Dios sabe mejor

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Mishpatim (Éxodo 21-24 )

Ideas de la parashá inspiradas en las enseñanzas de Rav Yaakov Weinberg zt''l.

Desde tiempos inmemoriales somos llamados el ‘Pueblo elegido’. ¿Qué fue exactamente lo que nos hizo merecedores de tan noble título? La respuesta yace en un entendimiento profundo de la famosa réplica judía a un comentario antisemita.

Los antisemitas dijeron: "¡Qué raro que Dios elija a los judíos!".

Los judíos respondieron: "No es tan raro, ¡los judíos elegimos a Dios!".

Hacia el final de la Parashá Mishpatim, se narra la historia de los eventos que rodearon la revelación en el Sinaí. La Torá registra la famosa respuesta del pueblo judío cuando Dios les ofreció la Torá:

“Todo lo que Dios diga, haremos y escucharemos (naasé venishmá)” (Shemot 24:7)

Esta declaración se considera tan importante que el Talmud (Shabat 88a) declara que cuando la nación judía dijo naasé venishmá, 600.000 ángeles descendieron del cielo para poner sobre la cabeza de cada judío dos coronas, una por naasé y otra por nishmá. Dios proclamó: "¡Quién les reveló este secreto a Mis hijos! ¡Este es el secreto de los ángeles ministeriales!".

Continuando en esta línea, el Midrash (Sifrí, Vezot Habrajá 2) describe cómo Dios le ofreció la Torá a las otras naciones del mundo y cómo ellas la rechazaron. Cada vez que Dios se acercó a una nación para ofrecerle Su Torá, la nación preguntó: "¿Qué está escrito en ella?". Cuando Dios mencionó un par de Sus mandamientos, todas las naciones dieron razones explicando por qué no podían aceptarla, por qué les resultaba imposible cumplir con algunas de las leyes. Hasta que Dios llegó a los judíos y ellos dijeron: “haremos y escucharemos”.

Estas fuentes del Midrash por lo general se entienden como una muestra de la grandeza de la disposición del pueblo judío a hacer cualquier cosa que Dios les pidiera, incluso antes de que se les dijera cuál era el mandamiento. Esto es cierto. Pero lo que a menudo se ignora es la reacción de las otras naciones. Por lo general pensamos que si bien la respuesta judía es sumamente loable, la de las naciones es entendible. Después de todo, antes de comprometerse con algo, ¿no es lógico leer las letras pequeñas? Sin embargo, esta suposición es equivocada.

¿Quién está haciendo la oferta? ¡El Creador y Sustentador del universo! Es Quien sabe las fortalezas y debilidades de cada miembro de la nación. Si Dios te propone algo, incluso si parece difícil de respetar, como 613 mandamientos en una Torá, Él sabe que eres capaz de aceptarlo. Si no lo fueras, no te lo ofrecería.

El hecho de que las naciones le hayan preguntado a Dios “¿qué está escrito en ella?”, es un rechazo a Dios. Muestra falta de confianza en Dios y en Su preocupación por tu bienestar.

Si Dios te ofrece algo, no hace falta que le pidas detalles. Confías en que Dios sólo desea lo mejor para ti, y sabes que la única respuesta posible es , sin saber ningún detalle.

Esto es precisamente lo que Rava (Shabat 88a-b), uno de los grandes rabinos del Talmud, dijo en respuesta a un ataque verbal al pueblo judío. “¡Son una nación impetuosa! ¡Hablaron antes de oír! ¿Cómo pudieron aceptar la Torá antes de oír lo difícil que son sus leyes?”. Rava contestó: “Actuamos como lo hacen los amantes. Confiamos en que Dios no nos daría mandamientos que no fuéramos capaces de cumplir” (Explicación de Rashi).

Esta clase de confianza en Dios fue necesaria en el momento de la Entrega de la Torá en el Monte Sinaí. Pero también la necesitamos hoy en día. Hay muchas ocasiones en que sentimos que somos incapaces de cumplir las exigencias de la Torá. Nos resulta demasiado difícil. Pero si pudiéramos interiorizar que Dios, Quien conoce todas nuestras fortalezas y debilidades, es Quien nos pide que lo hagamos, entenderíamos que debemos tener la capacidad de lograr lo que Dios quiere de nosotros. Puede que nos lleve tiempo dominar un área espiritual en particular, y que debamos hacer un esfuerzo lento y gradual, pero tenemos que confiar constantemente en Dios y en lo que nos exige. Podemos hacerlo, si Dios nos dice que podemos.

Lo mismo es cierto respecto a las batallas y las pruebas de la vida. La clave para superar los desafíos es entender que si Dios me puso en esa situación, debo ser capaz de superarla. Este es el comienzo de la aceptación de un desafío que es necesario para sobrevivir espiritualmente. Como escribió el famoso escritor de libros de autoayuda, M. Scott Peck, al comienzo de su libro El camino menos transitado:

"La vida es difícil. Esta es una gran verdad, una de las mayores verdades. Es una gran verdad porque, una vez que la entendemos y la aceptamos, la vida deja de ser difícil. Porque una vez que es aceptada, el hecho de que la vida sea difícil ya no importa".

Lo que escribe Peck es cierto. Como judíos creyentes tenemos una doble ventaja. No sólo sabemos que habrá dificultades en la vida y que así se supone que debe ser, sino que también sabemos que es Dios Quien nos da nuestros desafíos individuales y sabemos que podemos llegar a conquistarlos.

Somos descendientes de las grandes personas que le dijeron a Dios: "Confiamos en Ti. Sabemos que cualquier cosa que nos ordenes, y todo desafío que nos envíes, es para nuestro propio bien". Experimentemos esta confianza en nuestros desafíos cotidianos.

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