

La respuesta, según Rav Shlomo Wolbe en sus Shiurei Jumash, es que, efectivamente, el servicio Divino conlleva muchos riesgos, y si la persona no está dispuesta a afrontar esos riesgos, entonces lo está despreciando. Todo servicio Divino implica afrontar riesgos y peligros.

Por supuesto, hoy en día el servicio a Dios no depende de la primogenitura, pero aún así la implicación es cierta: cuando una persona decide evadir una relación cercana con Dios porque ésta le acarrea riesgos o peligros, está despreciando esa relación. Y no solamente en el servicio Divino, sino también en cualquier otro acto o conducta de crecimiento personal. Estar dispuesto a crecer implica estar dispuesto a afrontar esos riesgos y peligros.

No hay nada más importante en la vida que emprender el camino del cambio personal, pero es un camino sinuoso, largo y lleno de riesgos insospechados.

Todo cambio importante en la personalidad implica revaloración de premisas, reemplazo de ideas por otras, priorizar hábitos por encima de otros. Todo esto exige reacomodo de casi todo lo que involucra la vida: relaciones personales, hábitos y valores. A continuación, mencionaremos algunos de ellos.

Es esencial estar consciente de los posibles cambios para enfrentar mejor los retos que se presenten. Entre ellos, están los siguientes:

Cuando tú cambias, cambias la manera en la cual te relacionas con otras personas hasta ahora. Por ejemplo, supongamos una pareja en la que la esposa se queja continuamente de la ausencia de su marido en los quehaceres del hogar y en la falta de responsabilidad paterna hacia los hijos que tratan de educar juntos. Ya habló innumerables con él y él, a su vez, ya le prometió el mismo número de veces que cambiará, sin haberlo logrado aún. Después de varios años, ella decide ser más independiente en la relación e intentar suplir a su esposo con sus propias iniciativas. Después de todo, durante años ha esperado mayor participación de su pareja sin haber visto cambios sustanciales en la conducta de su marido. Por lo tanto, deja de esperarlo en las noches, deja de remitir a sus hijos a consultar a su padre, deja de avisarle de sus propias actividades o de las de sus hijos. En suma: comienza a ser más independiente con respecto a él. Su esposo, por su parte, comienza a resentir el cambio. Él se casó con una mujer más sumisa y dependiente de lo que ahora es y no está preparado para el nuevo cambio de actitud. Vienen los diálogos y las discusiones, los reacomodos y las expectativas que dejan de serlo.

Ella cambió, pero su esposo no está preparado para el cambio. Para prevenir los problemas propios del reacomodo, es necesario hablar con las personas que podrían ser afectadas acerca del camino que se está a punto de iniciar.

Al intentar cambiar, descubrirás aspectos de tu personalidad que desconocías y no necesariamente estás preparado para esa nueva percepción de ti mismo.

Continuando con el ejemplo anterior, a partir del momento que la esposa decidió tomar una actitud más activa en su relación y en la educación de sus hijos, ella experimentará dos cambios radicales: el primero de ellos es una mayor conciencia de la situación que la obligó a cambiar, en este caso, la ausencia de su esposo en el hogar. Lo que anteriormente le molestaba es ahora intolerable y la poca paciencia que tenía ha desaparecido. Ahora cualquier gesto de su esposo que remotamente pudiese parecer como falta de responsabilidad es motivo de conflicto por esta intolerancia que ella misma fomenta con sus cambios. De allí a discutir por cualquier otro tema es cuestión de tiempo y no hay paciencia ni disposición para ver los pequeños cambios que su esposo sí está esforzándose en hacer.

En otras palabras, una vez que la gota derrama el vaso, éste inunda todo alrededor, inclusive en áreas que previamente no eran motivo de conflicto.

Siguiendo con el ejemplo, la esposa descubrirá que es mucho menos intolerante de lo que pensaba que era, que es más iracunda de lo que jamás fue y con miedos que jamás sospechó. Cuando era más reactiva y dependiente de su esposo, gran parte de sus miedos eran neutralizados por su esposo que, mal o bien, los resolvía o simulaba resolverlos. Ahora ella no tendrá en quién apoyarse ni siquiera en la esperanza. Lo mismo aplica con el enojo, producto de la frustración hacia la irresponsabilidad de su esposo. Antes era su esposo quien recibía esos reclamos. Pero como todo reclamo implica la ilusión de que tendrá efecto, cuando ella decide ser más independiente es porque ya no cree que su esposo cambiará, por lo que los reclamos dejan de tener sentido. ¿Con quién descargará su ira ahora? La frustración continúa, sólo que ahora ya no la dirige hacia su marido. ¿Hacia sus hijos? ¿Hacia las personas que la rodean? Muy probablemente también cambiará la relación con ellos, puesto que ahora es más intolerante, iracunda y emocionalmente frágil. Siempre lo fue, pero ella nunca lo supo.

La persona que deseé emprender el camino del cambio personal deberá estar consciente de que descubrirá facetas de su personalidad que ignoraba y deberá estar preparada para esos descubrimientos.

La relación con Dios y el crecimiento personal (que es parte esencial de la relación con Él) implican riesgos y peligros que uno debe afrontar y es imprescindible estar preparado para ello. No querer correr esos riesgos y peligros es, de facto, rechazar ese crecimiento y esa relación con Dios: “Y Esav despreció el servicio Divino”.

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