Diagnóstico de cáncer y mi primera sesión de quimioterapia

10/09/2024

4 min de lectura

¿Cómo es posible que yo, la reina de las caminatas, adicta al yoga, maratonista e instructora de gimnasia aeróbica, tenga cáncer?

Después de mi viaje anual a Israel en marzo, finalmente fui a la gastroenteróloga por los dolores estomacales que tenía. La médica pensó que el problema podía deberse a una presencia excesiva de bacterias en el intestino delgado. Me recomendó hacer una tomografía.

Me preparé para una ronda de antibióticos para resolver el problema. Si tan sólo hubiera sido así de simple… En cambio, la tomografía de mi abdomen señaló un posible cáncer de ovarios, lo cual desde entonces fue confirmado.

Siempre fui una apasionada por la salud, la aptitud física y el bienestar. ¿Cómo es posible que yo, la reina de las caminatas, adicta al yoga, maratonista, asistente frecuente a clases de gimnasia Jazz e instructora de gimnasia aeróbica, tenga cáncer?

Mi ego y vanidad fueron los primeros heridos cuando comprendí que este camino inesperado tenía que ver con la vida y no con jugar a ser una súper mujer.

Llevaba varios meses con dolores estomacales con intentos de bajo nivel, desde dejar de comer productos con tomate (no funcionó) hasta ir a mi médico de familia que me hizo exámenes de sangre y orina buscando una posible infección (negativa). Para el momento en que llegué a hacerme la tomografía, mi estómago estaba tan inflamado que parecía estar embarazada de gemelos, algo imposible en la menopausia.

¡¿En serio, cáncer?! Mis emociones abarcaron toda la gama desde la histeria hasta la ansiedad. Cambié irónicamente el mantra de “Come, reza, ama” por “Llora, maldice, reza”.

Siendo una aprendiz y buscadora toda la vida, comencé a buscar respuestas para la antigua pregunta de por qué. Mi maestra de Torá me ayudó a reformular la pregunta de “¿Por qué le ocurren cosas malas a gente buena?” a “¿Por qué le ocurren cosas difíciles a la gente buena?” Nuestra exploración me ayudó a encontrar paz. Algunas posibilidades: para ayudarnos a crecer; para poder ayudar a otros; para profundizar mi conexión con Dios.

No puedo decir con honestidad que estoy agradecida de tener cáncer, pero estoy agradecida por las bendiciones que esto ha traído, incluyendo relaciones sanadas y por la sanación física que ya se está manifestando.

Estoy trabajando activamente en fortalecer mi relación con Dios. Estoy implementando la sugerencia de Rav Zelig Pliskin de repetir frecuentemente la frase “Su bondad es eterna”. Apunto a decirla 100 veces por día para sentir mayor gratitud y alegría en mi vida.

Intento estar más agradecida. No puedo decir con honestidad que estoy agradecida de tener cáncer, pero estoy agradecida por las bendiciones que ha traído, incluyendo relaciones sanadas y por la sanación física que ya se está manifestando.

Este llamado de atención pone al tiempo y a las conexiones en una nueva perspectiva. Me volví mucho más consciente de la preciosa belleza a mi alrededor, como las petunias y cardenales junto a la piscina cuando nado por la mañana. Soy más tolerante y aprecio más los chistes malos de mi compañero de trabajo. Estoy trabajando para ser más cariñosa, compasiva e indulgente conmigo y con los demás, en toda nuestra humanidad.

Mis sentidos están agudizados. Tengo intensa conciencia de muchos ángeles humanos en mi vida. Uno de los regalos de esta aventura es sentirme tan querida por familia y amigos cercanos y lejanos. Esto me deja sin aliento cuando se trata de un viejo miedo de llegar a morir sola. Soy optimista y espero vivir muchos años más con buena salud, si Dios quiere.

Los ángeles ofrecen llamadas afectuosas, aliento, energía curativa, aventones, cenas y citas divertidas para ver una película o ir a un restaurant. Judíos y cristianos en los Estados Unidos e Israel están rezando y estudiando por mí. Mi peluquera Song, hindú, también me incluyó en su lista de rezos. Es sobrecogedor cuando lo pienso. Durante la mayor parte de mi vida adulta fui tan independiente que es una experiencia nueva dejar que personas estén ahí para mí.

Como periodista, quiero compartir mi historia para ayudar a otros que están luchando por sus vidas al enfrentar su propio diagnóstico, ya sea de cáncer o de otra cosa. Creo que un evento que te cambia la vida nos ayuda a tener presente lo que es importante y lo que realmente queremos hacer con nuestra valiosa vida. Así que esta es mi primera publicación en mi Blog de cáncer.

Mi primer día de quimioterapia

El médico me dijo que mi primer día de quimioterapia sería el día más largo de todos los tratamientos. Me administrarían las drogas lentamente para asegurarse de que no tenga ninguna reacción. Una semana antes me implantaron un puerto en el pecho para que la enfermera pueda darme mis drogas de quimio sin insertar una aguja. Esto es una bendición porque mi brazo no tendrá que sufrir horas de inyecciones. No me gustan las agujas, excepto por la acupuntura.

Con mi novio, empacamos cuidadosamente para este viaje a lo desconocido. Cargamos una hielera para los guantes y calcetines de terapia fría que usaré la mayor parte del día para prevenir neuropatías. Esto significa hormigueo y adormecimiento en manos y pies (estoy aprendiendo muchos términos médicos que me gustaría no tener que saber). También llevamos el almuerzo, libros, una laptop, una manta y el cargador del celular.

La enfermera conectó la bolsa con la medicina a mi puerto de quimio y así comenzó el Día 1, informándome gentilmente qué pasaba a cada paso del camino. Aquí el tiempo parece detenerse, acomodada en mi sillón con una vista del horizonte de la ciudad y los árboles.

Aquí el tiempo parece detenerse.

Yo pensé que todas esas horas se prestarían para meditar y leer libros inspiracionales, pero no soy capaz de concentrarme. Uno de los medicamentos previos me mantiene somnolienta; no me gusta sentirme fuera de control. Bastante irónico.

Toca la campana

Constantemente me quedo dormida, presto atención a la diversidad de personas en la habitación con andadores, pelucas, porta suero y demás. Observo a una mujer atar hábilmente un pañuelo alrededor de su cabeza; pronto esa seré yo, después de mi siguiente ronda de quimio. Escucho susurros de conversaciones e historias. Hay una ex maestra conversando con una señora sureña de cierta edad que pronuncia la palabra “cena” raro. Hay un hombre de edad mediana jugando a las cartas. Cuando se va, ceremoniosamente toca la campana señalando el final de sus tratamientos de quimio. ¡Viva!

En realidad no soy una observadora. Soy una de ellos, una de nosotros. Esta es mi gente, comprendo con profunda compasión. Podemos ser desconocidos, pero somos almas gemelas enfrentando serios problemas médicos. Aliento a todos. Que todos tengamos pronto el mérito de hacer sonar la campana.

Aunque soy una novata, toco la campana cuando nos vamos. Terminó la primera sesión de quimio y nunca tendré que volver a pasar por ella. La parte más difícil fue la preocupación, la ansiedad y el miedo a lo desconocido. Dios, que sea Tú voluntad que este tratamiento me sane completamente de la mejor forma posible con Tu gran compasión.

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