Dios y tu equilibrio interior

4 min de lectura

Un enfoque místico sobre las tendencias opuestas de la personalidad

Autor del libro "Propósito" – El Eje central de una vida apasionante


En un artículo anterior relaté sobre el día en que un hombre necesitado tocó a mi puerta y despertó en mí un sentimiento de compasión. Hecho que causó toda una cuestión de debate en mi familia. La reacción inocente de mi hija fue: "¿Pero papi, si le das más dinero a los pobres, te vas a quedar tú sin dinero? ¿Para qué trabajas?", y a la respuesta de mi hijo: "No importa cuánto dinero des a los pobres, porque si tú das, entonces Hashem te va a dar más… ese dinero no se gasta". Este hecho me hizo pensar bastante en la naturaleza de las personas y en un sentido mucho más profundo de ello. Continuamos.

Primero, el fondo

Como dije en el artículo anterior, creo que como padre, es importante tomar en cuenta las razones que motivó a cada uno de mis hijos a pensar como lo hicieron, para luego abordar los lineamientos halajicos de esta situación (véase el Rambam en Hiljot Matanot Laaniim capítulo 10 y Shuljan Aruj Yoré Deá 249, entre otros, donde dice que nadie se hace pobre por causa de la caridad, sin embargo, existen límites en cuanto al porcentaje de los ingresos que uno debe destinar para tal fin).

La postura de mi hija era la de limitar la suma que iba a dar, en aras de cuidar el patrimonio. Una visión sin duda conservadora, precavida y racional. La postura de mi hijo, por otro lado, refleja un sentimiento espontaneo de bondad y entrega, que en cierta medida omite los datos reales y objetivos del asunto, haciéndolo actuar con fe ciega. Quiero insistir en que no soy juez de mis hijos para decir que uno está en lo correcto y otro no. Por el contrario, pienso que en cada postura aflora un aspecto válido, y yo quiero ayudarlos a comprenderlos. Como padre, lo que más me importa es entender ¿Qué los llevó a pensar así? ¿Por qué ella piensa más en el control racional de la situación, mientras que él fluye de forma espontánea con la fe? ¡Una tarea simplemente fascinante!

A continuación, quiero aportar algunas de las conclusiones a las que llegué gracias a nuestra reflexión. Existe un concepto relacionado con la psicología humana que tiene sus raíces en la conducta del Creador mismo.

Los lados opuestos de la creación

En la literatura judía existe una faceta mística, en la cual se enseñan las estructuras internas de la creación y de las conductas de Dios Bendito. Nuestros sabios nos enseñan que en el mundo se expresan dos tipos de conductas por parte del Creador. El din y el rajamim. Cuando hablamos de din nos referimos a la justicia estricta y rigurosa, mientras que al hablar de rajamim nos referimos a la misericordia y el amor absoluto que sobrepasa los límites de la justicia. Estos conceptos profundos, tienen una representación impresionante en el mundo físico y en nuestras propias vidas.

Din y rajamim en cada uno de nosotros

En nuestro mundo emocional existe una expresión de esas dos conductas. Todos tenemos una faceta racional, lógica y estructurada, que se relaciona directamente con el din y expresa nuestro sentido de la justicia y el orden perfecto. Esa faceta es puramente lógica, racional y no acepta algo contrario. Por otro lado, tenemos una faceta totalmente diferente, una faceta llena de amor y compasión, la cual expresa nuestra creatividad, espontaneidad y una capacidad inexplicable de imaginar y soñar. Estas dos facetas forman parte de nuestra personalidad y se encuentran activas en casi todas las personas.

Incluso en neurología

He encontrado que estas dos facetas de nuestra personalidad, que a su vez reflejan las dos facetas en la conducta de Dios con el mundo, se vé representada de forma maravillosa en la anatomía del cerebro y en la forma en que éste funciona. En el mundo de la neurología se dice que el cerebro está divido en dos: el llamado cerebro derecho y el cerebro izquierdo. Es curioso notar que el cerebro realmente está compuesto por dos hemisferios separados, que no están unidos por tejido cerebral, sino por un tejido calloso. Es decir, realmente son dos órganos diferentes y separados que deben trabajar en cooperación. En nuestra conducta esta diferencia está muy marcada. Lo que llamamos cerebro izquierdo opera en todas las actividades de la mente que exigen orden, estructura y razón (el habla, el razonamiento matemático, cuantitativo o espacial). Por otro lado, el cerebro derecho es quien domina lo relacionado con nuestro mundo emocional al expresar nuestra alegría, espontaneidad y pensamiento creativo. La Dra. Jill Bolte Taylor lo expresa en su libro My Stroke of insght, donde relata su experiencia personal al analizar su propio derrame cerebral desde una perspectiva neurológica.

Dualidad interna y externa

Es impresionante como en la última década, la neurología viene a explicarnos en el lenguaje moderno de la ciencia, lo que la psicología ha ido notando empíricamente en cien años y que los sabios judíos, claramente, han enseñado y transmitido con absoluta fidelidad durante milenios. Existe una dualidad aparente en las conductas naturales. En la vida, lidiamos constantemente con fuerzas opuestas, como el cuerpo y el alma, la razón y la emoción, la disciplina y la espontaneidad, lo cual nos obliga a conseguir el tan preciado equilibrio. Más aun, en la naturaleza que nos rodea vemos dualidades como el día y la noche, el calor y el frío, la masculinidad y la feminidad. La verdadera inteligencia de un hombre radica en lograr y mantener el equilibrio en su vida, haciendo que dichas fuerzas se anulen y cooperen con la verdadera estabilidad del hombre, quien es el centro de todo y quien está siempre en la cuerda floja.

Querido lector, quiero invitarte a pensar, ¿Puede existir dualidad en Dios? Aparentemente no, pues es claro que todo el judaísmo está basado en la idea de que solo existe Dios y de que es "uno", o sea, una unidad que incluye todo. Entonces, cabe preguntar ¿Cómo entender sus diferentes conductas? ¿Cómo avanzar en nuestro trabajo para parecernos a él? Sobre eso hablaremos en un próximo artículo. ¡Hasta entonces!


Dedicado por Alan (Moshé) Azulay para el crecimiento espiritual y personal de su querida esposa Pola bat Rajel. En memoria de Esther bat Sarah z"l.

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